La victoria de Marruecos en la definición por penales ante España se vivió como una fiesta popular en el país magrebí y en otros lugares con esa población. A la definición, por penales, que eliminó a la ex metrópoli, se le suma la victoria conseguida sobre su vecino ibérico. Mientras que Portugal, fue vencido en el desarrollo del partido y las imágenes de tristeza de su estrella, Cristiano Ronaldo, recorrieron el mundo.
Espera Francia este miércoles, la otra antigua potencia colonizadora, en lo que se estima que sea una definición infartante que, asimismo, pero fuera de lo deportivo, despierta enconadas pasiones entre dos países de acusadas relaciones en el pasado (y en el presente).
Una parte muy importante de población descendiente de los territorios colonizados por Francia en el norte de África habita hoy en la exmetrópoli. A propósito, el sábado pasado, tras la victoria marroquí ante el equipo sudamericano, se dieron incidentes en las calles de París y hubo represión policial a simpatizantes de la escuadra africana. El nivel de tensión es alto y ya se difundieron amenazas ante una eventual victoria marroquí que deje en el camino al combinado francés, gran candidato a llevarse una tercera copa mundial. El fascismo y la ultraderecha están a la orden del día en las sociedades europeas.
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Festejo marroquí en el mercado de Souq Waqif de Doha, Qatar.
Foto: Martín Divisek / EFE - EPA
Luces y sombras en la épica de un triunfo
La alegría es contagiosa, las voces se propagaron. El triunfo marroquí como un logro destacado para el fútbol de África, este país representando a un continente unido y adalid del panafricanismo. Esta unidad de los pueblos víctimas del colonialismo se acompaña con la idea de una redención histórica tras dejar a España sin mundial, si bien las relaciones entre Madrid y Rabat son, en estos tiempos recientes, mejores que nunca. De modo que hay que cruzar las esferas, no están aisladas, y así no es difícil pensar en la relación entre la política, la historia y el fútbol. La gran pregunta, entonces, es: ¿podrá pensarse lo mismo respecto del reto ante Francia si Marruecos repite la historia? ¿El colonialismo como una afrenta a la dignidad y una victoria deportiva del sometido como una suerte de venganza?
Generalmente, la nación que derrotó a Portugal es calificada como árabe. No obstante, esta no es homogénea, la habitan también diversidad de pueblos de origen bereber, como los amazigh, cuya identidad reposa más en el componente africano que en el árabe.
Típicamente se engloba, además, a Marruecos dentro de la categoría Medio Oriente, un convencionalismo geográfico que incluso peca de eurocéntrico y que lo acerca más a países como Jordania, Siria, Arabia Saudita o Irán (este último no árabe), que más al sur, y todos ellos atravesados por el Islam como un elemento de cohesión aunque sería ingenuo presentar esta religión como monolítica y la única. Entonces, por mera geografía, no obstante, Marruecos es africano, y por identidad, dependiendo la concepción, también.
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Marroquíes festejan después de ganar el partido de cuartos de final de la Copa del Mundo (FIFA 2022), en el mercado de Souq Waqif en Doha, Qatar.
Foto: Martín Divisek / EFE - EPA
Otro elemento aglutinador en el triunfo fue la defensa de la causa palestina. En efecto, en las tribunas de público marroquí se mostraron algunas banderas de Palestina y el equipo nacional lució una a la hora del festejo en el pase a la semifinal.
Sin embargo, los jugadores del seleccionado entonaron cánticos enarbolando la defensa y la legitimidad en la ocupación del Sáhara Occidental, territorio vecino a su país que Marruecos ocupa desde 1975 en desmedro del derecho internacional. Es decir, el plantel y la afición defienden la causa de un pueblo oprimido, el palestino, pero apoyan la ocupación ilegal de un territorio escasamente poblado y rico en fosfatos, vitales para la producción de fertilizantes, además de su cercanía costera a bancos pesqueros.
La monarquía constitucional que rige en el país magrebí atravesó momentos duros durante lo que se conocieron como “las Primaveras Árabes” entre 2011 y 2012, pero, a diferencia de la mayoría de países afectados, pudo mantenerse a flote. Sin embargo, el ciclo de protestas populares no quedó en el pasado.
Mientras se vive la alegría de la clasificación y el récord histórico, el gobierno hace frente a manifestaciones en reclamo contra la inflación (7,1 por ciento en octubre), la pobreza que subsiste en amplias capas de la población, a pesar del crecimiento económico, y la represión gubernamental, esta última moneda corriente en la región ocupada de lo que se conoce también como el Sáhara español. Una situación delicada, un territorio que detenta el status de pendiente de descolonización (en Naciones Unidas) pues figura aún como potencia administradora España, si bien ésta retiró sus últimos efectivos a comienzos de 1976. Entonces Marruecos es el ocupante. En 1991 la ONU prometió un referéndum para la autodeterminación que al día de hoy es deuda y, en definitiva, el Sáhara es la última colonia africana.
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Marruecos le ganó a España, otro punto de festejos fue en las ramblas de Barcelona, en coincidencia con el día de la Constitución de Catalunya.
Foto: Alejandro Gracía / EFE
España tiene una deuda gigante pues permitió, tras su partida informal, el reparto entre Marruecos y Mauritania, a finales de 1975. Por la resistencia local, en 1979, este país se retiró pero Marruecos no lo hizo y al día de hoy gran parte de la población saharaui vive en campamentos de refugiados del otro lado de la frontera, en Argelia. El territorio saharaui, asimismo, se encuentra dividido por un muro defensivo, así lo llama Marruecos, para defenderse del Frente Polisario, agrupación que lucha por un Sáhara libre y que Rabat (al igual que sus socios) tilda de organización terrorista.
El gobierno marroquí rige en un territorio que, desde su perspectiva, duplica el tamaño del Reino, si bien la FIFA no admite ese mapa unilateral de ocupación. La Unión Africana reconoce a la República Árabe Saharaui Democrática como el gobierno legítimo del Sáhara Occidental, al igual que otros países, pero no Marruecos, Estados Unidos, Israel y España, por solo mencionar a los más destacados. El Estado de Israel, enfrascado en el conflicto palestino, ha tendido muy buenas relaciones con Marruecos. Si bien no siempre el gobierno representa a sus pueblos, en este caso hay un dejo de hipocresía bastante considerable en alentar una causa de liberación a miles de kilómetros pero ocupar y oprimir en casa.
Varias de las hipocresías vistas dentro y fuera de los estadios de fútbol han costado la vida de miles de trabajadores migrantes en Qatar.
(*) Omer Freixa es historiador africanista argentino, docente y escritor. Interesado por los conflictos contemporáneos, los estudios afroamericanos y el origen afro en particular en el área del Río de la Plata. Licenciado y profesor en Historia, graduado en la Universidad de Buenos Aires. Magíster en Diversidad Cultural y especialista en estudios afroamericanos por la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Escribe divulgación y contenido académico sobre África y las relaciones que este continente tendió con Argentina y los países de la región.
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