En épocas de negacionismo y crecimiento de los discursos de odio, el ciclo “Domingos de libertad” propone poner en valor la memoria y la democracia, a través de dos obras teatrales que recuperan escenas clave de la historia y que se podrán ver en La Orilla Infinita (Colón 2148). Este domingo 14, a las 17, se presentará “Máquina: Banderas de la Democracia”, sobre el levantamiento carapintada de 1987, mientras que los domingos 21 y 28, a las 20, estará “Memorias del Fuego, crónica de una quema”, sobre la destrucción de libros durante la última dictadura cívico-militar.
Ambas propuestas comparten origen: las clases de Hugo Cardozo en la Escuela Provincial de Teatro y Títeres, y su propuesta de construcción de Máquinas, un dispositivo particular de construcción teatral. “Estas Máquinas las tomo del maestro Pompeyo Audivert, con quien me estuve formando muchos años y hasta hace muy poco. Tomé esa mecánica, que es muy potente, muy colectiva, muy poética e histórica, y la llevé a la escuela. Cada año hacemos una investigación diferente, y siempre trabajamos temas históricos nacionales: hemos hecho Trelew, Margarita Belén, el bombardeo a Plaza de Mayo, Malvinas”, contó en diálogo con La Capital el docente, y director de “Banderas de la Democracia”.
En esta propuesta, se invita al público a sumergirse durante una hora en la Plaza de Mayo de 1987, durante los eventos de la sublevación carapintada al mando del Coronel Aldo Rico, compartiendo espacio escénico con los dieciocho actores y actrices. A cuarenta años del retorno de la democracia, el grupo decidió enfocarse en aquella primera amenaza concreta a su continuidad.
“Nos parecía que se generaba ahí un momento de tensión para probar la fuerza de la democracia, a cuatro años de su vuelta. A partir de ahí, se despliegan distintas temáticas históricas: aparece en un momento la figura de Pocho Lepratti, aparece Susana Giménez sosteniendo una bandera desde otro lugar con un discurso político que nos parecía que tenía que estar, aparece un soldado de Malvinas que se había quedado en la isla y vuelve, aparecen las Madres de Plaza de Mayo”, relató Cardozo.
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“Se arma una especie de ronda muy poética y muy potente, que no es una imitación a la de las Madres, sino una ronda de jóvenes donde aparece un discurso de la democracia de ellos, desde lugares muy personales de cómo la piensan”, agregó el director. Con el disparador de qué significa ser hijo o hija de la democracia, se construyeron los textos.“Aparece un modo de escribir histórico, poético, teatral y personal también. Hay una apropiación de la Máquina y lo colectivo en esos dieciocho cuerpos”, sumó.
“Banderas de la Democracia” se presentó tuvo sus dos funciones en el marco de las muestras de la Escuela. Por iniciativa del elenco, decidieron continuarla por fuera de la institución y hacia otros espacios, como la plaza central de Empalme Villa Constitución y La Orilla Infinita (donde ya hicieron una función multitudinaria en diciembre y otra el domingo pasado).
“Es una propuesta que, más allá del repaso histórico, convoca por lo sensible, por lo que moviliza. Porque recuerda que hay que seguir defendiendo estas cosas. Y si la hacen jóvenes de 20, 21 años, se vuelve viva y presente, y eso tiene un valor enorme. Creo que es un proyecto, y más que nunca en este momento histórico que estamos viviendo, que permite sensibilizar sobre la democracia”, cerró Cardozo.
Una obra teatral como ejercicio de memoria
Por otro lado, “Memorias del Fuego, crónica de una quema” nació como la Máquina de la Escuela en 2021. Uno de sus miembros, Ignacio Chazarreta, quedó tan convocado por el tema y la propuesta que decidió continuarla y adaptarla, en una versión para tres personas, en la que él mismo actúa, junto a Agustina Belloni y Germán Lucatti.
“Asumí el rol de la dirección, que siempre digo que es un poco tramposo porque como también soy parte del elenco, hacemos rotación de miradas. Siempre hacemos mesa redonda en los ensayos, nos vamos preguntando cómo nos sentimos y en base a eso dirigimos colectivamente. Eso es parte de la propuesta artística, política y militante”, contó Ignacio en diálogo con La Capital.
Para la construcción de esta versión, se embarcó en un trabajo arduo de investigación sobre la quema de libros. “Siempre me siento un ignorante porque por mucho que leas, la encuentro inabarcable. Fue algo que se dio en todo el país e incluso a nivel Cono Sur. Cuando uno se empieza a meter en la temática, descubre que es inabarcable”, apuntó eI director.
Ante lo inconmensurable del fenómeno de la censura y el culturicidio, una de tantas expresiones totalitarias y genocidas de la dictadura, Chazarreta decidió hacer foco en lo local y lo cercano: la Biblioteca Vigil.
“Hice varios de los recorridos guiados, me fui consustanciando con lo que fue el levantamiento de paredes, el saqueo, la quema. Y nos fuimos enterando de muchas cosas que viven en el testimonio de la gente que lo vivió y que no están plasmadas en ningún texto”, señaló Ignacio. Esos relatos orales se multiplicaron y engrosaron con las presentaciones de la obra en distintos espacios. Por ejemplo, después de una función en la Biblioteca Alfonsina Storni, una persona que trabajaba en La Vigil en la dictadura les contó del rescate de libros “que los militares por ignorancia no se habían llevado”.
“Para mí fue un gran aporte el de Juan Pablo Giordano, que me fue acompañando con una elaboración un poco más consistente de la dramaturgia”, apuntó Ignacio, quien aseguró que si bien la obra no se enmarca en un dispositivo de Máquina, sí recupera algunas rupturas del teatro tradicional o realista, como el trabajo con no personajes. “Nosotros decimos al principio de la obra que somos cuerpos-libros. Eso es un organizador. Y esos cuerpos-libros vuelven para abrir sus páginas y contar todo lo que fue censurado. El no personaje permite jugar a que somos todos un personaje a la vez”, detalló.
Finalmente, Chazarreta aseguró que se trata de una propuesta que siempre logra conmover a la audiencia. “Nos fuimos encontrando en las distintas funciones que siempre hay un impacto en el público, ya sea porque lo vivieron directamente, porque se lo contaron, porque le quedan fragmentos de imágenes que vivieron de niños. Lo más hermoso es cuando se empiezan a identificar textos”, apuntó el director, en referencia a distintos escritos censurados que aparecen en la obra, como “un cuento de María Elena Walsh o un poema de Neruda”.
De esta manera, La Orilla Infinita cierra todas sus semanas de julio con un ejercicio de memoria activa y colectiva. “La conexión con el presente y los tiempos que estamos viviendo, hacen que la gente salga de la obra y se quede hablando. La búsqueda de llamar al ciclo ‘Domingos de Libertad’ es que no nos roben otra vez ciertos vocablos políticos. Y nosotros no consideramos que la libertad de uno limite la de otro, sino que en la ayuda mutua se potencia”, cerró Ignacio.