Jorgelina y Diego tenían una vida “como la de cualquiera” en Rosario. Ella, tecnóloga en Alimentos, y él, profesor de Educación Física. Un trabajo normal, una casa, un auto, un pasar económico sin sobresaltos y una rutina tranquila. La felicidad por el nacimiento de Tomás, su hijo, todavía estaba vigente pero se entremezclaba con una preocupación que en ambos crecía: no podían disfrutar de su familia y sus logros. Este malestar los impulsó a tomar una decisión: vivir en aventura. Así fue como, durante los últimos 10 años, recorrieron más de 180 mil kilómetros y cruzaron 19 países de América.
Corría el año 2015. En Rosario, Mónica Fein era reelecta en la intendencia y Miguel Lifschitz llegaba a la gobernación de Santa Fe, el crimen de Gerardo “Pichón” Escobar repercutía en las calles de la ciudad y Javier “El Gigoló” Bazterrica pasaba por los Tribunales de Rosario acusado por estafas, entre otros sucesos. Mientras tanto, la familia Ponce de León se despertaba temprano, asistía a sus trabajos, caminaban las calles cerca de la Terminal de Ómnibus en el barrio Echesortu, pero no se hallaban en esa rutina. De lunes a sábado estaba todo digitado pero apenas podían relajarse los fines de semana que ya volvía a llegar el lunes. “Económicamente nos iba bien pero no podíamos disfrutar”, aseguró a La Capital, Diego, de 41 años nacido en Neuquén pero rosarino por adopción.
Como una cuestión del destino, compartían la pasión por el turismo de aventura, viajes enteros en moto o destinos poco convencionales. Conocían a otros viajeros del mundo y esta posibilidad comenzó a germinar. Entonces, mientras Jorgelina atravesaba su embarazo, la pareja comenzó a darle forma a un plan sin saber que lo iban a poner en práctica, hasta que la vida les dio un golpe.
La familia Ponce de León sufrió la pérdida de un familiar meses antes de jubilarse. “Siempre decía que iba a hacer cosas cuando se jubilara y no llegó”, recordó Diego. Fue el click necesario para tomar decisiones en vida y darle forma definitiva al plan. Compraron un motorhome y lo fueron remodelando para encarar las rutas; renunciaron a sus trabajos y también a la comodidad de su hogar, incluso vendieron todas sus pertenencias. El 22 de noviembre de 2015, ya con Tomás en los brazos de sus padres, tras una emotiva despedida en el Monumento a la Bandera, comenzaron su camino con destino inicial: Ushuaia, Tierra del Fuego.
La familia quería llegar al punto más austral del continente pero tenía marcado en el mapa a Prudhoe Bay, en el estado de Alaska de Estados Unidos, el punto más al norte de América que es accesible por carretera y el punto de inicio de la Ruta Panamericana.
Creciendo en el Camino 22.8
Vivir viajando, de sueño a realidad
“Nuestra vida era como la de cualquiera. Trabajábamos mucho y estábamos enfocados en lo material, pero cuando te comprás un auto al poco tiempo ya deja de ser nuevo”, reflexionó Jorgelina, de 45 años, en La Capital. Los Ponce de León ya recorrieron 19 países y más de 180.000 kilómetros de carretera.
Diez años después de aquel viaje inicial repasan el camino recorrido y estos días se sienten alejados de aquel punto. No solo en rutas alejadas, también en sentimientos. “Salimos con un montón de miedos y fue todo lo contrario. Te encontrás con gente que en cinco minutos te invita a su casa, que está siempre dispuesta a ayudar o compartir”, dijo Jorgelina.
El miedo a la adaptación de su hijo, que tenía apenas unos meses de vida cuando partieron, se disipó rápidamente. “Fue todo lo contrario. Tomás se adapta rápido a ir de un lado al otro. No le afectan los cambios”, reconoció Jorgelina. Tomás nació en Rosario, pero desde bebé acompañaba a su padre a San Lorenzo, donde Diego trabajaba, y parece haber nacido para estar en las carreteras del mundo. Con 12 años recién cumplidos, el adolescente se despierta todos los días temprano y le dedica la mañana a la escuela, que sigue gracias al programa de educación a distancia del Ejército Argentino.
