“¡Despacio! Niñ@s leyendo”, anuncia el colorido afiche que cuelga en este mágico lugar de La Cachilo. En otra de las paredes, dos bolsilleros colmados de libros invitan a la lectura compartida y dejan escapar la imaginación de chicos y grandes.
“Un proyecto de promoción de lectura no es solamente pensar en libros sino también en encuentros de miradas, en la charla, en aquello que creamos juntos y en cómo acercamos nuestros pensamientos”, explica Claudia Martínez, una de las mediadoras de la biblioteca sobre el intercambio y entusiasmo que se genera en estos talleres.
"El taller forma parte del proyecto 'Oeste, territorio de lecturas sustentables', que alientan varios espacios de la zona y de Pérez" "El taller forma parte del proyecto 'Oeste, territorio de lecturas sustentables', que alientan varios espacios de la zona y de Pérez"
Mientras se disponen en ronda sobre almohadones, Martínez explica cómo organizan esta original propuesta que comienza con la lectura de cuentos y poemas, y culmina poniendo manos en la huerta que plantaron en la vereda de la biblioteca.
“Vienen niños y niñas de todas las edades hasta los 11 años, a veces se enganchan porque acompañan a sus hermanitos”, cuenta sobre este grupo que participa activamente en cada encuentro.
Si conversan, por ejemplo, sobre las plantas que florecen en primavera o cuáles son los bichos que las visitan, Dante de 6 años, es el primero en hablar. Isabella y Pedro, en cambio, disfrutan de observar la huerta, escriben en su bitácora qué semillas plantaron hasta el momento, y como si fueran expertos empiezan a identificar las primeras hojas y a dibujarlas en su libreta. La pregunta que se repite y despierta gran curiosidad: ¿Cuánto tardan en crecer las verduras?
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Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital
Entre cultura y cultivar
“La biblioteca es un bien común, y como una biblioteca de plantas supone una comunión con nuestras especies de las que somos cuidadores (bibliotecarios). Tal como un libro se comparte en una biblioteca, los frutos de la tierra también y se distribuyen las semillas para ser sembradas”, fundamenta la mediadora sobre el eje del proyecto y esta analogía que plantearon entre lectura y siembra.
“El material se moviliza a partir de una temática específica que tiene cierta urgencia, que es la vida. Y por otro lado abre la tentación a la lectura y la charla literaria. Nos preguntamos qué dice el libro y qué vemos en las imágenes, y eso siempre es una puerta para conversar de muchas otras cosas”, agrega.
El encuentro comienza con la lectura libre de los cuentos que eligen de los canastos y bolsilleros de la biblioteca, como un modo de hacer el primer contacto con los libros. Un rato más tarde, las mediadoras proponen la lectura colectiva debidamente seleccionada de acuerdo a la temática que tratarán ese día, seguida de una propuesta lúdica o artística. En esta ocasión, eligieron jugar con un memotest de frutos y flores, para entender el ciclo de plantación y conocer la flor de cada fruto.
A un costado de la sala, una canasta repleta de palas indica que pronto será la hora de visitar la pequeña huerta que plantaron en la vereda de la Cachilo. Con su bitácora en mano, gorro y campera, los chicos y las chicas están listos para su tarea al aire libre.
Una línea de caléndulas bordea todo el perímetro de la plantación, y protege la siembra de zanahorias, rabanitos, acelga arco iris y rúcula, entre otras semillas que plantaron en el mes de abril. De a poco empiezan a identificar las distintas hojas que crecen en la tierra. Saben que esta estación del año requiere quitar malezas y la espera cuidadosa hasta la primavera.
“Esta situación genera ansiedad y continuamente nos preguntan por qué no sale nada todavía. Mientras tanto vamos aprendiendo cuáles son los ciclos, y sobre aquellas plantas que crecen para abajo”, explican las talleristas.
