Los comerciantes y empresarios de vastas zonas de la ciudad no salieron ilesos de la declaración de Ariel Máximo “Guille” Cantero, esa en la que entre provocaciones y sarcasmos confesó su oficio de contratista de sicarios para tirar tiros. Es que desde hace unos seis meses a empresas de distintos rubros llegan hombres jóvenes y extorsionan a los titulares de las mismas con el argumento que los manda “el Guille Cantero” y que si quieren trabajar “tranquilos” deben pagar por protección. Caso contrario, dicen, los locales serán baleados. Y así ocurre la mayoría de las veces. “Vos no sabes si los manda este Guille o Los Monos. Lo que sí, este hombre dijo que contrata a estos tipos. Entonces..., ¿les crees o no que los manda el Guille?”, se preguntó el dueño de una concesionaria de la zona oeste de la ciudad con más de 20 años en el mercado.
Los empresarios, quienes por temor a represalias y extrema exposición pública prefirieron no dar sus nombres, contaron sus incómodos problemas. Héctor se dedica al montaje de cables de telefonía y canales de televisión. Al tomar el contrato con las empresas pecó de temerario. “Asisto a lo que se denomina zonas P como se conoce a los lugares peligrosos de la ciudad. Son zonas que comprenden distintos barrios como las Flores, San Martín Sur, Puente Gallego, el complejo de Grandoli y Gutiérrez. También estamos en La Siberia, la zona de las facultades y varias mas. En una ocasión, a fines del año pasado, cuando fuimos a cortar el servicio en una vivienda salió a recibirnos un hombre armado y nos amenazó. Hicimos la denuncia pero el tiempo pasó y finalmente no cayó preso”, aseguró el empresario.
Entre ese hecho de amenaza concreta y el desarrollo judicial del caso hubo una intimidación: “A los tres meses de ese hecho nos llamaron de Fiscalía y nos dijeron que el hombre ya se había ido de la casa y que no fuéramos a declarar, pero unos días después nos balearon la oficina que tenemos en zona sur y obviamente tuvimos que cambiar la forma de trabajo. Tuve que sacar al personal que se ocupó de ese caso y mandarlo a cablear a otra localidad”, contó Héctor.
Por otro lado, el empresario contó que “en algunas empresas que hacen tendido de fibra óptica, que también va por cableado aéreo, un grupo de delincuentes les dijeron que si no arreglaban y pagaban unos pesos les iban robar los cables. Esos cables no sirven para vender porque no se comercializa como el cobre. Algunas empresas no pagaron y por eso se dieron faltantes del servicio de internet en algunos barrios. Otros operadores, me dijeron, directamente optaron por pagar y quedarse tranquilos”.
En la misma línea Franco, dueño de una concesionaria familiar de venta de autos de la zona oeste, contó una experiencia traumática: “Hace un tiempo atrás vino a la agencia un muchacho y nos dijo que le comunicáramos al «jefe del lugar» que venía de parte de Guille y que iban a pasar más tarde para hablar, pero no le hicimos caso. En la zona oeste a unas cuatro o cinco agencias les pasó lo mismo y las balearon, una fue la de Fiat, otra que corresponde a una familia de empresarios que hace años está en la zona y trabajan como nosotros, con un negocio transparente. Hace 70 años que estamos en el mismo local con distintos rubros”, contó Lucas.
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“Le gente, yo mismo, cuando escuchaba que baleaban una agencia de autos lo primero que pensaba es que los dueños estaban en algo raro. Pero resulta que muchos colegas de los cuales doy fe que son gente decente en su negocio, tuvieron el mismo problema. Evidentemente alguien apaña a estos delincuentes”, dijo.
Como ejemplo, y sin dar nombres, tomó el caso de otro comerciante menor. “Un amigo vendía autos en un garaje. A él directamente se le acercó un hombre, le dijo que venía de parte de «Los Monos» y le pidió plata. Este muchacho decidió que no iba a pagar y empezaron a seguirlo, una o dos veces, y finalmente balearon el galpón dónde él vendía los autos. Hace tres meses que está sin trabajar. Por suerte tiene otro empleo, porque sino se muere de hambre”, aseguró.
