La dolorosa eliminación de Central en la Copa Argentina del viernes por la noche en Formosa dejó en evidencia el bajo nivel futbolístico de las individualidades canallas. Porque dilapidaron una y otra vez chances netas de gol en el tiempo reglamentario y, además, por la escasa rebeldía anímica que tuvieron para ejecutar los disparos con carácter y precisión en la posterior definición por penales. De esta manera el austero y digno Atlético Tucumán se llevó el boleto a la final del certamen federal. Y el club de Arroyito quedó envuelto en una confusión futbolística total que deberá corregir de inmediato.
Bien se puede decir que Central hizo más que el Decano para ganar el partido. Y que de haber habido un vencedor en los 90 minutos debió ser el canalla, ya que a pesar de repetirse en el pelotazo y tener poco juego asociado, igual se las arregló para generar acciones netas de gol, con un penal incluido que falló Washington Camacho en el inicio del segundo tiempo.
Pero la realidad es que el ahora ex equipo de Paolo Montero fracasó rotundamente en la definición por impericia propia. No hay excusas que valgan dentro del área cuando desde una posición inmejorable la acción no termina en gol. Salvo Carrizo, que sacó un buen disparo en la etapa inicial y que en el complemento reventó el travesaño, al resto de los jugadores canallas con vocación ofensiva se les nubló el panorama a la hora de definir y eso es un pecado imperdonable en una semifinal.
Y aquí hay que incluir a los delanteros Marco Ruben y Fernando Zampedri, ya que Germán Herrera debió ser suplantado por una molestia muscular. Y ni qué hablar de Washington Camacho, que estuvo toda la noche con el pie cambiado y hasta pateó un penal tan débil y anunciado como un niño lo haría con una pelota pesada.
Pero este nivel irregular de las individualidades hay que hacerlo extensivo al resto del equipo y no sólo circunscribirlo al partido ante los tucumanos. Porque la realidad es que ningún jugador canalla sostuvo un rendimiento absolutamente confiable y acertado en lo que va del segundo semestre. Y en especial hay que hacer mención a los futbolistas que por nombre y experiencia deben aportar un plus.
De atrás hacia adelante hay que asumir que Diego Rodríguez alternó buenas y malas bajo los tres palos. Que Paulo Ferrari está lejos de su mejor versión, al igual que el paraguayo José Leguizamón. Que Fernando Tobio aún no sintonizó en el universo canalla. Y que Mauricio Martínez, a la orden para ponerle el hombro al equipo en la función que le encomienden, también alterna partidos destacados y de los otros.
Camacho superó una lesión de rodilla y si bien siempre va al frente ahora tiene menor efectividad en sus intentos de perforar a la defensa contraria. También Pachi Carrizo muta entre rendimientos promisorios y otros para el olvido.
En tanto Ruben, Herrera y Zampedri, este último a pesar de ser el goleador del canalla del semestre con cinco gritos, también suelen entrar en momentos de confusión y aturdimiento táctico. Es más, Marquitos pasa uno de sus peores momentos en Central.
Por su parte, lo que además queda muy claro es que a los pibes no se los puede utilizar como salvadores. Que deberán acoplarse al equipo de manera paulatina para que no los arrastren las urgencias y que sus buenas cualidades no se reduzcan a la mínima expresión.
Lo dicho, Central tiene a sus individualidades con marcada irregularidad y con la confianza en muchos casos por el piso. Encima el viernes sufrieron otro duro porrazo.
Por eso la misión ahora de Leonardo Fernández y luego del DT que llegue al club no será sencilla. Deberán recuperar de pies a cabeza a los soldados y darles una contención táctica que los potencie, algo que en la última etapa de Paolo Montero evidentemente no tuvieron.