Ricardo Tomatis llegó el domingo a la tarde al edificio de Oroño al 1100 a cumplir con un
ritual: almorzar con su padre, Severo Santiago Tomatis, de 77 años. Tocó el portero eléctrico en el
sexto piso, pero nadie contestó. La falta de respuesta lo inquietó. Entonces subió al departamento
y se encontró con una escena penosa: Severo yacía sin vida en su habitación. Estaba maniatado y lo
habían estrangulado. De un vistazo su hijo distinguió un tremendo desorden y un rato después
se percató de que faltaban unos tres mil pesos y otras pertenencias del dueño de casa.
Con relación a la motivación del homicidio, los pesquisas se asientan en
la hipótesis de que fue el desenlace de un robo y presumen que, en la escena del crimen, estuvo al
menos una mujer que habría tenido un encuentro íntimo con Tomatis antes del desenlace fatal.
Esta posibilidad surge con fuerza a raíz de que la policía encontró
preservativos en el dormitorio del dueño de casa y de otras circunstancias halladas en la escena.
Otro investigador consideró que podrían haber actuado dos mujeres conocidas de la víctima o que al
menos ingresaron con su consentimiento. “No se trató de un caso de delincuencia común en el
que entraron a la casa para robar y lo mataron”, confió. En el departamento no había
aberturas forzadas.
Tomatis ocupaba el departamento C del sexto piso, en el edificio de
Oroño 1120. El inmueble está ubicado a unos diez metros del colegio Dante Alighieri. Tiene 11 pisos
y en forma contigua están emplazados dos locales comerciales y las cocheras del edificio. El
jubilado vivía con Hugo, uno de sus dos hijos. Su esposa había fallecido veinte años atrás. Se
había jubilado después de trabajar en una concesionaria de autos.
A las 10 de la mañana del sábado pasado Tomatis se quedó solo porque
Hugo había viajado a la ciudad de Carcarañá. Durante ese día y la madrugada del siguiente, según un
vocero policial, los vecinos no observaron movimientos extraños.