No es poco lo que logró
Central anoche. La segunda victoria consecutiva después de una racha de ocho sin triunfos no es para desmerecer. Aunque lo más rescatable, además del resultado, claro, es que nuevamente mereció los tres puntos. Al igual que hace cuatro días, el equipo del Patón buscó seguir creciendo a partir de una solidificación en el juego y allí sembró la semilla del triunfo, el segundo al hilo en la previa de la definición de la Copa Argentina.
Central parece haberse tomado a pecho esto de no quedar a remolque de las ambiciones del rival. Como ante Estudiantes, el canalla tiró sobre la mesa una consigna clara: manejar la pelota, hacerla circular y a partir de ahí intentar generar peligro. En parte lo logró porque en un primer tiempo que tuvo mucha ida y vuelta, el equipo del Patón tuvo unas cuantas chances para convertir. Pero San Martín también. Y esa fue la contracara de su plan, con ambiciones claras en ofensiva, pero con enormes grietas en retroceso, especialmente en la franja central, donde Ortigoza fue el 5 clásico y Gil estuvo más suelto.
De a ratos pareció una pelea callejera. Porque Central no se cansó de tirar golpes pero sus buenas intenciones no tuvieron final. Otra vez Bettini se atrevió a desnivelar por su carril, lo mismo que Parot por el suyo, generalmente bien secundados por Camacho y Carrizo. Por eso fueron apareciendo las situaciones y los lamentos. Zampedri no pudo darle con fuerza de cabeza en el segundo palo (9') y Ruben falló en el mano a mano con Ardente (la tiró afuera) luego de la buena asistencia de Camacho (13').
Central hasta ahí siempre fue más, con Camacho protagonista en ofensiva pero tan errático como participativo. El uruguayo falló dos veces en la misma jugada, aunque la más clara la tuvo cuando abrió demasiado el pie derecho luego de una guapeada de Ruben.
En contrapartida a esa armonía ofensiva, Central ofrecía ventajas del medio hacia atrás. Para su fortuna Lamolina no cobró penal en la clara mano de Cabezas luego de un remate de Mosca (24'). Pero no fue la única de San Martín. El toque de zurda de Mosca lamió el palo izquierdo de Ledesma en una jugada que metió escalofríos en los hinchas, como aquel centro de Grahl que Alvarenga no empujó a los 7'.
Mermó el apetito voraz y el complemento fue todo más parsimonia, pero quizá no por una cuestión estratégica, sino por deficiencias. La pelota ya no tenía fluidez y el peligro escaseaba. Pero en el momento en que Zampedri desperdició lo que hasta ahí había sido la más clara apareció Parot por izquierda para meter un sablazo que le dobló las manos a Ardente. La justicia llegaba al Gigante con retardo, pero justicia al fin.
De allí en más a aguantar más que a bajar la persiana. Lo pudo haber cerrado con un par de cabezazos, de Ruben y Zampedri, pero también Ledesma evitó el empate, primero sacándola con el pie frente a Villarruel y después contra el ex canalla Castillejos.
Ya sin Gil en cancha, con Ojeda primero de 5 y después de volante derecha, con Arismendi entre los centrales, Central le puso el broche a otra noche de alegría.
Parot, todo potencia, fue la figura
Alfonso Parot fue el mejor canalla. Y no sólo por el zapatazo que significó su primer gol en Arroyito, sino porque fue siempre con potencia, se asoció bien con Carrizo y en la marca cumplió. "Separamos la Copa Argentina de la Superliga porque había que sumar y los hicimos en los dos partidos", dijo.