Salvo un partido que resulte un bodrio, en el que no haya absolutamente nada para destacar, siempre se presenta algún ingrediente distintivo, algo que se relacione con los pequeños detalles. Y este Central del último año cuenta con algo así como un amuleto de la suerte en los clásicos y no es otro que Ignacio Malcorra. Sí, el chico de la película en la previa, con todas esas especulaciones que se hicieron respecto a su presencia, a si podía ir al banco para que Matías Lequi pudiera disponer de él en medio del partido como lo hizo Russo en septiembre pasado. El DT tuvo la chance de mandarlo a la cancha y vaya si el 10 respondió. No fue un calco, pero muy parecido a lo que sucedió a aquella vez, también en el Gigante, también en el arco de Génova.
Hacía de Huracán que Malcorra no integraba el plantel en los partidos. Nadie se encargó de informar porqué, pero se supo que en ese partido contra el Globo, lo que fue había sufrido había sido un desgarro. Por eso las especulaciones de lo que podía suceder este sábado 10 de agosto de 2024 que también quedará guardado en la memoria de los hinchas canallas.
Y Nacho se preparó a conciencia, como aquella vez, con un trabajo fino con los kinesiólogos. Y cuando apareció la lista de concentrados el volante ofensivo estaba. Y era sólo cuestión de saber en qué momento del partido Lequi lo iba a mandar a la cancha, siempre atendiendo a cómo estuviera el partido. Y ese momento llegó.
A los 15’ del complemento el cartel electrónico marcó el 10 por el 30: Malcorra por O’Connor. La apuesta era que Nacho le dé algo de ese fútbol que el equipo había adolecido y de hecho lo hizo, sin brillar, pero con inteligencia. Fue algo así como una especie de imán cuando Central tenía la pelota y de sus pies comenzaron a aparecer algunas cositas interesantes.
En uno de esos tantos intentos de conjugar velocidad con precisión llegó el intento en la individual contra Méndez, la falta del zaguero central y la sanción de un tiro libre muy cerca del área. Era desde un ángulo más cerrado a aquel tiro libre, pero fue el instante en el que absolutamente todos en el estadio y posiblemente los que lo seguían por televisión, pensaban que algo raro podía ocurrir.
El tiro libre de Malcorra
Al lado de él se paró Maximiliano Lovera, pero ¿quién podía pensar que Malcorra iba a ceder? Nadie. Acomodó la pelota una vez, y otra, y otra, como suele hacerlo. Ramírez pitó fuerte y Malcorra fue, con convicción. Le dio dirección, aunque sin tanta potencia, pero igual le fue difícil a Macagno, que respondió de manera débil. Y llegó Mallo para el gol.
Partícipe necesario en “la” jugada del partido, Malcorra otra vez volvió a hacer de las suyas. Con un antecedente fuerte, como lo fue aquella vez que también se repuso de un desgarro (en el sóleo) y en la que se transformó en héroe. El mismo traje que se calzó meses después en el Coloso, cuando metió un gran latigazo contra el palo derecho también de Macagno.
De cara a un clásico, Malcorra es en Central algo así como un amuleto de la suerte, una especie de jugador fetiche para ese hincha canalla que hoy disfruta de un nuevo triunfo en un clásico y que sabe perfectamente que uno de los grandes gestores de esta alegría tiene nombre y apellido: Ignacio Malcorra.
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