Julio Andrés Rodríguez Granthon tiene 29 años, es padre de tres pequeños de 4, 3 y 1 año y su pareja tiene un negocio de venta de ropa. Nació en Bella Vista, uno de los siete distritos de la provincia de Callao, en Perú. En 2012, de adolescente, llegó a la Argentina con un solo objetivo: ser piloto de aerolíneas comerciales. Se instaló en Río Grande, en Tierra del Fuego, donde hizo el curso y se recibió de piloto privado. Un año más tarde se trasladó a Rosario y en una escuela de Alvear completó su formación como piloto comercial. Tras cumplir unas 200 horas de vuelo le entregaron el título y realizó no sólo los vuelos de bautismo sino también varios viajes privados. Mientras tanto, trabajaba en una empresa de remises truchos que tenía su base en avenida de Circunvalación y Eva Perón. En esas circunstancias, dice con voz pausada desde el teléfono del pabellón de la cárcel federal de Ezeiza en la cual está detenido, conoció “a una mujer que vivía en Roldán y que poco a poco me convenció para meterme en el negocio de la droga”. Así, sostiene, empezó a caminar por “un ambiente que desconocía pero del cual aprendí mucho en poco tiempo y me permitió crecer a gran escala”. Con el paso de los años su nombre empezó a reiterarse en los titulares de la prensa policial como uno de los líderes narcos más importantes de la región. Entonces, en los medios se empezó a hablar del “Peruano” y sus vínculos con Los Monos, por entonces la banda que lideraba el mercado narco local. Por su participación en ese negocio recibió dos condenas, una a 10 años de prisión en 2019 el marco de la causa denominada “Coronas blancas” (por el símbolo que tenían grabados los panes de cocaína que comercializaba) y que deparó en el secuestro de unos 14 kilos de droga y varios millones de pesos; y otra a 12 años en 2021 en la causa “Septiembre blanco” por tráfico y comercialización de estupefacientes en la que también fue penado Ariel Máximo “Guille” Cantero. Ambas penas fueron unificadas en 15 años tras las rejas. Previamente había cumplido una sentencia por matar a un hombre en un accidente de tránsito en su época de remisero y, como si eso fuera poco, está imputado como instigador del homicidio del ex concejal rosarino Eduardo Trasante, baleado el 14 de julio de 2020, episodio del cual “no hay ninguna prueba que me vincule”, según asegura.
La semana que pasó el Peruano volvió a ser noticia como supuesto organizador de un atentado con un coche bomba a perpetrarse contra objetivos de la Justicia Federal en Rosario, algo que estaría tramando con Mario Roberto Segovia, el llamado “Rey de la efedrina”, con quien comparte el encierro en un pabellón del penal de Ezeiza y por lo cual sus celdas fueron allanadas el lunes pasado junto a otros 50 procedimientos realizados en Rosario en el marco de la escalada de violencia registrada en barrios del noroeste de la ciudad. El dato puso en alerta a todas las fuerzas de seguridad que actúan en la provincia y alarmó a los más altos círculos de la política santafesina.
— ¿Cuánto de cierto hay en tu plan de atentar contra edificios judiciales en Rosario? Incluso se habló de coches bomba en el Monumento Nacional a la Bandera.
— No sé de dónde salió todo eso. A mí me están ensuciando y discriminando por mi nacionalidad. Yo en ningún momento hablé con nadie de cometer semejantes atentados. Con Mario Segovia no tengo ningún tipo de vínculos, ni siquiera un mínimo grado de amistad como dicen algunos periodistas. Hasta hace un tiempo compartíamos el pabellón 6, pero yo estoy en el módulo C y él en el A. No tenemos contacto de ningún tipo y menos para cometer hechos como los que dicen ciertos medios.
— Pero los investigadores dicen tener pruebas de esos contactos surgidos a partir de la denuncia hecha por una mujer que visitó en la cárcel de Piñero a Andrés “Andy” Benítez, un preso con el que también compartiste tiempo en prisión.
