Por Hernán Lascano / La Capital
Por Hernán Lascano / La Capital
Para la jueza de Menores Nº 1, María del Carmen Musa, el problema básico de los contingentes de
chicos que llegan a su juzgado por conflictos con la ley no es primordialmente de índole penal. Es
de salud. Más específicamente, dice la jueza, de deterioro general de la salud psíquica. El ejemplo
que ofrece es dramático. Hace menos de 60 días que asumió como magistrada y desde entonces, según
afirma, de la totalidad de chicos con legajos abiertos por delitos en el tribunal a su cargo, los
que tienen problemas por adicción o consumo de drogas representan el cien por ciento.
En el turno de enero que termina hoy en este juzgado ingresaron 500
chicos acusados por delitos. Lo que plantea la jueza Musa es que los 500 tienen problemas con
drogas. De esos 500, calcula Musa, 300 chicos entraron por primera vez al sistema judicial. Y el
tribunal no dispone de ninguna instancia pública para tratar adicciones: ni para los que estrenan
una ficha prontuarial ni para los que arriban como reincidentes. “Hoy ponemos a los chicos
presos porque no tenemos centros para atender sus problemas con drogas”, dice la jueza.
Un serio aprieto. La circunstancia desnuda una profunda crisis. La provincia de Santa Fe no
dispone de lugares para que esos 300 chicos nuevos que entran al sistema penal reciban tratamiento
adecuado que abarca desde seguimiento y control hasta internación en casos de adicciones profundas.
Muchos de esos jóvenes, dice la jueza, recurrirán al delito para comprar drogas. Y la legislación
señala que los adolescentes sólo pueden estar bajo encierro como último recurso por lo cual hay un
impedimento concreto para dejarlos presos.
¿Qué significa esto? Que los chicos con problemas de drogas, que son
todos los que inscribió tribunales por causas delictivas en Rosario en lo que va de 2008, tienen
negado un tratamiento elemental de salud sin el cual, se da por sentado, seguirán delinquiendo. Por
esa razón la jueza Musa requiere que la provincia atienda el imperativo de crear instituciones
públicas para consumidores y adictos.
Este planteo se lo elevó de modo informal el viernes pasado a la
secretaria de Promoción Para la Ciudadanía, Patricia Giuricich.”Encontramos una recepción muy
estimulante al problema. Se trata de que podamos trabajar juntos para resolver una crisis muy
grave”, dijo la jueza a La Capital.
El agujero. En la actualidad hay dos entidades privadas que tienen convenio con la provincia
para tratar adicciones: los institutos Nazareth y Esperanza de Vida. Pero ambas entidades, además
de disponer de una capacidad de atención muy restringida para el aluvión de chicos que la precisan,
solamente aceptan adolescentes según determinados perfiles y la voluntad del paciente a recibir
tratamiento. No hay hospitales ni centros de salud que atiendan esta demanda.
¿Qué tipo de escenario deja en pie esta carencia? La jueza lo grafica
con elocuencia.
u “El cien por ciento de los chicos con problemas de drogas
minimizan la marihuana. Admiten que consumen «merca». ¿A qué le llaman «merca»? A la cocaína y a
las mezclas de fármacos. Toman Rivotril con bebidas energizantes o mezclan Rivotril con
Bronquisedan en cápsulas. Cuentan que estas pastillas las pagan un peso por unidad en quioscos o a
proveedores particulares. En este estado de euforia delinquen y se olvidan de lo que les pasa. Y a
veces delinquen para comprar más droga”.
u “El cien por ciento de los chicos acusados por delinquir en los
casi 60 días que llevo de jueza son, todos ellos, consumidores o adictos a drogas”.
u “Para la mayoría de los 300 chicos nuevos que en el mes de enero
demandaron intervención el delito es un síntoma: hacen oír su problema de salud con un acto
violento. Por eso llegan acá. Para atenderlos hay que conseguirles una beca en un instituto
privado. La mayoría queda sin atención porque no hay donde derivarlos”.
u “Estos 300 chicos nuevos están fuera del sistema de salud. Sólo
el 0,5%, en un cálculo generoso, tiene obra social. Mientras el juzgado espera conseguir
tratamiento los chicos que no tienen contención están detenidos. Pero la ley nos exige que evitemos
la detención. Esto nos coloca en una enorme tensión: la pauta legal internacional dice que tienen
que estar afuera pero el problema que los trajo al tribunal, la droga, no está ni en miras de ser
abordado”.
u “A veces tenemos que esperar tres meses para conseguir una plaza
en un instituto privado. Para alguien que precisa respuesta inmediata es una eternidad. Entre
tanto, estando detenido, el chico puede tener una crisis de abstinencia o gravísimos problemas
psíquicos, sobre los cuales el Estado tendrá responsabilidad. Y mandarlo a la calle sin vías de
atención lo coloca en la chance segura de reincidencia”.
u “El consumo de drogas es un problema masivo pero sólo es visible
en los sectores marginales. Los chicos que van a colegios privados no tienen necesidad de producir
un acto violento para conseguir atención. El que se va de mambo pero goza de recursos tendrá acceso
a una clínica con tratamiento de desintoxicación con terapeutas médicos y psiquiatras a
disposición. El que no tiene esa posibilidad va al Irar”.
u “Se da la cruel paradoja de que al chico sin recursos con
problemas de drogas le conviene delinquir. Es la única forma de tener una chance de que el sistema
legal lo registre y lo asista. Nadie ve que en un sillón en la plaza Libertad a la vista de todos
vive en estado de abandono un grupo de personas con una criatura. Si la madre, que es una chica,
roba una cartera, tendrá una chance de asistencia social. De otro modo es posible que siga allí sin
ayuda”.
Entrar y salir. La jueza repara en las distorsiones sobre visiones de menores en conflicto.
“Si un chico acusado de delinquir, que no es lo mismo que declarado responsable por eso, no
está en un instituto de menores no significa que no esté controlado por el juzgado. El juzgado no
le abre las puertas a la calle insensatamente. La prioridad es que el chico esté bajo resguardo de
los padres, si estos están en condiciones de contenerlo, porque así lo señala la ley. Pero un
equipo de diagnóstico y orientación de la Dirección del Menor en Conflicto con la Ley aconseja y el
juzgado con sus áreas de especialistas definen qué hacer en cada caso. No se libera a un chico
irracionalmente”.
Sancionar, sí. El régimen penal de la minoridad esta fijado por una ley nacional de la
dictadura. La jueza Musa sostiene que es imprescindible que se sancione una ley nueva y superadora
“para que se defina un marco de responsabilidades penal y de sanciones a menores. Si se
prueba que un chico delinquió ese chico necesita sanción. Lo que pasa es que la sanción no debe
ser, como actualmente, encierro permanente o nada. Hay un abanico de alternativas en el medio de
esas opciones rígidas de las que hoy no disponemos”.