Desde los primeros días de la guerra, las declaraciones del papa Francisco han generado frecuentes controversias. Para los sectores más radicalizados del nacionalismo ucraniano, el papa es, lisa y llanamente, “pro-ruso”. Algo similar plantea la prensa nacionalista polaca. Uno de los principales medios del país, la Gazeta Wyborcza, lo llamó incluso “idiota útil de Putin”. Entre otras cosas le cuestionan el haber dicho que antes de visitar Kiev consideraba necesario viajar a Rusia. De igual manera, le cuestionan no condenar directamente a Vladimir Putin, con nombre y apellido. En los últimos meses, las críticas se profundizaron tras sus muestras de misericordia por el asesinato de la hija del filósofo ruso Aleksandr Duguin, un intelectual que muchos consideran una de las fuentes de inspiración del nacionalismo ruso actual. El papa lamentó que “esa pobre chica” muriera y señaló que en la guerra mueren muchos inocentes. Ante estas declaraciones, el ex presidente del consejo europeo, el polaco Donald Tusk, escribió en twitter que “probablemente San Francisco" tenía "el corazón partido por el hecho de que el Papa" hubiera "tomado su nombre" y el embajador ucraniano en la Santa Sede, Andrii Yurash, consideró “decepcionante” la declaración del pontífice.
Por supuesto, Francisco niega ser “filoruso” y considera que tales acusaciones son “simplistas y erróneas”. En esta línea, el arzobispo lituano Visvaldas Kulbokas, nuncio católico en Ucrania, defendió al papa y señaló que “la diplomacia papal ha sido hasta ahora mal interpretada”. El Vaticano, a su vez, vía sus canales oficiales, emitió hace algunas semanas un nuevo comunicado para despejar dudas. En el documento, la Santa Sede consideró que la guerra fue “iniciada por la Federación Rusa” y la condenó sin medias tintas “como moralmente injusta, inaceptable, barbárica, insensata, repugnante y sacrílega”. El papa, por su parte, más allá de las críticas recibidas ha tenido numerosos gestos de acercamiento a Ucrania. No sólo besó públicamente la bandera del país, sino que consideró a los ucranianos un “pueblo valiente” que luchaba “por sobrevivir” apelando a su larga historia. Por si fuera poco, cuestionó duramente al líder de la Iglesia ortodoxa rusa, el patriarca Kirill, debido a su apoyo a la guerra. En una entrevista reciente lo llamó incluso “monaguillo” de Putin. ¿Por qué, entonces, son tantos los que, principalmente en Europa, consideran al papa un aliado de Putin y de la causa rusa?
Una tradición vaticana
Ante todo, la postura de Francisco debe entenderse en el marco de la tradición diplomática inaugurada por el papa Benedicto XV durante la Gran Guerra, a comienzos del siglo XX. Durante aquel conflicto, el papado apostó por mantener la neutralidad con el objetivo de convertir a la Iglesia católica en un actor político internacional capaz de mediar entre las partes. En continuidad con dicha posición, en nuestros días, Francisco busca preservar al Vaticano como un canal de diálogo y un actor relevante en la construcción de una futura salida diplomática a la guerra. La única vía posible de resolución, a la luz de la situación militar que se vive actualmente en el frente. En este marco, como han explicado numerosos diplomáticos vaticanos, es indispensable evitar las declaraciones virulentas o las escaladas verbales. Recientemente lo señaló la propia nunciatura católica en Ucrania: “Empezar a acusar no sólo impide que se abran canales de diálogo, sino que también disminuye las posibilidades de soluciones de tipo humanitario o diplomático”. Además, “el papa es pastor universal y para él toda la humanidad es su familia. Por eso es difícil para el papa salir a decir que Rusia es la agresora, algo que sin duda le diría cara a cara a Putin, en forma directa”.
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Un policía ucraniano y manifestantes civiles a favor de Rusia. Detuvieron a una activista del movimiento de mujeres (Femen) en una protesta contra la guerra, durante una reunión donde el Parlamento de Crimea sucedió "por unanimidad" la incorporación de esa república autónoma ucraniana a Rusia.
Foto: Alexander Nemenov / AFP vía Télam _ lz
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La OTAN regresa a la escena de uno de sus decisiones más controvertidas y donde pretende repetir su promesa de que Ucrania, podrá unirse algún día a la alianza militar más grande del mundo.
Foto: Vadim Ghirda / AP
¿David contra Goliat?
