Como toda crisis, la pandemia abre una ventana de oportunidades para que distintos proyectos políticos pueden avanzar con medidas consideradas hasta ese momento impensables. Para la socióloga Maristella Svampa, el gobierno de Alberto Fernández está desaprovechando una oportunidad para avanzar con un ingreso universal ciudadano y una reforma tributaria como una puerta hacia transformaciones de fondo. En un entrevista para La Capital, la también docente universitaria e investigadora del Conicet apunta a las causas estructurales de la pandemia, plantea la necesidad de un pacto ecológico, social y económico y cuestiona a quienes hablan de "infectadura".
—¿Qué es el pacto económico, social y ecológico que proponen para enfrentar distintas crisis?
—A escala regional y latinoamericana venimos trabajando, en diálogo con intelectuales y activistas de Europa, la idea de un pacto ecológico, social y económico. Planteamos la crítica al neoextractivismo en América latina y también discusiones sobre el posextractivismo, los derechos de la naturaleza, el buen vivir, los bienes comunes y la ética del cuidado. Hay una narrativa política emancipatoria, gestada en esa interfase entre luchas sociales y activismo intelectual. Está en sintonía con las propuesta del green new deal (nuevo acuerdo verde), que se está discutiendo en Estados Unidos y en Inglaterra. Se inspira en el new deal implementado después de la depresión de 1930, pero ahora hay una perspectiva más holística: se propone integrar la justicia racial, social, de género, con la justicia ambiental.
—La pandemia está estrechamente relacionada con la relación de la humanidad con la naturaleza. ¿Por qué está ausente el debate ambiental en la agenda pública?
—Es cierto, las grandes desigualdades tienen una alta visibilidad, pero no ocurre lo mismo con las causas socioambientales de la pandemia. Son muchos los investigadores e investigadoras que han mostrado la relación directa que hay entre este virus (al igual que otros, la gripe aviar, la gripe porcina, virus que están muy ligados a la devastación de ecosistemas silvestres) con el sistema que se ha instalado a gran escala de cría de animales. Es más fácil para los sectores de poder y la clase política culpar al virus, al síntoma, sin develar las causas socioambientales que hay detrás.
—Las crisis abren una ventana de oportunidad para avanzar con cambios hasta ese momento impensados. ¿No está desaprovechando el gobierno para avanzar con ciertas reformas, por ejemplo en el terreno impositivo, en un momento en el que tiene alta adhesión social?
—Sí, creo que el gobierno de Alberto Fernández está desaprovechando una oportunidad única para avanzar en un ingreso único que, de manera procesual, apunte a la universalidad —como indica la Cepal y tantos de nosotros venimos diciéndolo; tal como acaba de hacerlo España— y en una reforma impositiva. Esa es la puerta de entrada para varias transformaciones de fondo. En el escenario pospandemia, por más negociador que se sea, hay que ser firme. No se puede ser tibio ni dejar las cosas a medias. Se requieren medidas económicas, sociales y ambientales estructurales que apunten a la reconstrucción del país y, en ese escenario de disputa, es crucial la posición que el gobierno adopte en relación con las luchas sociales. Esto es, si decide responder y alinearse con las demandas que desde abajo apuntan a la construcción de lo común, en una clave igualitaria y sustentable, o bien cede a las presiones de los sectores económicos más concentrados, en defensa de sus privilegios.
EM_DASHEl gobierno viene planteando la necesidad de crear un consejo económico y social. ¿Deberían estar incluidas también organizaciones ambientales y otras de la sociedad civil, además de empresarios y sindicatos?
—Hay diferentes líneas de acumulación de lucha en la Argentina, como las luchas feministas, las luchas territoriales urbanas —que aparecen expresadas por ejemplo en los movimientos territoriales urbanos— las luchas territoriales rurales (muy ligadas a las propuestas agroecológicas), las luchas de los pueblos originarios contra distintas formas de neoextractivismo y por una relación diferente contra la naturaleza. Son luchas que, junto a las luchas sindicales, aportan narrativa de cambio que debe ser escuchada y que debe encontrar una traducción también político institucional en un momento de crisis como la que enfrentamos. Lo peor que puede ocurrir es que el gobierno haga un pacto o una suerte de acuerdo que conduzca a una falsa solución con un sector de los sindicatos y del empresariado. Convengamos que, en nuestros países, el Estado es muy débil y está muy penetrado por los intereses empresariales.
—Usted fue muy crítica con el kirchnerismo, sobre todo en el segundo mandato de Cristina. ¿Nota cambios de estilo de liderazgo y de líneas políticas con Fernández?
—Son estilos de liderazgos diferentes. Los aciertos de Fernández como mediador y defensor de la vida cimentaron un liderazgo que atraviesa las divisiones políticas e ideológicas y lograron tranquilizar por el momento a una sociedad muy exhausta de una polarización desgastante. Sin embargo, me preocupa mucho que Fernández confluya en esa visión propia del progresismo selectivo, que ya el kirchnerismo manifestó a lo largo de doce años. Esto es: que por un lado promueva los derechos sociales, de las mujeres, pero por el otro vaya en contra de los derechos ambientales, de los pueblos originarios, avalando una vez más modelos de desarrollo insustentables, de la mano del neoextractivismo.
EM_DASH¿Ve posibilidades de que emerja en la Argentina una alternativa más a la derecha si se profundiza la crisis económica pospandemia?
—Estamos en un momento, a nivel global, en el cual se mueven las placas tectónicas con muchas rapidez. Tenemos que estar muy atentos porque en un período de crisis hay demandas de solidaridad, pero también de orden y mucho miedo frente a la incertidumbre que asoma en el horizonte. Sabemos que el temor ante la incertidumbre puede generar cierres cognitivos que terminen por apoyar salidas reaccionarias, de derecha, sosteniendo liderazgos fuertes, conservadores, en un marco además en el cual muy probablemente haya un cierre de fronteras o un menor grado de globalización. Creo que las conductas xenófobas se van a acentuar o agravar. Además, en relación a las protestas anticuarentena, todos sabemos que el Leviatán sanitario es y debe ser transitorio, en función de la emergencia sanitaria que estamos viviendo, y que es necesario ponerle límites. Creo que a partir de esta crisis hay que repensar el rol del Estado desde nuevas bases. Pero hablar de "infectadura" y que "la democracia está en peligro", como lo hicieron en una carta algunos intelectuales muy afines al gobierno anterior, no sólo es una exageración inaceptable sino un delirio pseudorepublicano que sólo conduce a peligrosas posturas libertarias de derecha.