Se está muy lejos de pensar que a
Central se le quemaron los papeles por lo sucedido en la derrota frente a River. Se está muy cerca de creer que la caída, dura por cierto, en el Monumental significó un cimbronazo del que cuerpo técnico y jugadores deben tomar nota y actuar en consecuencia. Es obligación para todos ellos sentir que es momento de parar la pelota, barajar y dar de nuevo porque de esta forma al grupo le será difícil alcanzar alguno de los dos grandes y muy claros desafíos que tiene hasta el final del semestre: lograr la clasificación a la Copa Sudamericana 2019 y avanzar en la presente edición. ¿Es viable? ¿Son objetivos incompatibles? Difícil de establecer el límite. Sí que se presentan en cierta forma como complementarios.
Con las pulsaciones aún en un estado de cierta aceleración, la sensación que dejó el partido de Central en cancha de River es que la meta de la Sudamericana 2019 empezó a desvanecerse. Lo marcan los números (hoy el canalla está a 4 puntos de Defensa y Justicia, el último clasificado). Fue, por cierto, la primera lectura que se hizo desde estas páginas. Ahora bien, existen unas cuantas razones que resultarían adecuadas en tren de imaginar decisiones y un comportamiento que deban desembocar en una pronta remontada, ante Racing, que podría poner al equipo nuevamente en carrera para ese objetivo a largo plazo y, a la vez, tenderle lazos de complicidad para lo que llegará dentro de un par de semanas: el choque de vuelta en San Pablo frente al tricolor. Para todo ello será necesario barajar y dar de nuevo.
Si hay un problema del que Central fue víctima en este semestre es el tema de las ausencias por lesión. Y no es cuestión de hacer foco sobre el porqué de tantos lesionados, sino en cómo actuar con ellos en estos días de cierta incertidumbre.
Ahora padeció la de Oscar Cabezas, pero pararse en ese punto sería abordar sólo una parte del inconveniente. A Leo Fernández no le sobran alternativas. No cuenta con un plantel rico en cuanto a calidad y cantidad, pero tampoco tiene necesidad de salir desesperado a buscar chicos de la reserva. Por citar un ejemplo, jugadores como Ruben, Camacho y Carrizo estuvieron el domingo en el banco de suplentes.
La otra parte de la historia, y quizá la más importante, radica en la inteligencia y la sabiduría para hallar las formas de que el equipo se recomponga futbolísticamente, que vuelva a ser ese conjunto al menos aguerrido y que quizá apostaba por un juego menos ambicioso, pero que a la postre le fue mucho más efectivo.
Para lo que viene, nadie en Central querrá romper con esa saludable costumbre del equipo de reponerse cuanto antes de un traspié. Es que eso es algo que también forma parte del canalla desde que Leo Fernández tomó las riendas. Nunca el equipo sufrió dos derrotas consecutivas, exponiendo un claro comportamiento cuando algún palo se le metió en la rueda. Pero lo de ahora ya fue tomando otro color. Porque de poco sirve sobreponerse rápido a los golpes si esos golpes se dan con mayor asiduidad.
Es imposible soslayar lo que fue también el empate contra San Pablo. En ese terreno también mete la cola la sensación de que la parada en Brasil no será sencilla y que para sacar la llave adelante será necesaria una reestructuración futbolística. Hay tiempo suficiente como para intentarla, amén de que ese lapso encerrará además la obligación de pelear hasta el final por la copa del año próximo.
El resultado fue duro para Central, pero Leo Fernández se fue del Monumental mucho más preocupado por las formas, pese a haber tenido el partido más o menos controlado hasta la salida de Cabezas, que lo obligó a un reordenamiento de piezas.
Pero lo dicho, el 0-2 lo alejó de la Sudamericana 2019. De allí la imperiosa necesidad de parar la pelota y repartir las cartas de nuevo. Si la remontada no es rápida implicará empezar a mirar con más cariño un objetivo que otro.