Bruno Barrios volvía caminando a su casa el pasado 26 de julio y se encontró con un amigo que lo acercó en moto. En ese regreso, cuando iban por Paraguay y Nora Lagos, dos jóvenes los atacaron a tiros. Bruno recibió un disparo en la cabeza y murió. El chico era mozo en el bar Bogar y sus familiares y vecinos participaron en agosto de una marcha al Centro de Justicia Penal para plantear que las balas no eran para él, sino que tenían como blanco al conductor de la moto. Para la Fiscalía, uno de los que disparó esa noche era Sebastián Horacio G., a quien este jueves le imputaron el crimen y quedó en prisión preventiva por dos años.
El juez Pablo Pinto dictó esa medida en una audiencia realizada este mediodía en el Centro de Justicia Penal. El fiscal Gastón Avila imputó a G. como coautor de un homicidio agravado por el uso de arma y la tentativa de homicidio del amigo de la víctima, además de la portación ilegal de un arma de fuego. De acuerdo con la acusación, esa noche alrededor de las 23.30 Barrios y si amigo iban en moto por calle Paraguay y al cruzar Nora Lagos (ex pasaje 303) los atacaron a tiros.
“Sebastián G. y un menor de edad se pararon en el medio de la calle, ambos portando armas de fuego, y efectuaron las detonaciones”, plantea la imputación. Barrios recibió una herida en la cabeza y el conductor de la moto se fue por Paraguay hacia el sur.
Un vecino se acercó al pasillo donde vive la familia de Bruno en una casa que tiene en el frente una imagen del Gauchito Gil, a la altura del 3100 de la misma calle, y avisó que el chico de 18 años estaba tirado en el asfalto. Llegó una ambulancia del Sies y los médicos constataron que el joven había muerto.
En ese momento la madre de Bruno, Marcela L., contó a la policía que el chico había salido para encontrarse con una chica y un rato después se enteró de que lo habían matado a dos cuadras. “No tenía problemas con nadie”, remarcó. Días después, los allegados al chico repitieron la misma frase durante una marcha que realizaron hasta el Centro de Justicia Penal para reclamar el esclarecimiento del caso.
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“Era un chico magnífico y muy bueno, por eso lo mataron. Se subió a la moto de un amigo que lo acercó hasta mi casa y con ese pibe era el problema. A él lo buscaban”, contó la madre del joven. Bruno trabajaba en un bar de Santa Fe y Presidente Roca, cursaba el último año de la escuela secundaria y tenía ganas de presentarse en la escuela de Gendarmería Nacional para ser gendarme como un familiar suyo.
La noche en que lo mataron, según contó la familia, Bruno se fue a encontrar con una amiga y comieron hamburguesas en un local de la avenida Pellegrini. Luego de unas horas, Bruno llegó a su casa y volvió a salir para acompañar a su amiga a la casa. Al despedirse, la adolescente le sacó la última foto a Bruno. Fue alrededor de las 23, poco antes de que lo mataran.
“Los amigos lo recuerdan como un chico muy bueno -dijo su mamá-. Él nos decía que a los amigos que tenía, los que andaban en la venta de drogas, los conocía de chicos, de la escuela, y que habían sufrido mucho en la vida para tener que ponerse a vender. Y mirá cómo es, lo mataron por eso, por creer y no discriminar a los amigos.”