Mal de ausencias. Esa habría sido una de las causas que influyeron para que el
ex jefe de la barra brava de Newell’s Old Boys, Roberto Pimpi Camino, diera el paso en falso
que derivó en su detención, tras 73 días de búsqueda, el miércoles por la tarde en la porteña plaza
Miserere. Es que la llegada de la Semana Santa lo encontraba casi solo en la Capital Federal y el
hombre no tuvo otra idea que movilizar hacia allí a una decena de familiares. Se instalaron en un
edificio del barrio porteño de Once, donde el ex hombre fuerte del paravalanchas rojinegro era
resguardado por cinco soldaditos ajenos a "la hinchada que nunca abandona", como se autodefinía el
grupo de seguidores de Camino. Pero detrás de la familia fueron los pesquisas y así terminó su
escapatoria.
A ese seguimiento, dijeron los investigadores, hay que sumarle que "en los
últimos días se estuvo haciendo un trabajo muy fino con las comunicaciones telefónicas de Pimpi" y
los datos obtenidos permitieron achicar el radio de búsqueda.
Setenta y tres días es mucho tiempo para cualquier ser humano, incluyendo a
Roberto Cristián Pimpi Camino, de 37 años, quien finalmente fue detenido el miércoles por la tarde,
cuando los medios nacionales de televisión no dejaban de hablar de las denuncias del oficial Juan
José Raffo sobre las cajas negras de la policía rosarina. Sobre Camino pesaban dos pedidos de
captura. Uno, a nivel nacional e internacional, por los incidentes ocurridos en el estadio de
Newell’s el pasado 26 de enero. Y el otro por un abuso de armas del 30 de enero en el que
también está incluido su hijo Jonathan, apodado Chamí, de 18 años, quien aún está prófugo después
de ser apuntado por el sobreviviente de una balacera en la que fue asesinado Sebastián Galimany, el
19 de enero, en Grandoli y Andrade.
Un largo camino. Desde el 26 de enero por la tarde, cuando unas 60 personas
pretendieron copar el estadio del parque Independencia a fuerza de palos, piedras y tiros, sobre
Pimpi no se supo nada más. Acerca de dónde estuvo durante todos estos días el acusado de instigar
esos hechos junto a sus hermanos Alberto y Juan Ramón, se tejieron decenas de versiones. Mientras
tanto, la policía rosarina realizó 35 allanamientos, 26 de ellos ordenados por la jueza de
Instrucción Alejandra Rodenas (quien actuó en primera instancia) y los restantes por su par Raquel
Cosgaya.
Antes de detenerlo el miércoles en plaza Miserere, se lo buscó en el Gran
Rosario, en la santafesina localidad de Recreo Sur, en Victoria, en Capital Federal y el conurbano
bonaerense. Fuentes allegadas a la causa fueron cautas a la hora de hablar de cómo se llegó a la
detención del barra más buscado en la provincia, pero del diálogo con varios voceros se pudo
reconstruir cómo se estrechó el cerco.
El grupo de los 5. Hace menos de dos semanas, el jefe de la policía rosarina,
comisario Osvaldo Toledo, tomó la decisión de generar una brigada de hombres que bajo su mando se
encargarían personalmente de la pesquisa. El grupo no superaba los 5 hombres y el objetivo era
evitar filtraciones.
A partir de ese momento se comenzó a realizar "un trabajo fino sobre las
comunicaciones telefónicas", indicó una de las fuentes. El tema consistió en triangular los adatos
arrojados por las antenas de telefonía celular donde operaban los aparatos del prófugo. Con la
información obtenida se fue delimitando el lugar donde estaba el barra. Algo similar hizo la
Policía Nacional colombiana cuando cercó al narcotraficante Pablo Escobar Gaviria el 2 diciembre de
1993 en Medellín. Entonces, el jefe narco murió acribillado.
Ese seguimiento le permitió a la comisión policial centrar su búsqueda en un
radio de 20 cuadras del barrio porteño de Once, sobre el cual la brigada especial trabajó en los
últimos tres días. Así fue que el cercó se estrechó aún más en la zona de la plaza Miserere,
delimitada por las avenidas Rivadavia y Pueyrredón y por las calles Ecuador y Mitre. Un territorio
desconocido para los policías rosarinos que actuaron con la colaboración de la Policía Federal. Es
que en esa plaza hay estaciones de subtes de las líneas A y H, y la terminal del ferrocarril
Sarmiento, lo que implica un incesante movimiento de personas a lo largo de todo el día.
Música silenciada.Con el objetivo delimitado, los efectivos de la División
Judiciales y de las Agrupaciones Unidades Especiales, Orden Público y Cuerpos trabajaron con un
exhorto librado por la jueza Cosgaya que incluía una orden de allanamiento para un departamento
ubicado en avenida Jujuy al 400, a metros de Rivadavia. En las últimas horas del miércoles al
edificio llegó una decena de familiares y allegados de Pimpi, un dato que sumado a la delimitación
tecnológica de la residencia, favoreció a la detención.
Pasado el mediodía del jueves, una decena de policías rosarinos vieron salir a
Camino con destino a la plaza Miserere. Iba acompañado por varios de sus familiares y cinco
soldaditos, ninguno de ellos integrantes de la barra leprosa, que le servían de custodia. Lo
esperaron, lo observaron, y cuando Pimpi se paró a escuchar a un músico callejero que hacía su show
a la gorra, los agentes de la Unidad Regional II se le acercaron y lo retuvieron. Lo que exclamó
Pimpi al ser detenido difiere según la fuente. Algunos dicen que se acordó de un abogado y otros de
la actual dirigencia del Newell’s. Los más sensatos dejaron esta frase: "Esta bien, me
entrego, perdí".
"Técnicamente, a Pimpi lo detiene la Policía Federal porque los agentes
rosarinos, por jurisdicción, sólo lo pueden retener. Pero el trabajo fue íntegro de la Unidad
Regional II", indicó un vocero. Tras la detención de Camino, todos sus acompañantes se hicieron
humo, no sin antes ejercer una tímida reacción.
Pimpi fue llevado a la comisaría 7ª de la Federal, donde quedó detenido e
incomunicado. Pasadas las 4 de la mañana de ayer partió hacia Rosario en una comitiva liderada por
el propio jefe de la UR II y a las 7, la delegación ingresó a la Jefatura por el portón de Ovidio
Lagos al 5200. Caimno quedó alojado en una celda de la alcaidía hasta la tarde de ayer, cuando fue
llevado al despacho de la jueza Cosgaya.