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Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital
Alimentación sustentable
“Todo el proceso del taller propone que cada chico participe con su familia y entienda que si cuidamos el ambiente, podemos sembrar y cuidar la tierra, y de esa manera la alimentación estará asegurada”, destacan desde el equipo de trabajo de lectura de La Cachilo, integrado por Laura Alcaraz, Romina Elías, María Pintus, Lucía Pérez y Claudia Martínez.
“Todas las lecturas y propuestas que elegimos están vinculadas con una temática diferente. Hasta ahora conocimos las semillas, las plantamos e invitamos a distintos especialistas en agricultura familiar”, dicen. También reconocen que poner en marcha este proyecto implica un aprendizaje constante: “Nos involucramos desde la perspectiva de promoción de la lectura en esta temática, investigando sobre el material disponible y principalmente que sea de buena calidad”.
Conformaron cuatro bolsilleros de libros circulantes de ficción e informativos vinculados a la temática ambiental. “La idea —explican— es rotarlos porque cada biblioteca tiene libros diferentes y conformar un laboratorio de trabajo interdisciplinario entre mediadores de lecturas y especialistas en huertas urbanas”.
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Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital
Aprendiendo a cultivar
Entre quienes siguen atentamente las actividades del taller está Valeria, mamá de Dante. Cuenta que en familia cuidan de la huerta que plantaron en su casa, y que a su hijo le gusta mucho todo lo relacionado con la naturaleza y el medioambiente. El pequeño tomó contacto por primera vez con los libros en La Bebeteca, un espacio que instaló la Cachilo en su sala de lectura y que la convirtió en pionera en este tipo de propuesta.
“Los árboles meditan en invierno. Gracias a ello, florecen en primavera, dan sombra y frutos en verano y se despojan de lo superfluo en otoño”, dice uno de los poemas zen que leyeron ese día en el taller y que responde con claridad esa inquietud repetida de los niños y niñas. Pertenece al libro Infinito. Los ciclos mágicos del universo, de Soledad Romero Mariño y Mariona Cabassa.
Con el objetivo de conocer las flores y frutos, las mediadoras seleccionaron para ese encuentro otros libros: Poética botánica, de Juan Lima; El jardín mágico, de Lemniscates; Versos que no muerden (¿o sí?), de Beatriz Ferro; y ¿Todavía nada?, de Christian Voltz, un álbum ilustrado que muestra de una forma muy clara cuál es el proceso desde que se planta una semilla hasta que de ella termina saliendo una planta.
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Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital
Red de lectura
El taller que incorporó este año la Biblioteca Cachilo forma parte del proyecto “Oeste, territorio de lecturas sustentables”, que alientan varios espacios de lectura de la zona y de Pérez: la Biblioteca Popular Cachilo (Virasoro 5606), La Biblioteca Popular Banateca en Villa Banana (pasaje Independencia y Valparaíso), la Biblioteca Popular Maestro Enrique Samar (Felipe Moré 3415) y la Biblioteca de Irulana (Perito Moreno 292, en Cabin 9, Pérez). Estos espacios se proponen promover la lectura en las infancias y sus entornos adultos, con el objetivo de difundir a los autores locales que abordan la temática ambiental e implementar un servicio circulante de libros literarios e informativos sobre semillas, huerta, biodiversidad, contaminación y soberanía alimentaria, incorporando talleres de lectura y escritura, préstamos e intercambios. Esta iniciativa conjunta busca contribuir en la formación de mediadores de lectura en cada centro cultural participante, sensibilizar sobre el cuidado del entorno a través de huertas urbanas en veredas y patios, y la proyección de la biblioteca de plantas vivas.
“Ante la emergencia ambiental, creemos necesario poner en acción y reflexión la soberanía alimentaria, cultivando, cuidando y comiendo lo que producimos en la tierra, cultivando lecturas y sembrando e intercambiando escrituras y semillas. Una semilla se guarda sembrándola y multiplicándola, también tiene que circular, ser intercambiada, cuidada y cosechada”, manifestaron las bibliotecas participantes del proyecto.