El cuerpo de Laura Ramona Benítez estuvo veinte días oculto bajo un ropero en una pensión del barrio Parque Casado. La mujer de 42 años, madre de tres hijos y nacida en Villa Ana, convivía allí con quien era su pareja desde hacía cuatro años, Julio Alberto Ramírez. Su familia llevaba tres semanas sin poder comunicarse y sus hermanas había viajado a Rosario para buscarla cuando Ramírez se presentó en una comisaría de la ciudad bonaerense de González Catán a confesar que la había asesinado. La había ocultado bajo un cúmulo de cemento seco y encima colocó un pequeño ropero. Preso desde entonces, afrontará un juicio oral bajo un pedido de prisión perpetua como autor de un femicidio.
El equipo de la Fiscalía rosarina que en octubre de 2023 acudió a la habitación de Lisboa al 2900 encontró el cadáver de Benítez en estado de descomposición, en medio de la escena que había descripto su pareja al entregarse. El hombre de 40 años está imputado como autor de un homicidio calificado por ser cometido contra la persona con quien mantenía una relación de pareja.
A juicio por femicidio
Bajo ese encuadre la fiscal María de los Ángeles Granato solicitó llevar el caso a juicio. Fue en una audiencia realizada en el Centro de Justicia Penal ante el juez Fernando Sosa, quien admitió la acusación y mantuvo la prisión preventiva de Ramírez por un año más, con los plazos extendidos de manera extraordinaria. Según planteó la fiscal, el crimen fue cometido mediante un golpe en la parte frontal del cráneo de la víctima y otros mecanismos que no se pudieron determinar ante el estado del cuerpo.
El martes 10 de octubre de 2023 Ramírez se presentó en la comisaría La Matanza 1ª de González Catán y confesó que el 20 de septiembre había asesinado a su pareja en Rosario. Tres días antes la familia de la mujer había denunciado su desaparición en la Fiscalía Regional Rosario, tras varias semanas sin poder contactarse. Tras recibir la comunicación desde la seccional bonaerense, una comitiva policial se apostó frente a la pensión de Latzina y Lisboa a órdenes del ya fallecido fiscal Ademar Bianchini. Encontraron el cuerpo escondido bajo un armario en la habitación que Benítez compartía con su pareja.
La mujer era oriunda de Villa Ana, un pueblo del norte de la provincia de Santa Fe ubicado a 570 kilómetros de Rosario. Allí vivían sus padres, sus hijos de 25, 24 y 18 años y un nieto de 5. Se había instalado años antes en Rosario, donde estudiaba medicinas alternativas como reiki o biodescodificación. Viajaba con frecuencia a su pueblo o a Campana, provincia de Buenos Aires, donde vivían sus hermanas.
Las sospechas y el hallazgo
Cuando vieron que la mujer registraba su última conexión a WhatsApp el 29 de septiembre, sus hermanas decidieron comunicarse con Ramírez. “Mentía, decía una cosa y después otra”, contó a este diario Vanesa Benítez, una de las hermanas de la víctima, el día en que se constató el crimen. En la puerta de la pensión, mientas los peritos del Gabinete Criminalístico trabajan en la escena, reveló que los familiares habían pasado toda la noche en vela tras recibir la noticia de la declaración de Ramírez en González Catán y a la espera de una orden de allanamiento del lugar. "Queremos justicia, no hay nada que esclarecer, él confesó”, dijo.
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Sin antecedentes penales, Ramírez trabajaba de changas. Había limpiado baños en la terminal Mariano Moreno y transportado verduras con una carreta desde el Mercado de Productores de 27 de Febrero y San Nicolás hasta los fletes que llevaban la mercadería a los comercios de la ciudad.
Ese día del hallazgo, los vecinos les dijeron a los investigadores que Ramírez vivía allí pero desde hacía unos quince o veinte días se había ausentado, lo que era infrecuente. Otros testimonios dieron cuenta de que el acusado — imputado el 20 de octubre de ese año— solía ser “muy violento”. E indicaron que al cemento que arrojó sobre el cuerpo de la víctima lo había sacado de un espacio común de la pensión.