Con una amoladora comprada en el Easy, cuestiones bien planificadas, otras decididamente liberadas a la suerte y muchísima osadía se concretó, en menos de cinco minutos, el golpe comando que el domingo a la tarde puso en ridículo al sistema penitenciario santafesino. Los atacantes que facilitaron la evasión cortaron tres alambrados perimetrales antes de llegar, luego de correr varios metros gatillando contra los centinelas, hasta el patio del pabellón 14 donde los esperaban los reclusos a quienes les entregaron algunas armas para sumar poder de fuego a la hora de desandar el mismo camino y escapar todos en un mismo vehículo; todos menos uno que quedó afuera por falta de lugar y así fue recapturado.
Según pudo establecer hasta ayer la investigación iniciada sobre la fuga de ocho presos de la cárcel de Piñero, el escape fue detectado minutos después de las 17 cuando se descubrió a tres personas armadas con pistolas de gruesos calibres —se habló de una ametralladora, pero es posible que sea una 9 milímetros adaptada— que habían ingresado a la unidad penitenciaria luego de cortar el alambrado externo con una amoladora portátil. Entonces, calcularon los investigadores, recorrieron unos 200 metros hasta llegar al cerco perimetral del módulo D donde cortaron otros dos alambrados con la misma herramienta.
Para entonces unos 15 presos habían forzado —algunos saltaron, otros a patadas— el tejido del patio externo del pabellón 14 y cuando sus cómplices terminaban de cortar el tejido empezaron a tirar piedras contra la garita de vigilancia 5. A medida que los presos empezaban a salir por los huecos sus cómplices les iban entregando armas a algunos de ellos para multiplicar el poder de fuego y así poder escapar a los tiros de la cárcel. Según testimonios del personal, uno de los evadidos que disparó contra los penitenciarios fue Claudio Javier “Morocho” Mansilla, a quien en principio —no se descartan otras hipótesis— se le atribuye haber orquestado el escape.
En el tiroteo entre centinelas y delincuentes hubo uno solo alcanzado por las balas: Walter Ezequiel Soraire, uno de los tres intrusos que al parecer se había encargado de romper los cercos, recibió un balazo en la cabeza que le provocó la muerte en el lugar. Junto a él quedó tirada la amoladora y en su poder no se hallaron armas, aunque tenía en un bolsillo un cargador completo de municiones 9 milímetros.
De los 15 presos que iban a fugar, seis fueron recapturados antes de poder salir del patio pero nueve alcanzaron a correr cerca de 200 metros que los separaban de la libertad hasta un Peugeot 3008 azul estacionado en un camino rural cercano. Según la información preliminar, ese era el único vehículo en el que escaparon los ocho evadidos junto con los dos tiradores que habían sobrevivido al golpe.
Se calcula que en el Peugeot pudieron entrar diez u once personas —en ese caso habría un chofer que los esperaba— pero lo cierto es que uno de los evadidos, el noveno, se quedó afuera del vehículo de escape y su fuga fue abortada por los penitenciarios que lo recapturaron en ese lugar.
Se presume que los evadidos habrán recorrido un trayecto relativamente corto en el Peugeot hasta que pudieron abordar otros vehículos para continuar con el escape. Al parecer hubo cambios de vestimentas en esas acciones. También se cree que en algún sitio tomaron la ruta 14 donde probablemente hayan arrojado clavos miguelitos para evitar ser perseguidos. Así fue que cerca del cruce de esta ruta con la A-012 un camión pinchó un neumático y eso provocó que volcara el acoplado que llevaba.
En cuanto a quién ideó el plan, si bien no se descarta ninguna hipótesis, la principal apunta al Mansilla, quien por estos días atravesaba un juicio oral por un doble homicidio en el que habían pedido para él una condena a 25 años de cárcel. A eso sumaba imputaciones recientes como la de orquestar un asesinato —fue escuchado ofreciendo cien mil pesos por ese “trabajo”— y la de integrar una asociación ilícita junto con René Ungaro que se encargaba, entre otras cosas, de la venta de números a los visitantes a la cárcel que no quisieran esperar tanto para ingresar (ver aparte).
Pero más allá de las imputaciones que afronta Mansilla, que lo sitúan como un preso con poder para organizar desde su celda distintas acciones delictivas, también pesa en esa hipótesis que entre los evadidos y recapturados hay personas de su entorno con base en el barrio Santa Lucía.
No obstante estas especulaciones habrán de tomar forma o no a medida de que avance una investigación que se prevé muy amplia, teniendo en cuenta que habrá que examinar no sólo la conducta de los guardias de distintos sectores sino también por qué tres de las cuatro cámaras que deberían haber registrado parte de la secuencia no funcionan, al parecer, desde hace tiempo.