Ingrid Beck es una referente del periodismo feminista, a fuerza de trabajo sostenido en medios y análisis filosos sobre la realidad. Fue fundadora y directora de la revista Barcelona durante quince años, pero hace muchos que ya no tiene vínculo con la publicación. Escribió dos libros sobre maternidad y cosechó varios premios por su labor en periodismo con perspectiva de género. Hoy, transita entre tres programas de radio (en Radio Con Vos y Radio Nacional) y es editora de Géneros en el portal de política y economía Letra P.
El pasado miércoles 15, pasó por Rosario para ser parte del ciclo “Revueltas. Conversaciones que van para donde quieren”, donde dialogó con la actriz y dramaturga Romina Tamburello a partir de una consigna con un guiño muy desde y hacia el presente: “Las mujeres ya no lloran, ¿las mujeres facturan?”. En ese contexto, dialogó con La Capital para aportar algunas claves para pensar el vínculo actual entre la cultura popular y los feminismos.
Por si queda algún distraído, la frase en cuestión es una referencia (con interrogante agregado) a la canción de Shakira y Bizarrap que rompió todos los récords de reproducción y desató infinitos debates hacia adentro y afuera de los feminismos. Ingrid propone abordar la elocución “no como una verdad absoluta sino como una provocación” para abrir una conversación sobre un tema importante: “si lloramos, si facturamos, cuál es nuestra situación respecto de eso”. Es que de fondo, aunque Shakira lo sepa o no, está la desigualdad estructural por motivos de género. En relación a esto, la periodista se pone seria y sentencia: “las mujeres como Shakira facturan, se dan ese lujo y no lloran. En todo caso, me parece una buena metáfora. Ahora, la verdad es que la mayoría de las mujeres no facturan, son pobres”. De la brecha salarial a la brecha afectiva, Ingrid suma: “Otra cuestión a conversar es esta idea de no llorar. Yo defiendo el llanto. De hecho, en esto de intentar desarmar mandatos, le estamos diciendo a los varones que lloren, que está bueno, que no es un símbolo de debilidad. Con lo cual, en mi universo ideal, yo lloraría y facturaría si pudiera."
Por fuera del análisis en profundidad, Beck opina que la masividad de la canción y los sentidos múltiples que propone tienen otros efectos posibles en lo concreto: “Sirve para que muchas mujeres que no son feministas escuchen a Shakira y piensen en cómo es eso de ser independientes, de tener su propia plata y no depender de un chabón para vivir. Me parece que lo que dice es salir del lamento y tratar de ser autónomas”, afirma.
La única conclusión acabada que puede sacarse de aquella conversación infinita sobre la canción de Shakira y Bizarrap, en la que se cruzaron críticas y reivindicaciones por doquier, es que los feminismos han modificado el vínculo y las formas de consumo de la cultura popular. Y para Beck, es imposible hablar de cualquier cambio cultural sin mencionar el Ni Una Menos, aquella manifestación del 3 de junio de 2015 que volcó los feminismos a la masividad y se erigió como hito fundacional de una forma distinta de verlo y hacerlo todo. “Se encontró una manera distinta de contar las violencias, y vincular la violencia doméstica y los femicidios con la desigualdad estructural, que era algo que no se había logrado antes. Eso de por sí, genera una narrativa distinta, cambia el sentido, y lo transforma en algo popular”, elabora, y agrega: ”Hoy todo el mundo sabe qué es Ni una menos, se usa como frase corriente, no hace falta explicarla. Está hasta en canciones.”
Chocolate Remix - Ni una menos [Official Video]
Por fuera del país y la región, la periodista afirma que “el Me Too también vino a transformar mucho de lo que se conversaba en torno a la cultura popular, aunque con una clave más liberal, más norteamericana”, en relación a la ola de acusaciones por violencia de género en la industria de Hollywood que se desató tras la denuncia al poderoso productor Harvey Weinstein. Estas apelaciones irrevocables a dejar de naturalizar las violencias habilitaron debates y transformaciones postergadas sobre representación, acceso a espacios de poder y escalas salariales.
Es que, en su análisis, Ingrid hace referencia ni más ni menos que a uno de esos momentos donde lo político, lo social y lo cultural necesariamente interactúan recíprocamente para crear nuevos sentidos comunes. Un cambio de paradigma poderoso que lo permea todo, desde las canciones pop más aparentemente inofensivas a las estructuras institucionales. “Lo que pasó en Chile con Las Tesis me parece otro ejemplo claro. Son momentos históricos y movimientos artísticos y populares que hacen que haya cosas que no haga falta explicar. Están en canciones como la de Shakira y en muchas otras”, agrega Beck.
Un aspecto álgido del vínculo entre feminismos y consumos culturales es sin dudas el de la cultura de la cancelación. Esta tendencia al boicot de artistas o productos culturales vinculados a la perpetración o reproducción de violencias o discursos de odio, suscita debates constantes por caminar una delgada línea entre la reivindicación y la censura. Recientemente, la publicación de textos reescritos y editados del escritor británico Roald Dahl (autor de clásicos como “Matilda” y “Charlie y la fábrica de chocolate”) para eliminar todo lenguaje que pueda ser considerado ofensivo, reavivó una vez más la llama de la polémica. En estos caso, desde los sectores conservadores, se apuran rápidamente las acusaciones al feminismo de responsables de la censura en nombre de cierta corrección política.
“A mí me parece que los feminismos no venimos a cancelar nada. Los consumos culturales no se resuelven con cancelaciones”, sentencia la periodista con seguridad. “La cuestión penal no viene a cambiar nada, sino más bien a reforzar lo que ya existe. Por supuesto hace falta legislación y herramientas institucionales por fuera del debate intelectual. En el caso de Roald Dahl, por ejemplo cambiar el texto de un autor no nos hace mejores feministas, para nada, ni resuelve las cuestiones de fondo”.
Finalmente, respecto de sus consumos culturales actuales, Ingrid se confiesa “muy fan de los realities de todo tipo y color”, aunque no necesariamente del popular “Gran Hermano”. En relación a la tendencia actual de la televisión argentina, que cada vez apuesta más al formato reality por sobre la ficción, la periodista atisba explicaciones posibles para este momento de consumo cultural: “Me parece que son productos muy bien hechos y que vienen a traer un poco de alivio a la tensión del afuera. Un momento de comunión, o de ilusión de comunión, entre mucha gente que podría estar peleándose por razones políticas, pero que está mirando lo mismo y al mismo tiempo en televisión. Esto está claro en programas como “La Voz” o “Master Chef”, donde el eje es muy otro que la polarización y el debate permanente que hay afuera, el ruido de la política, de los medios.”