— Es verdad que fui compañero de Benítez en el pabellón 8 de Piñero hasta el 2 de julio del año pasado, cuando después de la fuga de algunos presos a otros nos consideraron de alto perfil y nos trajeron a cárceles federales. Desde entonces nunca más tuve relación ni contacto con él, no se de dónde saca lo que dice. Pero los investigadores dicen muchas cosas sin tener pruebas, es una locura que hablen de atentados con coches bomba, sólo quieren ensuciarme y seguir cargándome de causas en las que no tengo nada que ver. No van a encontrar una sola prueba, un sólo diálogo en el que planifique semejante cosa. Es todo un invento de la prensa para dejarme encerrado de por vida. Yo he cometido errores, estuve vinculado al negocio de la droga y estoy pagando por ello, pero estoy alejado de todo lo malo que hice. Sólo quiero cumplir la mitad de la condena, que me expulsen del país e irme a Perú con mi familia para poder tener una nueva vida y disfrutar de mis hijos. Es tan grande el ensañamiento que tienen conmigo que hasta dicen que mis familiares estuvieron vinculados a Sendero Luminoso (la organización terrorista peruana surgida a fines de los años 60 y desarticulada a principios de los 90 tras la caída de su líder, Abimael Guzmán) y todo eso es mentira. Mi mamá siempre fue ama de casa y mi papá es abogado y capitán de navío de la Armada Peruana, de donde se jubiló y hoy vive con una buena pensión. Él siempre estuvo del lado de los militares y siempre lucho contra esos terroristas.
— ¿Cómo explicarías tu relación con el mundo de la droga en Rosario?
— Como te dije, una mujer que vivía en Roldán con la que estaba en pareja me fue involucrando en ese negocio. Empecé vendiendo en búnkers, bien de abajo, pero como en todo trabajo que hacés bien empecé a crecer. Primero fueron 10 gramos, después 100 y llegué a manejar 30 kilos por semana en toda la ciudad. Cuando creces así querés tener tus propios objetivos, tu propia gente y la tuve, pero eso es parte de mi pasado. Pero a pesar de ser piloto de avión jamás viaje para traer droga de Bolivia o Perú al país, siempre me maneje con proveedores locales.
— Sin embargo hay investigadores que sostienen que seguís manejando tu negocio desde la prisión.
— Es mentira, ya no tengo nada que ver con el mundo de la droga. Así como entré pude salir y no quiero saber más nada con eso. Cumplo mi condena porque me corresponde, me hice cargo de los dos delitos que tuve por la venta de estupefacientes y por formar parte de una asociacion ilícita. Firmé juicios abreviados, pero hace tres años y pico que estoy preso y me retiré del ambiente. Ahora estudio y trabajo acá para sumar puntos y poder salir lo más pronto que pueda para reinsertarme en la sociedad.
— En el marco de tu vínculo con la droga se dijo que estabas ligado a Los Monos. ¿Cuál es tu relación con los Cantero?
— Cuando fui creciendo en el negocio los conocí a ellos. En el ambiente todos nos conocemos y no tengo nada que ocultar porque conozco a Guille (Ariel Máximo Cantero, el multicondenado jefe de la banda surgida en la zona sur de Rosario), con él tenemos trato, somos amigos y nos seguimos hablando, pero ya no de drogas sino de nuestras familias, de otras cosas. A veces pienso que conmigo quieren hacer lo mismo que con él, condenarme de por vida, inventarme causa tras causa para que nunca salga de la cárcel. Y yo lo único que pido es que paren un poco la mano conmigo y dejen de inventar cosas como lo están haciendo para dejarme confinado como a otros.
— Todavía hay una causa contra vos y está vinculada al crimen del pastor y ex concejal Eduardo Trasante. Estás imputado de instigar ese homicidio.
— Eso es otra mentira. Me quieren imponer esa causa y mi única participación ahí fue comprar un auto que me ofrecieron cuando estaba preso en Piñero con el objetivo de hacer un pasamanos y venderlo para ganarme unos pesos y seguir sobrellevando mi vida en prisión. Pero cuando vendí el auto no sabía para qué lo iban a usar, nunca supe que en ese Peugeot iban a ir a la casa del ex concejal a asesinarlo y ahora quieren pedirme perpetua por eso cuando no tienen una sola escucha que me vincule. ¿Qué motivos tendría para cometer un crimen como ese? Te digo más, hasta el propio fiscal Matías Edery habló conmigo en persona y me dijo que no tenían nada contra mí en esa causa pero como yo estaba procesado me la tenía que bancar porque al final sería absuelto. Lo que pasa es que ese es un caso en el cual la querella y el partido político al que pertenecía Trasante me acusaron y me quieren dejar pegado como medida ejemplar o para decir que ellos tenían razón sobre quién era el culpable. Pero te aseguro que no hay ningún elemento probatorio. Jamás maté ni mandé a matar a nadie. Soy inocente.