Como vemos, la historia, en tanto estudio de épocas pretéritas, no proviene solamente de los profesionales del pasado (historiadores). La sociedad civil en su conjunto, la propia vida política, bucean seguido en los acontecimientos del pasado, en ocasiones buscando mensajes lineales y justificativos para el presente y el futuro.
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El presidente argentino en el medio junto a tres presidentes sudamericanos: el de Bolivia, Jaime Paz Zamora; el de Paraguay, Andrés Rodríguez y el de Uruguay, Luis Lacalle.
Fuente: Archivo Télam
El pasado es una gran cantera de héroes, heroínas y pasados colectivos, pero por eso la historiografía debe ser crítica en relación con los usos de ese pasado común, y su frecuente tendencia a derivas nacionalistas o negacionistas. Las efemérides, tanto aquellas que se prestan para la épica (como el 9 de julio), y aún aquellas más dolorosas como el 24 de marzo, muestran la permanente tensión entre discursos que provienen de la memoria colectiva, y aquellos basados en el método de las Ciencias Sociales.
Esta lucha por los significados tuvo particular visibilidad durante los festejos por el Bicentenario de la Independencia, hace apenas unos años. Hasta esta fecha, el guión del museo de la Casa Histórica, (sus paneles, sus textos), era realizado principalmente por personal del propio museo, pero esta vez las transformaciones se pensaron como cambios muy orquestados desde el gobierno nacional. Cada imagen exhibida, y particularmente la decisión acerca de qué sectores privilegiar en la narrativa, fueron cuidadosamente seleccionados y adaptados a la disputa electoral. Además de propias investigaciones, contamos con la reciente tesis de investigación realizada en la Universidad Nacional de Tucumán por María José Fernández Pascual, insumos que iluminan la comprensión de estos fascinantes fenómenos de la disputa de sentidos.
Esta voluntad por cuidar los detalles enunciativos, ocurrió tanto en el año 2015 cuando terminaba el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, como al año siguiente, cuando asumió la presidencia Mauricio Macri. Se trata de los principales referentes que aún marcan el pulso de la política nacional. En ambos casos las propuestas museográficas tuvieron diferencias significativas, pero también tuvieron un similar intento por controlar los discursos del pasado en un museo muy emblemático para la argentinidad.
En el primero de los casos, la innegable dimensión política que asumieron los cambios, se acrecentó por el temor del kirchnerismo a perder el control de los discursos. Este horror al vacío (de poder) ocurriría si es que no lograba mantener la presidencia en el año 2016, como finalmente ocurrió. Es decir que Cristina Fernández de Kirchner, sabiendo que su periodo de gobierno terminaba (2011-2015), anticipó un cambio de guión en el simbólico espacio de Tucumán, uno de los más visitados del país.
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Día de la Independencia (2008): encabezó la presidenta CFK y asistieron los presidentes sudamericanos Tabaré Vázquez de Uruguay, Chávez de Venezuela, Bachelet de Chile, Da Silva de Brasil, Lugo de Paraguay y Morales de Bolivia.
Foto: Presidencia de la Nacion vía DYN
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Bicentenario de la independencia (2016): el presidente Macri saluda al monarca Juan Carlos de Borbón de España, atrás el ex gobernador Manzur y la rosarina Susana Malcorra a cargo de la Cancillería argentina.
Foto: NA
El guión del 2015 fue ideado desde Buenos Aires por el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego, ámbito de elaboración de discursos que formaba parte del Ministerio de Cultura. Las transformaciones en textos e imágenes, demandaron meses de trabajo, y para realizarlos Tucumán fue testigo de la presencia de algunas autoridades instaladas para cambiar los relatos del pasado. Se trataba principalmente de los equipos técnicos de Araceli Bellota, Directora de Patrimonio, y vicepresidenta del mencionado Instituto. Este espacio de difusión histórica, que formaba parte del Ministerio de Cultura, se proponía visibilizar sectores considerados excluidos, principalmente pueblos originarios, mujeres, y población de origen africano.
El trabajo realizado en los meses finales del gobierno kirchnerista, generó rechazo en la población local de Tucumán, aunque luego los cambios de guión durante el gobierno de Macri también generaron una idea de “intromisión” del gobierno nacional, en una opinión pública tucumana de corte conservador y localista, aunque más identificada políticamente con el peronismo que con el macrismo.
La Casa Histórica es precisamente un espacio nacional, pero la común sensación con ambos cambios (del kirchnerismo y luego del macrismo) era que los vertiginosos cambios no eran discutidos por el personal del museo, y que se convertían en espacios para remarcar los discursos respectivos de cada partido político.
En forma equivocada, la población tucumana se comportaba en ambas ocasiones como custodio de un legado cultural que es en realidad nacional. También es cierto que ambos cambios de guión recreaban la tensión entre la mirada histórica generada desde Buenos Aires, a quienes en ocasiones les costaba escuchar al propio personal de Museo, quienes cuentan con sólida formación específica, y en muchos casos están más familiarizados con los contenidos referidos a la Declaración de la Independencia.
