Con su familia se mudaron varias veces. Todas, dentro del área del Parque Nacional a la Bandera, cerca de Club Universitario. De adulto, Parque España.
Hoy vive a una cuadra del Monumento.
“La primera casa donde viví tenía un patio bastante grande. Había una higuera y una planta de lima. Cuando salía a corretear por ahí sentía esos olores de esas plantas. Eran muy característicos”, recuerda el hombre cuya voz cantada es reconocida también hasta muy lejos fuera de Argentina.
En horas de la merienda de infancia, el Ludo, el Senku, El Estanciero, los viejos Legos y Mis Ladrillos para armar eran sus divertimentos. “Todo un combo de juegos”, comprime.
¿Cuáles son las canciones y los discos ante los que despertó tu deseo de cantar y componer?
Toda mi vida sentí la música. Ya, de chiquitito. Lo primero que empecé a escuchar fueron Deep Purple, Led Zepellin, Pink Floyd, Yes, Emerson Like And Palmer, con los chicos de Barrio Martin. Mamé mucho esa música. Lo raro es que también de chiquito, cuando íbamos al viejo Munich, sonaban Camilo Sesto, Batallón Mermelada, una meresunda de cosas. Tengo una coctelera terrible en la cabeza. Sigo siendo muy amante del Rock Progresivo. Me marcó mucho la época de los 14, 15 años. Luego fui mutando. Empezamos a escuchar Sui Generis. Después, Crucis, una banda de Rock Sinfónico, que también me marcó.
¿Además de escuchar música, qué más sucedía?
Empezaba a estudiar batería. Estudié muy poco pero estudié. Después, tengo como un gran llamado el día cuando mi mamá trajo un disco de Los Beatles. Era un compilado. Escuché Penny Lane. Tenía unos ocho años. Me quedó un recuerdo muy lindo. Como verás, en mi adolescencia escuché muchísima música. Siempre me gustó. Me llamó la atención. Dije: “¿Cómo lo cristalizo?” Con el tiempo lo fui encauzando. En la época de los 16, 17, cuando estábamos mucho con los chicos, íbamos a ver todos los shows del flaco Spinetta, Spinetta Jade, Serú Giran. Me fui forjando. Mi cultura, mis ganas de hacer música, mi gusto.
¿Cómo quiénes querías ser de niño y/o adolescente?
Acá también tengo una coctelera, porque desde chiquito tuve las ganas no sé si de ser cantante, sino de hacer música. Una vez se lo dije a mi mamá y me mandó a freír churros. Cuando estaba en la Integral de Fisherton me metieron en un coro, el de Hernández Larguía. Ahí se me cortó. A los años empecé como DJ. Ahí tienen mucho que ver Deep Purple, Pink Floyd, Led Zeppelin, Santana, Boney M. Era lo que sonaba en esa época, Década del 70. La mutación grande fue, cuando estando en la Dante, conozco a los chicos: Fito, Germán, Ricardo, Alejandro. Ahí se me hace el primer despertar y canalizo con la batería. Me pongo a tocar de caradura, de oreja, de oído. Me pongo a estudiar con Vicente Giosa. Primero muté como cantante. Después lo cristalicé como baterista. No sé si era mi sueño, pero creo que lo pude llegar a encauzar.
Encauzar tiene que ver también con que en un momento aparece el cantante.
Al ser baterista, toqué muchos años en Identi-Kit. Toqué con un montón de gente. Estudié muy poco. Siempre he sido orejero, caradura. Lo digo en el buen sentido de la palabra. Desde folklore, pasando por mil bandas, hasta que en 1985 hacemos Identi-Kit. Cuando empezamos a ensayar y a sacar temas, yo me largaba a hacer coros con la batería. Me empezó a llamar la atención el canto. Cuando se disuelve Identi-Kit quedo boyando. Había una banda que se llamaba Los Arnaldos. Jorge (Risso) -que había sido el guitarrista de Identi-Kit y fue el guitarrista de Vilma Palma-, me dice: “¿Por qué no te venís a probar como cantante?”. Fui. Me gustó. Duré dos shows porque a los chicos nos les gustó mucho la perfomance, pero a mí me picó el bichito de cantar. Al momento de la previa de Vilma Palma, un día lo llamo a Jorge y le digo: “Tengo un par de canciones”. Me había largado a componer en Identi-Kit. Antes de Vilma tenía las ganas de componer canciones. Era la época de los veinte y pico. Ibamos a bailar a las discotecas: Mengano, Dixie, Space, y tenía mucha música en mi cabeza, desde Soda Stereo, pasando por Roxette, Elton John, George Michael, Queen. Empecé a tirar canciones. Ahí pensé: “¿Si realmente quiero cantar, por qué no voy a vocalizar?” Y empecé a estudiar canto con Julio Somaschini. Fue entre 1989 y 1990. Lo demás vino solo.
