El desconocido esperaba el momento oportuno para concretar el golpe. Y, al
parecer, conocía los movimientos de los dueños de la casa del macrocentro de la ciudad que tenía
como objetivo. Ayer a la mañana, el ladrón esperó que la mucama arribara a la vivienda donde
trabaja y en ese momento no vaciló. Empujó a la empleada doméstica puertas adentro y se introdujo
en la propiedad. Después, a punta de pistola, el intruso inmovilizó al propietario de la vivienda y
a su esposa y, sin que la pareja pudiera oponer resistencia, continuó con la tarea delictiva.
Entonces, el solitario ladrón recogió 3 mil dólares, 5 mil pesos, cinco teléfonos celulares y una
mochila, con todo lo que se esfumó en pocos minutos. Hasta anoche no había sido localizado por la
policía.
Una fuente que investiga el caso señaló que el atraco ocurrió cerca de las 7.30
de ayer. A esa hora, una empleada doméstica que trabaja en una casa situada en Dorrego 2357
—a una cuadra del parque Independencia— llegó a la propiedad. La mujer se disponía a
realizar sus tareas habituales pero quedó atónita cuando se topó con un desconocido que la empujó
sin meidar palabras. En escasos segundos el maleante, un hombre de tez trigueña y con tatuajes en
el cuerpo, estuvo frente a Guillermo Alberto A., de 66, y su esposa, cuya identidad no
trascendió.
En ese momento, el recién llegado dio a conocer sus verdaderas intenciones a los
sorprendidos dueños de casa. Exhibió un arma de fuego e intimidó a la pareja que no ofreció ningún
tipo de resistencia. A pesar de estar solo, el ladrón se las ingenió para dejar inmovilizados a los
dueños de casa mientras recorría los ambientes en búsqueda de elementos de valor. Así pudo recoger
5 mil pesos y 3 mil dólares, cinco aparatos de telefonía móvil y una mochila roja y negra.
Rápido escape. Con el botín en su poder, el ladrón decidió marcharse, pero antes
tomó una precaución para facilitar el escape. Encerró a la pareja en una habitación y desapareció
sin que los atribulados dueños de casa se percataran si desapareció en algún vehículo.
Ayer a la tarde, un cronista de LaCapital llegó a la casa de Dorrego 2357, una
típica vivienda de clase media, ubicada en un barrio donde abundan lujosas propiedades. "No puedo
atenderlo porque no está mi marido", respondió con cierta desconfianza una mujer a través del
portero eléctrico.
En realidad, Guillermo A. estaba en la comisaría 5ª, que controla la zona donde
ocurrió el atraco, brindando "una ampliación" de la denuncia realizada a los agentes del Comando
Radioeléctrico un rato después del robo. A esa misma hora, los vecinos no sabían que había ocurrido
un atraco y hasta algunos se mostraron sorprendidos cuando el cronista de este diario les brindó la
noticia.
Sin embargo, a poco de recorrer la cuadra, dos mujeres cincuentonas se quejaron
de la ola de asaltos que sacude a la zona. "Estamos desprotegidos y (los ladrones) marcan con
cruces las casas que van a asaltar", dijo una de las señoras. En rigor, tal vez eso sea un dato
curioso que no pueda corroborarse aunque, al parecer, los habitantes de la barriada todavía están
muy sensibilizados por el crimen de Diego Gurruchaga, el muchacho de 22 años baleado el 4 de marzo
en su heladería situada en 27 de Febrero y Dorrego, a muy pocos metros del atraco ocurrido ayer a
la mañana, tras ser asaltado por dos jóvenes.