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El día de la Independencia en las revistas escolares.
En el caso del guión del 2015, resultó de fuerte impacto para la sociedad tucumana el hecho de que los próceres locales, perdieran lugar ante la aparición de héroes americanos como Simón Bolívar o heroínas como Juana Azurduy. La visibilidad otorgada por el kirchnerismo a José Gervasio de Artigas, líder de la Banda Oriental también generó debates, principalmente bajo la idea de que hacia 1816 su proyecto político implicaba una propuesta rival para el Congreso reunido en Tucumán.
Por el contrario, los estudios especializados en el discurso del presidente Mauricio Macri (2016-2019), han sostenido convincentemente que su percepción del tiempo histórico lo condujo a sostener que el pasado significaba “atraso”, o reabrir heridas como las de la dictadura militar. La novel fuerza búsqueda una retórica propia, que se diferenciase del discurso peronista y que se ubique a tono con los mercados y los giros mundiales hacia las derechas económicas. Se privilegiaba un tono modernizador y de futuro, presente en los lemas y en el propio nombre del partido (PRO). Dicha coalición tenía (tiene), una actitud más bien esquiva hacia el pasado como lugar en donde buscar sus símbolos, entre otras razones porque se trata precisamente de una fuerza relativamente nueva, sin la densidad histórica del radicalismo y el peronismo.
¿Cómo expresar un guión histórico si el pasado no resultaba un lugar cómodo?
Cuando triunfó el macrismo, en el año del Bicentenario, el nuevo Ministro de Cultura, Pablo Avelluto, y el Secretario de Patrimonio Cultural Américo Castilla, visitaron Tucumán y señalaron la importancia de renovar el guión de cara a los importantes festejos del 2016. Cuestionaron públicamente el contenido histórico anterior, asesorado por el Instituto Dorrego. Argumentaron que se trataba de un guión sobrecargado de “ideología”, tal como lo manifestaron en declaraciones a periódicos, radios y medios masivos. Naturalmente, la labor llevada a cabo por el nuevo gobierno también tendría componentes ideológicos propios, no precisamente en el guión, sino en el propio acto del 9 de julio de 2016, con la presencia del rey de España, Juan Carlos I. Sin dudas resultó muy polémica la visita de un rey particularmente cuestionado en Europa, así como la ausencia de líderes de la región como Evo Morales, gestos interpretados como una deliberada omisión de la vigencia de los pueblos originarios.
En cuanto al guión, el mencionado Américo Castilla manifestó públicamente que se pretendía un dispositivo “menos beligerante”, y dispuso para el asesoramiento histórico a la doctora Noemí Goldman, de reconocido prestigio académico, con una notable formación profesional en Argentina y en Francia, quien desempeñó un elaborado trabajo, muy articulado esta vez con el Área de Investigación de la Casa Histórica.
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Juan Carlos de Borbón en el Bicentenario de la Independencia de Argentina junto a Macri y Awada.
Foto: Emilio Rapetti / Télam
El nuevo guion inaugurado en la celebración bicentenaria parece haber tenido una mayor aceptación del mundo académico, es decir de quienes se pronunciaron desde las Universidades y organismos como el Conicet. El repliegue de imágenes demasiado centradas en héroes y heroínas, dio lugar a la descripción de sucesos, y al análisis conceptual sobre la revolución, sin perder eficacia comunicativa. A un nivel más masivo y popular, las críticas no apuntaron hacia estos cambios, quizás difíciles de advertir para el público común.
Los cuestionamientos en el año 2016 se concentraron en la presencia del monarca Juan Carlos, y apuntaron hacia la mención del presidente Macri sobre la “angustia” de los congresales, entendida como un gesto conciliador dedicado a España. La desafortunada frase presidencial del año 2016, sugería condescendencia con los poderes europeos, sugería una narrativa de pasado en donde no había conflictos, y minimizaba la dimensión rupturista que había implicado la Declaración de Independencia de los Pueblos Unidos en Sudamérica. La Historia nunca constituyó un territorio neutro, muchos menos cuando los discursos provienen directamente de los gobiernos y sus aparatos comunicativos. Las ciencias y sus mejores espacios (la Universidad, el Conicet), tienen que mantener su voz propia en la sociedad, evitando usos intencionados del pasado, asesorando, expandiendo su radio de acción, desmontando anacronismos.
A días de la próxima visita presidencial, conviene resaltar la enorme carga simbólica de estos lugares de la memoria, su capacidad para expresar tensiones partidarias y electorales, pero también su sensibilidad para captar festejos de la sociedad civil que exceden a la disputa de momento. Las presidencias y los partidos alternan, los rituales y los símbolos patrios parecen mantener una mayor quietud.
(*) Facundo Nanni es doctor y profesor de historia. Investigador del Conicet. Integra la Junta de Estudios Históricos de Tucumán…
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