¿Vilma también?
Lo de Vilma Palma se dio en un boliche entre trago y trago. Pasó mucho tiempo hasta que me di cuenta de que mi voz iba a vender, porque al principio cantaba medio para el churrete. Tenía voz de pito. Todo el mundo me lo decía. Creo que algo pasó. Ese quiebre se dio en el ’91, cuando grabamos el demo de La Pachanga. Primero lo agarró Edgardo Mancinelli, el pelado, para que sea el jingle del Pata Pata, en La Florida. Se corrió la bola con el casete, de mano en mano. Empezó a sonar en todos los boliches y en todas las radios. Ahí me di cuenta de que podía empezar algo con mi voz, pero al principio era bastante flojita la perfomance como cantante. Me fui haciendo camino solo. Soy un caradura intuitivo pero con mucho bache, con mucho huevo. En ese sentido, no me tiro a menos, sino que me defiendo.
¿Cuál fue la primera experiencia de cantar ante público?
Con Los Arnaldos. Duré dos shows y me echaron. Canté en un anfiteatro y después en un boliche, Vadinho. Lo que pasa es que Los Arnaldos eran mucho más rockers, una muy buena banda. El debut fue con Los Arnaldos; el debut más con amor fue con Vilma en Púrpura. Lo que ahora es, o no sé si sigue siendo Jalisco, Córdoba y Donado. Estaban las novias nuestras y los amigos. Veinte personas eran. Fue muy cómico. Inhibido. A veces no sabía ni cómo pararme ni cómo moverme. Toda mi vida ha sido una improvisación y un caradurismo e intuición. Algo pasó. Antes de grabar el primer disco con Vilma hicimos muchos shows para la Muni, en plazas. Ahí nos fuimos fogueando.
¿Qué te pasó la primera vez que una canción que cantás sonó en la Radio?
La primera caída de ficha grande, la primera vez que me sorprendió muchísimo no escuchándome sino escuchando a otras personas fue yendo a trabajar a lo de mi papá. Me tomo el viejo 53. Yo iba a trabajar de donde vivía, ahí cerca de San Lorenzo y San Martín, hasta Dorrego y 27. Me subo al colectivo. Se sienta un tipo atrás mío y empieza a silbar La Pachanga. Realmente eso me pegó muchísimo. Me di vuelta. El tipo me miró como diciendo: “¿Flaco, quién sos vos?”. Ahí me di cuenta por primera vez que algo pasaba. Sí, previamente, había sonado en radios, pero una cosa es escucharla en la Radio, otra cosa es escuchar una persona atrás tuyo por primera vez silbando un tema que vos cantás. Fue una sensación bastante gratificante y rara a la vez.
¿Cómo está constituido tu carisma? ¿Qué hay de innato y cuánto de trabajo y entrenamiento?
Improvisación total. Muchísima. Pero también hay una cosa que me parece bien decir: nunca dejé de vocalizar con Julio Somaschini y Graciela Mozzoni. Ahora, con Cecilia Petrocelli. Cada quince días, una semana, siempre voy a vocalizar porque es fundamental para estar bien. Sacando el movimiento, la parte escénica, creo que lo vocal es muy importante. Inclusive, a veces me critico mucho cuando escucho que hay caladas o desafinadas. Soy bastante responsable. Voy y le cuento a la profe: “Mirá, pifié acá. ¿Qué tengo que hacer? La respiración, la colocación”. Mucha improvisación, muchísima, pero también bastante responsabilidad.
¿Te duelen cosas del presente de la Ciudad?
