Héctor Toty Flores fraguó su carrera política en los territorios convulsos del conurbano bonaerense, allá por los años noventa, participando de los movimientos sociales de desocupados y piqueteando contra el neoliberalismo que germinó en la Presidencia de Carlos Menem. Ahora dirige el Movimiento Social por la República, de estrecha relación con la Coalición Cívica de Elisa Carrió, partido aliado al PRO en el gobierno de Cambiemos. Flores está convencido de que Mauricio Macri no encarna una remake del noventismo y afirma que la sacudida social que se está dando en la provincia de Buenos Aires no tiene que ver con el hambre sino con la violencia que desprende el narcomenudeo en la disputa por el territorio. Y también con el agite de sectores vinculados al gobierno anterior para intentar desgastar a la gobernadora María Eugenia Vidal. "El kirchnerismo tiene todavía un enorme poder de daño", afirmó el dirigente en una entrevista con La Capital.
Flores no niega que los sectores más bajos la están pasando mal, pero atribuye la visualización de ese malestar a la propaganda del kirchnerismo residual, que amplifica el enojo de manera interesada, que quieren hacer ver que la gente está pasando hambre por ir a buscar "dos lechugas" a la Plaza de Mayo. "Eso es insultar la inteligencia", dice, y agrega: "El gobierno de Macri tiene una sensibilidad social importante".
—¿Cómo está el clima social en el conurbano bonaerense?
—Hay un clima enrarecido. Hubo un malestar social por el aumento de las tarifas. También a principio de año se tuvo problemas con los comedores, pero eso se fue encaminando. Pero ahora la mayor preocupación es la violencia que se ha desatado de manera impresionante.
—¿A qué lo atribuye?
—Tiene que ver con condiciones que se vienen dando desde hace mucho tiempo en el conurbano, pero que ahora en estos lugares, donde la marginalidad es moneda corriente, cuando ven que por arriba de pronto los dirigentes políticos manejan bolsos con dinero de la corrupción y existe impunidad, ellos creen que la impunidad también los alcanza. No es nuevo que anden jóvenes armados por los barrios y que las cuestiones de territorio en el tema de drogas se dirima directamente a los tiros.
—Cuando hay una inestabilidad en el conurbano bonaerense, cuando explota, generalmente se lleva puesto a un presidente. ¿Cómo lo ve en el contexto actual?
—En ese aspecto, la gobernabilidad no está en juego. No hay sectores sociales que estén cuestionando al gobierno. La violencia no es eso, sino que es desatada entre pares, y que muchas veces nosotros sospechamos que tienen que ver con una manera de presionar de un poder parainstitucional que se ha desarrollado y que hace rato gobierna en estos lugares. Es una forma de presión para lograr más impunidad. Y hay una gobernadora, como María Eugenia Vidal, que tiene valentía para enfrentar la situación de una bomba de tiempo que ha dejado la gestión de Daniel Scioli. Ven peligrar esos privilegios y entonces desatan esta ola de violencia como para condicionar al gobierno. No veo para nada que esto vaya a desestabilizar a la administración de Mauricio Macri.
—¿Ve punteros políticos detrás de esta violencia?
—Observo más que nada el dejar correr de muchas cosas que suceden, con complicidad de funcionarios policiales y municipales. Esto es moneda corriente. Antes no pasaba nada porque había cierto control, pero cuando se desata la guerra por el territorio, fundamentalmente del narcomenudeo, termina siendo explosivo.
—¿Por qué esto no se observaba cuando Scioli estaba en la Gobernación?
—Esto pasaba, pero se tapaba. Eran muchos los crímenes que había en estos lugares por la disputa del territorio, pero había un fuerte control de un cartel que estaba ligado al Estado, y entonces había cierto ordenamiento. Está claro que esos territorios están en disputa, y cuando se disputan por arriba espacios de poder, por abajo se suceden los tiros.
—¿Esta situación de crisis que vive la provincia de Buenos Aires no se acentuó por la política económica de Macri?
—La pobreza estructural no es por los últimos siete meses. Es más, me parece que la violencia desatada hoy no tiene que ver con la pobreza sino conque se está enfrentando a un poder parainstitucional que puede tener gran capacidad de daño como es el narcotráfico. Cuando algunos funcionarios (de Vidal) me preguntaron si esto era similar al 2001, yo les dije que no creía que fuera así. Sí creo que el kirchnerismo tiene todavía un enorme poder de daño porque hoy con una movilización de 500 personas y 50 barrabravas te pueden hacer un quilombo bárbaro. Y eso, manejando la comunicación como lo han hecho sectores del kirchnerismo, te puede hacer ver como que el país se puede estar incendiando. Hay que tener cuidada en ese sentido. Aparte, está la complicidad institucional de jueces, fiscales y de la policía que libera zonas para que se produzcan desmanes. Ese es el peligro mayor que hoy tiene la provincia de Buenos Aires, que es el enorme poder residual que ha quedado en estas bandas de delincuentes. No veo movilizaciones populares que demanden al gobierno o cuestionen su legitimidad en el poder.
—¿Cómo ve la política social del gobierno? ¿Observa continuidad en algunas de ellas?
—En la campaña se había hecho una especie de terrorismo informativo en el sentido de que un gobierno de Macri iba a terminar con los programas sociales, y no fue así. Al contrario, se incrementó la Asignación Universal por Hijo, se amplió el programa Argentina Trabaja, la reparación histórica de los jubilados. Todas medidas que se han tomado y le han dado un colchón al proceso social, que hoy está contenido. No hay una demanda de los más pobres que salen a la calle a pedir comida.
—¿No se han incrementado los comedores? La Iglesia y algunas organizaciones sociales han advertido que hay más gente que requiere mayor asistencia alimentaria...
—Hay una mayor demanda, pero que no tiene que ver tanto por hambre. Es casi ridículo e insulta a la inteligencia decir que la gente en Plaza de Mayo se peleaba por dos lechugas. Eso es parte de la propaganda que se ha hecho. Sí, hay necesidades, y los sectores más pobres la están pasando difícil. No se ha recuperado la obra pública porque hubo que hacer monitoreo porque se chorearon toda la guita, pero creo que hay mucha esperanza en este sector de que el gobierno de Cambiemos va a generar nuevas relaciones, porque estaban cansados del ninguneo y de la utilización de los pobres para que los funcionarios se llenen los bolsillos.
—Una de las críticas que se le hace a Macri es que es una ceocracia, un gobierno para los ricos. ¿Usted no observa eso?
—Las medidas que se han tomado fundamentalmente con los sectores más pobres desmiente totalmente ese argumento. Reitero: se amplió la Asignación Universal, las asignaciones familiares, el pago de la deuda histórica a jubilados. Este gobierno tiene una sensibilidad social importante. Los problemas se resuelven entre todos los sectores, sin ser ingenuo que a veces hay intereses contrapuestos, pero con presencia y una articulación del Estado, y no un Estado que sea saqueado por los funcionarios.
—¿No ve en el gobierno de Cambiemos una especie de remake de lo que fue el neoliberalismo en los años 90?
—No, no tiene nada que ver. Nosotros sufrimos el neoliberalismo de los 90, sufrimos la desocupación, yo he peleado en la calle contra esa política. En esa época fueron despedidos 500 mil empleados estatales, la industria metalúrgica fue destruida. Hoy hay una contención de cinco millones de personas que están ligados a los programas sociales que el Estado paga y los contiene. Esto no tiene nada que ver con el neoliberalismo.