El principal malestar entre los críticos del papa, sin embargo, no proviene de la moderación diplomática del Vaticano, sino, más bien, del intento de Francisco por construir una interpretación propia sobre las responsabilidades de la guerra. Una perspectiva que está en disonancia con el discurso oficial de la Unión Europea, Gran Bretaña y Estados Unidos. Francisco considera a Rusia el agresor y condena sin atenuantes la guerra, pero su lectura de los hechos no se detiene allí. Para el papa, la agresión rusa no es la manifestación de la naturaleza perversa de los rusos, cuya cultura debería ser cancelada, ni el resultado de los desvaríos del presidente Putin, como suele afirmar buena parte de la prensa en Europa occidental. Lejos de estas posiciones extremas, el papa, quien viene hablando desde hace tiempo de la existencia de una "tercera guerra mundial en cuotas", propone una interpretación más compleja de la agresión rusa en la que, claro está, las ambiciones geopolíticas de Putin son un factor clave, pero también las acciones de la OTAN y la política exterior de la Unión Europea. Como señaló en una entrevista para un medio italiano hace algunos meses, la “OTAN ladró a las puertas de Rusia” sabiendo de antemano cuáles podrían ser las consecuencias. Por otro lado, no escapa tampoco a Francisco que más allá de que Rusia se asemeje a Goliat en su enfrentamiento con Ucrania, en términos generales, el verdadero Goliat de la historia en cuestión es la OTAN. De hecho, las dificultades de Rusia en el campo de batalla demuestran que, como ya sabían los expertos militares desde hace tiempo, Rusia dista mucho de ser una superpotencia militar con capacidad de desplegar su poder a gran escala o lejos de sus fronteras. Una rápida mirada del gasto militar a nivel mundial debería despejar cualquier duda al respecto. EEUU invierte entre 12 y 13 veces más que Rusia por año en presupuesto militar, y viene haciéndolo, además, desde hace treinta años. Por otro lado, si comparamos el gasto militar de Rusia con el de la OTAN la diferencia es aún más escandalosa. Ni hablar si tenemos en cuenta el número de bases militares desperdigadas por el mundo. EEUU tiene más de 250, cuarenta de ellas en Alemania. Rusia apenas una decena, ubicadas además principalmente cerca de sus fronteras. Por otro lado, la guerra mostró también que el grueso del gasto militar ruso así como su investigación científica se orientan a la defensa de su propio territorio y a la disuasión nuclear, en contraste con el de EEUU dirigido a potenciar la capacidad del país para desplegarse en cualquier parte del mundo. Que Francisco sugiera esto no niega que el agresor sea Rusia ni pretende licuar sus responsabilidades, pero sí apunta a delinear un cuadro menos maniqueo, más multicausal, donde los “buenos” no son totalmente buenos ni los "malos" totalmente malos. En donde los hechos no se desenvuelven en el vacío, sino a partir de historias previas que no pueden obviarse. Una posición que constituye una rara avis en el concierto occidental, bastante monocorde, y en el que Rusia suele encarnar el mal absoluto.
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La primera dama de Ucrania, Olena Zelenska, habla durante la inauguración de una exposición sobre crímenes de guerra en Portcullis House, Londres.
Foto: James Manning / Pool vía AP
La globalización del papa
Por último, un tercer factor a considerar a la hora de analizar la postura de Francisco es su crítica de fondo a la “globalización” en su actual “versión neoliberal”. La globalización de la “exclusión y la indiferencia”, según sus palabras, dirigida a suprimir “las particularidades” y la “historia” de cada pueblo. En dirección contraria, una “globalización cristiana”, afirma Francisco, debería ser como un poliedro en el que cada uno, “manteniendo su identidad”, se enriquece al mismo tiempo en la interacción con lo diferente. Una globalización como “diálogo” entre pueblos que, en tanto tales, no renuncian a sus “raíces”. La única forma, agrega Francisco, de lograr un intercambio real que no “destruya” a los interlocutores débiles ni aniquile “sus culturas”. En el año 2014, definió este tipo de globalización como “cultura del encuentro”, opuesta a la cultura de la discriminación y la xenofobia, y la comparó una vez más con un poliedro capaz de reflejar la “confluencia de todas las parcialidades”. En este sentido, Francisco ve con preocupación tanto las expresiones radicales de los nacionalismos del este europeo, basados en formas esencialistas y excluyentes de entender al pueblo, como la globalización neoliberal que instrumentaliza “la economía global para imponer un modelo cultural único". En palabras de Francisco, "un globalismo que favorece la identidad de los más fuertes" y "procura licuar las identidades de las regiones más débiles y pobres, haciéndolas más vulnerables y dependientes [...] frente a los poderes económicos transnacionales que aplican el divide y reinarás”.
Desde esta perspectiva, el conflicto entre Rusia y Ucrania se explica también como un subproducto de la globalización de la "exclusión y la indiferencia" y, por ende, como un capítulo más del “divide y reinarás” que el papa viene denunciando en diferentes foros internacionales. El objetivo de Francisco, claro está, no es deslindar a Rusia de las responsabilidades que le caben como iniciadora de la guerra, pero, en línea con la orientación forjada por Benedicto XV durante la Gran Guerra, quiere colocar a la Iglesia católica más allá de la propaganda de ambos bandos con el propósito de preservarla como un posible canal diplomático que contribuya en el futuro a poner fin al conflicto.
(*) Diego Mauro, es investigador independiente en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET), docente y coordinador del Doctorado en Historia, forma parte de la Red de Estudios de Historia de la Secularización y la Laicidad (REDHISEL) y coordina el Observatorio de Culturas Religiosas también de la Universidad de Rosario (UNR)
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