"Hacer alta montaña es una empresa dura y difícil porque es como ir en contra de la corriente. Es un esfuerzo tremendo el que se hace para poder hacer esa expedición, porque no se trata simplemente de ir y subir la montaña", reflexiona. Y reseña: "Empecé a hacerlo realidad, por eso comencé con el Champaquí de la mano de Jorge González, y después me decidí a hacerlo solo; con grupo es importante, pero cuando estás solo tomás tu propias decisiones y es diferente".
Un día emprendió el viaje con su Peugeot 505 azul a Mendoza y al ver esas laderas nevadas en medio de la imponente formación rocosa, no lo dudó.
"La idea era hacer un campamento base porque con mi viejo íbamos a San Rafael. Por suerte se me dio hace unos años y por eso me doy el gusto de realizarlo, aunque me gustaría aprovechar más días", comenta, en alusión a un factor limitante que encuentra entre su tiempo de ocio y su regreso al trabajo.
Ocurre que el objetivo para poder hacer cumbre está estipulado en un lapso de 21 días, teniendo en cuenta la aclimatación a la altura y los factores climáticos que pueden desencadenarse en pleno recorrido, puesto que Aconcagua no requiere subidas técnicas como otros macizos, pero sí resistencia física y aeróbica en altura.
Subir a la cima del Aconcagua peldaño a peldaño
Explica que la aventura en la montaña comienza en Horcones, que es la base de ingreso al Aconcagua, ubicada a 2.950 metros sobre el nivel del mar. Ahí se realiza el check-in y el chequeo médico correspondiente previo al ascenso.
"Cuanto llegás a esa base te exigen una declaración jurada y deslinde de responsabilidad. Pagar el ingreso al parque cuesta para los argentinos alrededor de 110 mil pesos. Y se debe contratar a la empresa para acceso al agua y a los baños que hay en los campamentos porque, de lo contrario, te aplican multas", describe.
Bastones en mano y mochila atiborrada con todo lo necesario para transitar la desafiante aventura, Yuvone comienza desde allí una caminata que le demanda aproximadamente tres horas hasta Confluencia, el primer campamento de altura (3.400 metros sobre el nivel del mar) y desde allí hasta Plaza de Mulas (4.300 msnm).
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"Ahí empezás a sentir los efectos de la altura porque el organismo comienza a generar glóbulos rojos para poder oxigenarse de manera óptima; esa es la aclimatación", asegura en relación al quiebre que significa ascender por encima de los 4 mil metros.
De allí, el próximo campamento es Nido de Cóndores, a 5.500 metros sobre el nivel del mar. Luego Plaza Cólera o refugio Berlín. Y allí comienza la travesía final, la más desafiante y exigente: un último peldaño de ascensión que equivale a todo el recorrido previo para alcanzar el "techo de América".
Aclimatación a la altitud
El andinista rosarino explica que la aclimatación para poder hacer cumbre a más de 6 mil metros de altitud lleva entre ocho y 12 días. Cada paso requiere concentración extrema y esfuerzo inusual para cualquiera de los mortales, incluidos los más experimentados. A esa altura es milímetro a milímetro y es por eso que la expedición puede demandar más tiempo del estipulado.
"Es todo muy lento: das un paso y después recién el otro. Yo no suelo llevar tubo de oxígeno, pero es un campamento internacional y hay guías de montaña o porters que sí llevan, pero por lo general no se acostumbra", describe.
A esa altura extrema, Yuvone suele utilizar lo que se denomina "bota doble" (escarpín, media gruesa de siete capas y bota plástica), abrigos adecuados, impermeables, bolsas de dormir y carpa acorde para poder soportar temperaturas gélidas y eventuales nevadas en plena montaña.
"Hay que llevar todo lo mejor que se pueda conseguir porque la podés pasar muy mal. La altura no te deja mover, salvo quienes están entrenados y pueden dedicarse exclusivamente a ese deporte extremo", señala en alusión a quienes suelen disputarse récords de ascensión y descenso con cumbre incluida.