Otra concesionaria, en este caso de motos y ubicada en la zona oeste, tuvo un problema similar. Lucas, el dueño, está ligado al ambiente de las dos ruedas desde hace mucho tiempo. “Esto me llevó a instalarme hace dos años en zona oeste. El lunes 2 de agosto pasó por el negocio un muchacho y cuando lo atendí dijo mi nombre y que quería hablar conmigo en privado, obviamente no me conocía. Cuando lo escuche casi me muero, me pidió 30 mil dólares para que trabajara tranquilo, pero yo esa plata ni la tengo. El tipo me dijo que venía de parte del «Gordo» y me dejó un teléfono para que llamara. Yo no llamé y ni sé quien es esa persona a la que se refirió”.
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Para el empresario la situación se tornó más complicada en poco tiempo. “Dos días después pasaron dos personas en moto y balearon el frente del local, me destrozaron la vidriera y una moto de agua y un auto que tenía en exposición fueron perforados. En plata el perjuicio está muy arriba de los 200 mil pesos. La denuncia en Fiscalía la hizo mi abogado y por unos días pasó un móvil policial por el lugar. Ya no tengo problemas, igual en esta zona (Juan José Paso al fondo) los tiros son permanentes”.
En tanto, el 8 de agosto pasado una concesionaria de autos ubicada en Rondeau al 4100 fue baleada por uno de los dos hombres que llegaron en una moto. Fueron al menos cinco disparos sobre los ventanales del local. El propietario del comercio, Omar Velázquez, denunció que a principios de este mes un hombre se acercó a su concesionaria para pedirle “25 mil dólares para poder trabajar tranquilo”.
El ataque sobre la concesionaria generó otra situación trágica: una mujer que esperaba el colectivo a veinte metros de la agencia se asustó al observar el hecho y cruzó el bulevar Rondeau para escapar. Pero al llegar a la otra vereda se desvaneció. Cuando un móvil del Sies arribó al lugar se determinó que había fallecido. Su nombre era Marta Agüero, tenía 62 años. Según las primeras informaciones, el deceso de la mujer se habría producido de manera natural ya que sufría de hipertensión. “Cayó presa del miedo cuando vio a los tiradores, corrió y tuvo un infarto”.
Omar Velázquez, dueño del comercio atacado a balazos, contó sobre el hecho. “Me llamaron una semana antes y me dijeron que debía pagar si quería trabajar tranquilo y después me balearon el frente dañando un auto. Ya me pidieron plata hace unos meses y no quise pagar. Ahora no sé si seguir con el local abierto, cerrar o trasladarme a otro lugar. El dinero inicial eran 25 mil dólares que no tengo. No estoy ligado con ninguna persona a la que le haya vendido un auto y con la que tenga problemas”, sostuvo Omar en ese momento.
Quince días después el comerciante, que hace cuarenta años tiene su negocio en ese lugar, sostiene ante este diario: “Tengo custodia en la puerta pero en Fiscalía me tuvieron mucho tiempo para hacer la denuncia. Es más, por momentos yo mismo parecía un delincuente por las preguntas que me hacían. Soy un empresario con muchos años en el rubro y nunca vendí autos con los papeles complicados ni a ninguna banda, simplemente trabajé”.
Por otro lado destacó que “a muchos comerciantes y agencieros de la zona los han extorsionado. Alguno se asustó y pagó, pero no se puede trabajar así, yo no pienso darle un peso a nadie. Lo que me preocupa es que hace dos meses que estoy con este problema. Es más, desde un auto al que identifiqué sacaron fotos del negocio. Denuncié el hecho y no se hizo nada”, aseguró.
Con la confesión de partes, Ariel Cantero no sólo se posicionó irónicamente como el dueño del mal, sino que provocó aún más confusión entre los comerciantes que sufrieron extorsiones y ya no saben donde pararse a la hora de enfrentarse a estas insólitas situaciones.