Primera cuestión, Scaloni
Primera cuestión a considerar. Lionel Scaloni es un técnico apegado a los detalles. Se nota en sus planificaciones, en su discurso, se ve reflejado en la cancha. El mismo Lionel Messi lo dijo con toda claridad luego del mejor triunfo de la selección en este Mundial, en la instancia semifinal. Alabó al entrenador y sus ayudantes, expresó eso mismo, que está en todos los pormenores y no hay forma de disfrazar el discurso, porque está a la vista en la práctica.
Scaloni no se empecina con una forma de jugar, no desprecia al rival que tiene enfrente, lo tiene muy en cuenta para llevar a cabo su plan. Y, lo más importante, no lo subordina tampoco. El técnico hace que Argentina pueda ser protagonista de diversas formas, con ritmo cansino o acelerando, atacando por los flancos o por el centro, haciendo marca sobre un jugador rival como en el caso del croata Modric con Enzo Fernández, pero también dándole libertad al volante con la pelota en poder propio para que meta un pase-gol a Julián Alvarez por ejemplo.
A Scaloni no le tembló el pulso para parar línea de cuatro o de tres, liberar a los laterales o contenerlos, imponer un ofensivo 4-3-3 o un más precavido 4-4-2, e inclusive modificarlo en el partido. El esquema se acomoda a las circunstancias, con jugadores versátiles, adaptables.
Enfrente, Didier Deschamps parece más tradicional en eso de llevar adelante la estrategia. Atrás planta cuatro defensores, siempre, dispone de un volante central tapón y uno bien ofensivo al lado, y penetra con la velocidad de dos punteros a la vieja usanza, como Dembelé por un lado y Mbappé por el otro, con Griezmann esta vez jugando como el pensante del equipo, mas retrasado, y Giroud bien de 9, bastante distinto a Julián Alvarez que es el primer defensor.
En general, Francia no ha variado en esa disposición, aunque sí se volvió más precavido en los cuartos de final ante Inglaterra y en la semi ante Marruecos, esperando mucho más atrás.
No parece que Deschamps vaya a cambiar porque enfrente está Argentina y ahí puede estar una ventaja para los de Scaloni. Si el otro no cambia, bien el DT argentino puede hacerlo para sorprenderlo.
Uno en plena alza, el otro en leve baja
Que duda cabe que el duelo que acaparará la atención será el de Lionel Messi ante su compañero en el PSG, Kylian Mbappé. Uno, de 35 años. El otro, de 23. Hay una diferencia a favor del francés, que se traduce en la velocidad endiablada de sus movimientos cuando lo dejan poner primera. También le tocó resolver muy bien en espacios reducidos y rodeado, pero en eso el rosarino le saca ventaja. Impresiona menos quizás, pero saca igual o más de provecho.
De hecho, ambos están igualados en la cima de la tabla de goleadores. Pero Messi viene en una curva ascendente imparable desde la segunda jornada y Mbappé en una descendente, leve, pero descendente. El rosarino viene marcando goles en casi todos los partidos, no dejó de hacerlo en cuartos y semifinales, aunque hayan sido de penal, y fue figura incuestionable en todos ellos, desde México en adelante.
Mbappé sí fue determinante en octavos ante Polonia, pero no así ante Inglaterra ni Marruecos. De hecho no marcó en esos encuentros. No es que no haya participado de buena manera en jugadas clave, pero no fue tan decisivo. Es cierto, su equipo ganó y eso hace a Francia muy peligroso, pero en ese juego de la comparación, Messi llega a la final un escalón arriba. El veterano por sobre el aún juvenil. Impone una autoridad que puede jugar su partido.
El hambre de gloria
Siempre las cosas se pueden mirar de distinto cristal con conclusiones opuestas. Por ejemplo, se puede decir que Francia debe tener menos presión que Argentina por salir campeón, porque viene de coronarse en Rusia, mientras la albiceleste no lo hace desde hace 36 años. Cierto. Pero también que eso mismo puede hacer la diferencia a favor del equipo de Scaloni.
