"Las redes son implacables y campean una injusticia propia del infierno”. El que lo dice es Alejandro Dolina, quien este sábado, a las 21.30, llegará al teatro Broadway para su programa “La venganza será terrible” (Con la Tarjeta de Beneficios del Diario La Capital habrá 20% de descuento en la compra de los tickets en platea baja y sorteo de entradas). La presentación de Rosario se emitirá el lunes en Radio AM 750 de la Ciudad de Buenos Aires, en su horario habitual de la medianoche, en el ciclo que va de lunes a viernes. “Hacemos un falso vivo para que la gente vaya cómoda, antes lo hacíamos a las 12 de la noche pero no es tan amable salir de un teatro de ningún lugar del país a las 2 de la mañana”, dijo Dolina a La Capital sobre el espectáculo que hará en compañía de Patricio Barton, Gillespi y el Trío Sin Nombre. Con la misma calidez y repentismo de siempre, Dolina habló sobre la vorágine del mundo virtual; reflexionó sobre la tentación de “vivir todas las vidas”; se rió sobre “el capricho estadístico de decir que el programa es el mismo de hace 35 años” y afirmó que la venganza, que es parte del título de su histórico ciclo radial, “es una institución más bien superflua”.
—¿De quién te vengarías tan terriblemente para que la venganza sea terrible?
—Yo no me vengaría de nadie, la venganza es una institución inútil y destructora, no tiene mucho sentido. Además, yo suelo decir que uno se venga cuando está en una situación superior, cuando tiene más poder que la persona de la cual uno quiere vengarse. Y la verdad que en la vida suele suceder que cuando uno se encuentra en esa situación de superioridad, el deseo de venganza desaparece. La venganza es algo que uno va rumiando, planeando mientras se encuentra sojuzgado, y cuando uno está en condiciones de imponer su voluntad a la persona de la que se quiere vengar ya entonces no tiene tantas ganas de vengarse. De manera que es una institución más bien superflua, más bien de proyecto que de realización.
—En estos tiempos de redes, de Twitter, de Instagram, del “todo ya”, vos sos un tipo que sigue fomentando este buen uso de la palabra, del humor sutil, de la forma de expresarse cadenciosa y que invita a pensar en un contexto de vértigo de este siglo XXI. ¿Te sentís como sapo de otro pozo?
—Sí, de las redes me siento muy ajeno, muy asustado por otra parte, como suele ocurrir cuando uno se encuentra rodeado de personas que son distintas. En ese lugar rigen unas disposiciones que no alcanzo a entender, que me asustan, que me rechazan. Se siente uno discriminado, vulnerable y temeroso, porque en cierto sentido las redes suelen ser implacables y campea una injusticia propia del infierno. El peor de los infiernos es el infierno sin motivo. El verdadero infierno tiene que ser antes que nada injusto, porque lo que viene a completar la sensación de pesar y de sufrimiento es que el castigo que te están imponiendo es injusto. Y eso ocurre muchísimas, pero muchísimas veces en las redes.
—¿Hay una forma de explicar cuál es el secreto, si lo hay, de que un programa como “La venganza será terrible” ya lleve más de tres décadas al aire en radio?
—No hay un secreto, lo que hay sí es una explicación que desbarata todo lo asombroso que puede resultarte. De hecho, lo primero es que no es el mismo programa, no es igual, por ahí también cambió el título, porque se llamó “Demasiado tarde para lágrimas”, después “El ombligo del mundo”, no sé si tuvo algún otro título intermedio y después llegó “La venganza será terrible”. Primero eso, segundo y principalísimo: es cierto que algunos integrantes del programa han cambiado, pero yo mismo he cambiado también. Y otros integrantes si bien no han sido cambiados, se han modificado ellos de tal manera que es el hombre de hoy el que sustituye al de ayer. O sea no es el mismo programa que hacíamos nosotros hace 35 años y si escucháramos lo que hacíamos nos daríamos cuenta que era un programa diferente que tenía otras virtudes y otros defectos. Y la otra cosa es que tampoco el público es el mismo, no puede hablarse de un público fiel sino de un número de personas que siguen el programa, que no necesariamente son las mismas de 1985, algunos han muerto, otros se han mudado de programa, han cambiado de preferencias, han envejecido, han crecido, y otros han nacido recién ahora, no conocían el programa en aquel tiempo. O sea, es un capricho estadístico decir que el programa es el mismo de hace 35 años, no, es mentira, hemos cambiado todos. No son todos los que están ni están todos los que son.
—Además de ser conductor de radio, sos escritor, estuviste en la tv, en cine, sos músico y grabaste discos. Justo hay una película nominada al Oscar que se llama “Todo en todas partes al mismo tiempo”. ¿Se puede?
—(Risas) Es una especie de sueño, ¿no? Es que uno de algún modo quiere vivir todas las vidas, así como uno tiene un apetito de eternidad, un apetito finalmente no saciado de eternidad, también tiene el apetito de la eternidad respecto del espacio. No solamente estamos en todos los tiempos sino estamos en todos los lugares, uno quiere vivir todas las vidas. Y sí, uno sueña con eso. Pero después, la sucesión, lo que nos ha sido dado, nos obliga a tener que elegir en cada encrucijada y hay encrucijadas cada diez minutos: un camino sí y otro no. Y elegir finalmente consiste en eso, porque elegir es renunciar también, estás eligiendo un camino y renunciando a otro, con todas las consecuencias que eso acarrea ¿no?, el arrepentimiento, la equivocación, la imposibilidad de volver atrás, de desandar los caminos, en fin toda esa clase de tribulaciones que nos producen el tiempo, nuestras decisiones. O a veces las decisiones que no tomamos, no siempre es uno el que elige el camino, la vida lo elige por uno.
—¿Vos sos de pensar que las situaciones acontecen sin que uno las busque o en cambio lo que resulta pasando es el resultado de una constante búsqueda personal?
—Me gusta pensar eso, lo primero, es una manera de eludir responsabilidades: echarle la culpa al destino de todo lo que nosotros mismos causamos (risas).