Sí. Primero, la inseguridad que hay en las calles. Y de lo que todo el mundo se vive quejando: el robo. Me asusta mucho. Siempre lo hablamos con mi hermano y con mi papá. Nosotros íbamos en un colectivo, dos chicos jovencitos de siete u ocho años, desde Barrio Martin hasta Fisherton y nunca nos pasó nada. Hoy en día vos no sabés qué pasa. Es triste, porque es una ciudad tan linda... Hay que mejorar eso. También, que me incluye a veces, la falta de respeto que hay de la gente. Por ejemplo, con el tránsito, el no respeto, el auto en doble fila. No se respeta eso. Mirá que también soy un tipo que anda a full y a veces hasta yo mismo me cruzo la calle rápido y cuando pasan los autos: “¿Cómo va a pasar así?”. Rosario se parece mucho a Montevideo. Tiene cosas de Santiago de Chile; hasta de Barcelona.
¿A esta altura, tus canciones ya tienen vida propia?
Yo pienso que sí. Creo que más que nada la gente se las hace como suyas. Eso es espectacular. Es hermoso. Es muy lindo. Creo que las canciones son de la gente. Una vez que perduran en el tiempo, letra y melodía son de la gente. Me quedo con el orgullo de que las hicimos con Jorge. Yo música, Jorge la letra. La primera musa inspiradora siempre fui yo porque siempre llevé las melodías. Uno se retroalimenta. Es hermoso lo que pasa. Creo que no son mías, pero, bueno, es Vilma Palma.
¿Qué te pasa, por ejemplo, cuando sos testigo de mucha gente coreando una canción que compusiste en un estadio?
¿Vos te referís, por ejemplo, a que soy futbolero y qué me pasa cuando he escuchado a la hinchada de mi club favorito, que es Central, cantar Fondo profundo en el noventa y pico? Casi me muero de la emoción, porque soy muy futbolero, muy canallón, y siempre lo asocio mucho con la música. Es una felicidad increíble. Es una sensación que no hay forma de expresarla. Es muy muy lindo. No solamente esa, sino que también La Pachanga y varias canciones más, que las cantan muchas hinchadas en todo el mundo: Estudiantes, Racing, Boca, la Liga de Quito, la U de Perú, Peñarol y Nacional de Montevideo, y me estoy quedando corto. Es una bendición.
¿Qué tenés ganas de hacer por los músicos emergentes?
Siempre que puedo y estoy, colaboro. Ahora grabé con Manu Piro. Me parece bien colaborar porque considero que Rosario tiene ese semillero de buenos músicos. Lo viví en la Década del ’80 con Identi-Kit y con montones de bandas que había. Me hace acordar mucho a cuando yo era pibe. Uno siempre sigue teniendo el pibe adentro. Es más, sigo siendo un pibe, de sesenta pero sigo siendo un pibe. Cuando se puede colaborar, me llaman y estoy. He grabado con un montón de gente. Soy bastante buena onda. Cuando no se puede, no se puede.
¿A tu rutina de entrenamiento te la diseñas o tenés un personal trainer?
Tengo un personal que me está entrenando. Se llama Luiggi. Es un fenómeno. Me tiene bastante cortito. No me deja comer, no me deja tomar, la voy llevando. Voy porque me gusta, porque me ayudó mucho con el tema de la pandemia, porque me hace bien a la cabeza, y porque hay que quererse un poquito. Yo, a veces, tengo bastantes problemas de quererme, y el entrenar me saca las porquerías de la cabeza. Me pone las pilas. Me gusta mucho. No soy ni Jones Atlas ni un modelo pero me gusta verme bien. A los sesenta está bueno eso, sentirse sano, pero nada más. La pavada, no. Lo hago por una cuestión de gusto y sentirme bien yo con la cabeza.
¿Quiénes te acompañan en tus caminos de música y de vida?
Mi familia. Dediqué mi vida a Vilma Palma. No formé pareja, no me casé, no engendré hijos, pero eso llega. Estoy muy a tiempo. Mi familia es fundamental. Si bien ellos no están conmigo presentes, están en cada mensaje de whatsapp, en cada llamado. Mi viejo, mi hermano, mi hermana, mis sobrinos. Tengo una comunión muy grande con ellos. Mi vieja no está. Me acompaña desde el cielo.