En su caso, apenas cuenta con su período de vacaciones para poder darse este gusto que le apasiona y lo atrapa, puede entrenar en algunos ratos libres o cuando sale de trabajar de madrugada. Entonces cuenta que apenas llega, toma un desayuno ligero y sale a correr unos 25 kilómetros, a los que le suma algo de bicicleta y pesas.
"Cuando hago este tipo de entrenamientos, siento que lo equiparo con un porteo de montaña, por eso entreno de esa manera", dice. Y respecto a la vestimenta y equipos, asegura que le llevó muchos años poder reunir todo lo necesario para disfrutar poco menos de dos semanas en una experiencia que lo atrapa cada día más.
Alimentación e hidratación, un factor clave
En su mochila, además de calentadores, carpa, abrigo, linterna y handy, también lleva lo esencial: hidratos de carbono para recuperar energías y no mucho más. Es que, según explica, por el efecto que genera la altura en el organismo las comidas no deben ser muy abundantes y tampoco muy condimentadas, para mitigar los efectos de la deshidratación, otro de los factores por los que los rescatistas juegan un rol principal para evitar víctimas.
"Llevo paquetes de polenta, fideos, todo sin sal ni aceite. En la temporada pasada me pasó que había nevado bastante en altura y tenía que derretir hielo, cosa que es muy habitual. Esa noche salí a las 4 de la madrugada con la idea de hacer cumbre, con viento y diez grados bajo cero, pero a los 20 minutos tuve que volver porque se me estaba congelando el cuerpo y estaba deshidratado. Había llegado a los 6.200 metros y me había quedado sin gas para seguir derritiendo hielo y eso me jugó en contra", revela respecto a la temporada anterior.
Desde ahí, sólo le restaban aproximadamente 700 metros de altura: un recorrido de tres kilómetros bordeando la ladera del Aconcagua en un tiempo aproximado entre ocho y 10 horas. Pero, claro, parece sencillo mencionarlo pero difícil dimensionarlo e intentar razonar a 6.650 metros de altura.
La baja presión atmosférica y un frío que cala los huesos
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Vista del campamento Plaza de Mulas, a más de 4.300 metros sobre el nivel del mar.
"En cumbre estamos hablando de casi 600 milibares. Casi la mitad de la presión que toleramos en el llano. En los 6.650 msnm está La Cueva, el paso previo a la cumbre. Es donde se toman muchas decisiones. Luego se hace un rulo y se llega a la cima", precisó a la hora de dimensionar las exigencias a las que se somete el organismo, donde el mal de altura comienza a jugarle una mala pasada a la psiquis y por ende al cuerpo.
Que Juan Manuel no haya llegado tampoco esta vez no es un rareza, sino un ejemplo de insistir por el gran anhelo de hacer cumbre. De hecho, a esas alturas el ser humano está expuesto a sufrir edemas cerebrales por la compresión que genera la baja presión atmosférica y la falta de oxígeno, entre otros factores.
Si bien no es habitual llevar tubos de oxígeno como quienes escalan en otros macizos de mayor envergadura, muchos rescatistas aseguran que ese gas vital para el ser humano se transforma en un "remedio" contra el mal de altura.
Un campamento internacional
Aconcagua es famoso por su altura, puesto que se trata del cerro más alto de Sudamérica, a 6.962 metros sobre el nivel del mar, que lo transforma en uno de los más codiciados para los montañistas del extranjero a la hora de aclimatarse para luego subir macizos como el Everest en el Himalaya o el Kilimanjaro en África, sólo por citar algunos casos.
Ostenta dos muertes por temporada en promedio, y no más por la labor de los rescatistas que tienen una base en Nido de los Cóndores (5.500 msnm), entre otros puestos a lo largo del recorrido tradicional que comienza en Horcones.