Puede pesar el temor al fracaso, claro, pero esta Argentina ya pasó por ese duro crisol en toda la primera fase. Ya supo lo que fue superar esa posibilidad y no parece ahora que caer en una final implique una situación desesperante.
En ese sentido, hay que decir que, con el diario del lunes, a Argentina le vino bárbaro recibir ese tremendo cachetazo ante Arabia Saudita. De sentir el miedo de la eliminación posible hasta que Messi despachó ese tremendo zurdazo de afuera del área que venció a Ochoa. Y hasta no caerse porque el rosarino marró el penal ante Polonia con el 0-0, cuando una caída también lo dejaba afuera.
La selección supo lo que era estar al borde del abismo. De ninguna manera una derrota en la final del mundo puede compararse. Seguro en esas situaciones que supo sortear lo hicieron más inmune al lógico temor. Y por ese mismo razonamiento, difícil que prime ahora esa cuestión. Argentina ya no tiene mucho que perder, y en cambio mucho por ganar. Y lo mejor, tiene la historia, el presente y el debido respeto del rival para poder lograrlo.
Es más, se nota en los semblantes, en las posturas corporales que, más que una presión, prevale un hambre de gloria mucho mayor al de Francia y que puede volcar la balanza.
La cuestión física
Argentina, que llegó a jugar con menos de 72 horas de diferencia entre Polonia y Australia, ahora tuvo un día más de descanso que Francia. Es más, todo una rareza, como ocurrió luego de la gran victoria en cuartos de final, el cuerpo técnico decidió darle un día entero de descanso a los jugadores que la pasaron con sus familias, mientras los galos jugaban la semifinal ante Marruecos.
Esas 24 horas extras son hoy una ventaja para Argentina, como lo es el hecho de que tiene a prácticamente todos a disposición (excepto el Papu Gómez), mientras que Deschamps debió prescindir de Adrien Rabot y Dayot Upamecano ante Marruecos por padecer el virus del camello, mientras que el zaguero Raphael Varane (foto) no entrenó este viernes por el mismo tema, lo mismo que el relevo Kingsley Coman que también quedó contagiado y hay temor de nuevos casos. Además, Theo Fernández fue guardado por un golpe en la rodilla sufrida ante Marruecos. Todos estarían a disposición pero no en las mejores condiciones.
En ese sentido, y más allá de esa molestia que de ninguna manera limitó a Messi ante Croacia, Argentina corre con una pequeña luz. Está un poco mejor desde lo físico. Puede aprovecharlo.
La gente puede jugar su partido
En la misma sintonía que el equipo de Scaloni, hay una hinchada sedienta de un título, sí, pero también enormemente agradecida a este equipo que volvió a encenderle la ilusión, que el año pasado le regaló un título en el mismo Maracaná ante Brasil y que a medida que avanzó de fase le fue dando mas motivos para creer. Y ese aliento que bajará de las tribunas seguro que será propositivo, que empujará realmente, que lejos será de ser una carga.
Y en las tribunas del imponente Lusail para 80 mil personas, los cálculos dan que la proporción a favor de la presencia argentina será descomunal, no menos de 80 a 20. Además, los imparciales mayoritariamente apoyarán a la selección porque no hay dudas que quieren que Messi salga campeón.
No juegan, no entran a la cancha, pero la sensación es que lejos de meterle presión a los jugadores le darán un plus motivacional. Hay una simbiosis pocas veces vista, una incondicionalidad histórica que nadie discute. Ni siquiera Menotti o Bilardo gozaron de semejante apoyo mayoritario. Hay entonces una condición externa que puede multiplicarse adentro.
Por supuesto, todas las citadas son apreciaciones subjetivas. Habrá seguro más detalles a considerar. El fútbol de ninguna manera es exacto. Pero los detalles pueden estar hablando de una ventaja que puede plasmarse en la cancha. Dirían los creyentes. Que así sea. n