Tardaron ocho años en recorrer América de punta a punta. De Ushuaia a Prudhoe Bay. Con el objetivo cumplido no dejaron las rutas, no se bajaron de su hogar. “Mi casa tiene dos ruedas”, resume con facilidad Diego, que aprendió a utilizar las redes sociales como medio para sustentar el viaje.
No obstante, en sus primeros kilómetros la familia se dedicó a vender empanadas o hacer artesanías que vendían en cada parada para poder pagar el combustible, su principal gasto. A raíz de la pandemia, Diego y Jorgelina aprendieron a editar videos, organizar publicaciones y darle un formato digital a sus viajes, y así se convirtieron en influencers de viajes, si les cabe el término. Crearon Creciendo en el Camino, que hoy cuenta con más de 200 mil seguidores en Instagram, 151 suscriptores en YouTube y más de 550 videos publicados. Dan detalles de todos sus viajes, las aventuras, alegrías y momentos amargos.
No todo es color de rosa
Los Ponce de León regresaron a la ciudad en estos 10 años, siempre en avión, para ver a sus afectos. También amigos y familiares llegaban a las ciudades donde paraban Diego, Jorgelina y Tomás. Siempre están en contacto, pero sin cotidianeidad. Los asados y el “juntarse a compartir” de Rosario se extrañan, admiten.
Más aún cuando se deben enfrentar momentos duros como cuando Jorgelina sufrió un accidente que le comprometió la vista y tuvo que ser intervenida quirúrgicamente cuatro veces en 2018, la pandemia de coronavirus en 2020 o la lucha contra el cáncer que afrontó este año Diego. “Hace unos días me dieron el alta”, celebró el hombre, pero aclaró que los próximos dos años deberá estar controlado.
Sus palabras minimizan situaciones o cruces complicados como la frontera de Nicaragua o la de Estados Unidos, donde estuvieron más de ocho horas y pasaron por 13 entrevistas. “Les tocamos el corazón y nos dejaron pasar”, explicó el padre de la familia. Además, debieron soportar 53 grados en La Paz, Baja California Sur, en México, donde se encontraba la familia cuando atendió a este medio. Nada es un impedimento para seguir viajando. “No nos imaginamos en una gran ciudad. El mundo es muy grande todavía”, planteó Jorgelina.
La situación de Diego hizo que la familia cambiase de planes. Una semana antes de emprender su nueva aventura -ellos por avión, su motorhome por barco- a Inglaterra para luego apuntar a recorrer África cayó el diagnóstico, un mazazo para la familia. Con el visto bueno de los médicos, ahora los Ponce de León sí despegarán rumbo a Europa a fines de noviembre, para recorrer el viejo continente los próximos dos años y que Diego pueda tener sus controles de rutina. “Hay momentos difíciles desde el día 1, pero siempre encontramos la solución”, analizó Diego.
Un camino que sigue hacia Europa
Ecuador, Costa Rica y México son los países más lindos que visitaron, según cuentan, aunque ambos aclaran que Argentina los supera. Y también guardan en su corazón con particular cariño los paisajes del norte de Canadá, en especial Yukón. Cuenca en Ecuador y Boston en Estados Unidos son, para ellos, las ciudades más parecidas a Rosario. Una aventura que se transformó en cotidianeidad.
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Los problemas mecánicos, casi siempre resueltos por la pareja, no son impedimento. “No tenemos apuro. Si quedamos varados a la noche y en el medio de la nada, descansamos y lo resolvemos al día siguiente. Todo es más tranquilo”, contó Diego.
El próximo paso será llegar a Veracruz para embarcar con destino a Europa el motorhome porque los Ponce de León no tienen planes de bajarse de las rutas.