A 63 días del atentado fallido, Cristina Kirchner ofreció una explicación corta y precisa del momento político desde la perspectiva del peronismo. Y puso en marcha el operativo reconstrucción de la esperanza del movimiento nacional. Con la mirada en 2023. Mientras crece en el kirchnerismo el clamor “Cristina presidenta”, la vice cerró el acto de la UOM con un “haré lo que tenga que hacer para que volvamos a ser felices”. No se trató de un lanzamiento personal, aunque, lo más relevante, anunció que ella pondrá el cuerpo otra vez, de ser necesario: CFK estará en la ecuación electoral del año próximo, incluso más allá del lugar que ocupe o deje de ocupar en las grillas de candidatos.
Aunque en pocas palabras, Cristina resumió que los violentos que atentaron contra su persona y los grupos de “indignados con el kirchnerismo” y con vínculos con los atacantes, “no eran indignados, están financiados con millones de pesos por una familia que participó en el gobierno de Mauricio Macri (Caputo)”. Ahí agregó una definición que parece ya asumida respecto del accionar de un sector del Poder Judicial: “No van a investigar nada, no tengo expectativas, me quieren como acusada y no como víctima”.
El atentado, como fantasma paralizante, parece haber quedado políticamente atrás para la ex presidenta. Contó por primera vez públicamente que no vio la pistola que estuvo a un tris de volarle la cabeza, y lo celebró. “Los psicólogos dicen que eso deja un trauma, por suerte no vi el arma”, señaló. Con un ojo en su propio gobierno, del que no renegó, pero que -sin embargo- dio como un hecho el fracasó del programa económico de Alberto Fernández en relación a los ingresos de los trabajadores, fue terminante: “Estamos en el peor momento de la distribución del ingreso–contra los trabajadores”.
De Sergio Massa dijo que “está haciendo un esfuerzo” por solucionar los problemas heredados. De Fernández, silencio, no lo mencionó. Aunque ,deslizó, tiene críticas con algunos funcionarios, pero rápidamente desistió de ese costado discursivo.
Los tiempos de las disputas internas con el presidente han terminado. En el eje del peronismo gravita principalmente Cristina, con Massa como interlocutor principal. Con Alberto apenas sobrevendrá una convivencia lo más ordenada posible en el último cuarto del mandato que se inició en 2019. Con todo, CFK enfrentó un murmullo persistente en la coalición gobernante, que le imputa el presunto “error” de haber nominado a Alberto: “No me equivoqué en 2019 (al elegir a Fernández en la fórmula presidencial)”. Y dio sus razones: “El contexto del momento, Lula (que ahora es presidente electo) estaba preso, Rafael Correa, exiliado”.
En ese punto radica la mayor complejidad de Cristina y del kirchnerismo: cómo recrear una esperanza de recomposición de ingresos de la base de la pirámide social siendo parte de un gobierno que ha fracasado -al menos hasta hoy- en ese principio liminar del peronismo. Cristina se propone crear lo nuevo y distinto, sin apedrear al gabinete de Alberto, a la vez que asumiendo su fracaso en un plano insoslayable para cualquier proyección electoral: la capacidad de compra de los salarios. Cada una de las siguientes escasas cuarenta semanas hasta agosto de 2023 serán una prueba de equilibrio en ese complejo desfiladero. Construir una continuidad, pero a la vez con mucho de crítica y condena a la gestión del hombre que ella misma nominó.
Como único señalamiento de gestión, CFK redobló la apuesta que minutos antes había pedido de manera contundente Abel Furlán (UOM): “Una suma fija para todos los trabajadores, que no va en detrimento de las paritarias, justamente nosotros, que las volvimos a introducir”, luego de una larga década de congelamiento. El pedido de Cristina, que apremia a un Alberto dubitativo y emplaza a un sector cegetista que -insólitamente-rechaza la intervención directa del Estado para darles un empujón alcista a los salarios, con todo, se inscribe en la tesis principal de la tarde: el problema de ingresos del sector asalariado no lo resuelve sólo el buen oficio paritario entre las partes. El gobierno tiene que jugar, y fuerte, para recrear las expectativas políticas de una gestión de tradición nacional, popular y democrática, que luce vencida ante la carrera de precios que el sector empresario impulsa a voluntad.
En ese juego complejo de tocar las cuerdas de la propia gestión del FdT y, a la vez, mostrar con crudeza números y datos sobre cómo la experiencia neoliberal de 2015 a 2019 hundió a la base social de la Argentina, fueron cerca de 40 minutos de discurso donde Cristina se enfocó principalmente en durísimas críticas al macrismo, “que endeudó de manera demencial al país”.
La líder peronista dio una muestra de comunicación efectiva para recrear una experiencia política -la actual- que está rota. Pilar fue el punto de partida de una jugada llena de complejidades, pero que tratándose de Cristina no puede subestimarse. Al cabo, de las últimas cinco elecciones presidenciales, todas en el siglo XXI, el peronismo ganó cuatro. Y en esas cuatro la palabra “Kirchner” figuro en el binomio presidencial.
En 2015 -la única derrota del peronismo en una elección presidencial en los últimos 23 años, que coincidió con ausencia del nombre “Kirchner” en la boleta- “perdimos por 670 mil votos y teníamos 1,1 millones de trabajadores que pagaban impuesto a las ganancias”. Ahí, la jefa kirchnerista empalmó con un dato económico impactante: el 30 por ciento del total de Ganancias lo aportan trabajadores y todo el arco del capital (más de 200 mil empresas) tributan el restante 70%. Algo no está funcionando en esquema tributario argentino.
El planteo de dar la pelea discursiva electoral está planteado, con o sin Cristina candidata, en el vértice superior del binomio presidencial. En ese punto, la mención a Lula, que pasó del ostracismo y la cárcel por casi dos años a los más de 60 millones de votos que obtuvo el último pasado, no pareció una mención inocente. Lula, un espejo en el que Cristina se mira, se presentó en seis elecciones presidenciales, ganó tres. ¿Será que CFK va por su tercer mandato, o por el cuatro, si se cuenta su actual vicepresidencia?
Entre pasiones y razones, el año preelectoral quedó abierto. Y, como siempre, habrá que tener paciencia. Nadie puede predecir el futuro.