Leo ya recarga energías en nuestra ciudad luego de un segundo semestre a pura magia en Barcelona. Messi arribó ayer a media mañana al aeropuerto internacional Islas Malvinas con el objetivo de pasar las fiestas navideñas junto a sus seres más cercanos, como lo hace año tras año. Y su convocante figura no pasó desapercibida entre los empleados de las diversas áreas que trabajan en la base aérea. Bajó de un avión privado pasaditas las 10 junto a su hermano Rodrigo. Luego de los trámites de rigor sí se reencontró con su pareja Antonella Roccuzzo, su madre Celia y algunos de sus sobrinos. Después de los saludos, el crack dejó el recinto y se subió a una de las camionetas que lo esperaba afuera para dirigirse e instalarse unos días en su lugar en el mundo: Rosario.
El reloj marcaba las 10.15 cuando de un pequeño avión privado asomó el capitán del seleccionado nacional. Vestido con una remera negra con una imagen estampada de una calavera, bermudas, zapatillas blancas, gorrita y lentes oscuros, Lionel fue dejando el trayecto que separa la pista con el hall de ingreso internacional en compañía de uno de sus hermanos.
Hasta acá, todo era normal. Nadie se había percatado de que el mejor jugador del mundo y máximo emblema de la ciudad estaba pisando suelo rosarino una vez más como lo hace cada vez que la cargada agenda deportiva se lo permite. En realidad, en el aeropuerto no había pasajeros para embarcar en ese instante por un conflicto de los empleados de Aerolíneas Argentinas y Austral. Por eso la calma y el silencio de misa retumbaba en el Islas Malvinas.
Pero cuando el periodista Ramiro Blásquez se percató de que tenía frente a sus narices a la Pulga, el clima fue cambiando con el correr de los minutos. "Hola, Leo. Soy de Chabás y amigo de Imanol Caturano y Franco Falleroni", le salió en ese instante de sorpresa y media al joven reportero, quien también estaba de casualidad en el aeropuerto. "Hola, como te va. Ah, Caturano, sí. Mandale saludos cuando lo veas", respondió sin dudar el 10, quien conoce a ambos chabatenses de cuando jugaban en las inferiores de Newell's.
Es más, Leo paró en algunas ocasiones en la casa de la familia Caturano cuando era un pibe que alimentaba el sueño de llegar a la primera. Y, fiel a su estilo, sigue acordándose de sus ex compañeros y mantiene viva las raíces de la humildad. Luego de una improvisada selfie con el periodista, se dirigió hacia donde estaba su mujer Antonella Roccuzzo. Un sincero y tierno beso selló el momento del reencuentro.
Después sí se saludó con su mamá Celia, quien esperaba también ansiosa a su otro hijo, Rodrigo, que había llegado con el Leo. Y con algunos de sus pequeños sobrinos. Fue entonces que comenzó a dejar el aeropuerto para subirse a una de las tres camionetas de la familia que estaban esperando afuera.
Pero antes de irse, el grueso de la gente que trabaja en las diversas áreas del renovado Islas Malvinas comenzó a pedirle fotos al más famoso de los Messi. El capitán y figura del seleccionado nacional y Barcelona fue concediendo cada pedido sin decir ni "mu". La gente no lo podía creer. Era como si el crack no tuviera prisa y quisiera cumplir con todos. Incluso le firmó un autógrafo a una de las mozas del bar en improvisado papel.
Una vez que dejó conformes a todos, terminó de hacer lo suyo y en una camioneta importada blanca se fueron junto a su esposa hacia destino desconocido. Algunos aseguran que se atrincheró en Arroyo Seco. Otros en Funes. Lo cierto es que Leo está acá. Y eso es lo que cuenta y vale. Mientras que el resto de la familia dejó más tarde el aeropuerto porque tenía que esperar el equipaje.
El genio del fútbol actual ya descansa en su lugar en el mundo. Llegó antes de tiempo porque Barcelona le dio un permiso especial para adelantar vacaciones y por eso mañana no jugará por la Copa del Rey contra Hércules. Quizá ya estaba consensuado dejar suelo catalán con anticipación.
Y mientras sus diabluras en el derby ante Espanyol continúan on fire en las redes sociales, Messi cerró un 2016 a todas luces. Como él sólo puede hacerlo. Volvió a la selección, la sigue rompiendo en Barcelona. Y culminó este año como el máximo goleador mundial. Sí, la Pulga clavó 59 gritos. Las estadísticas dicen que hizo 51 con la camiseta de Barcelona (32 por la liga, 13 por la Champions League, 5 por la Copa del Rey y 1 por la Supercopa española). A la vez, los 8 restantes los marcó con la celeste y blanca que dirige otro del pago: el Patón Bauza. Marcó 5 en la Copa América del Centenario bajo el mando del también rosarino Tata Martino y 3 por las eliminatorias rumbo al Mundial de Rusia 2018. Vaya año para Messi.
Un Leo que pegará la vuelta a territorio ibérico el 1º de enero, según pudo constatar este medio ayer. Luego sí será momento de que todo el ambiente comience a dedicarle más tiempo a su imagen porque se vendrá el turno de las negociaciones para la renovación del contrato que caduca en junio de 2018, el año del Mundial en Rusia. Pero por ahora, lo más importante es que Messi ya está en su ciudad natal.