La derrota frente a Newell’s no hizo más que exponer a un equipo que sigue de rodillas. La última alegría de Central a la vera del Paraná data del pasado martes 15 de febrero cuando derrotó a Vélez en Arroyito, por la segunda fecha. Luego no se cansó de poner la mejilla cada vez que jugó ante su pasional gente. La puesta en escena en el partido más importante de la ciudad fue limitada. Faltó ideas desde el directorio. El canalla reafirmó la anemia futbolística y confirmó que no hay señales esperanzadoras con este proyecto. La Lepra le dio un baño de realidad al Kily González y a la dirigencia justo en la cita donde no está permitido fallar desde lo deportivo.
Hace tiempo que Central anda a los ponchazos. Que no cuaja ni seduce al hincha con este modelo y estilo. Se viste como indigente en un torneo donde exige al menos ropa limpia para poder quedarse con una de las cuatro plazas que están en pugna para ir de verdad por la gloria. La realidad marca que ya ni el objetivo de mínima pinta para hacerse realidad. La tabla de posiciones es clara.
No hay dudas de que el equipo del Kily González continúa resquebrajándose. Newell’s le arrebató la ilusión a toda la masa que copó el estadio mundialista. Besó la lona otra vez en Arroyito como sucedió últimamente con Godoy Cruz y Barracas Central. Pero la derrota de este domingo con el eterno rival dolió más. Caló hondo en el orgullo. Sobre todo porque desde el 2016 no permitía que el rojinegro se llevara la bandera triunfal del Gigante.
El elenco auriazul no encontró ni tuvo respuestas futbolísticas y anímicas cuando el rival se puso en ventaja. Es cierto que generó un par de situaciones electrizantes. También es verdad que las líneas son vulnerables, especialmente las áreas defensivas y de los volantes. Cada vez que lo atacan, le entra fácil el agua y Central se transforma en una caldera que entra en estado de ebullición.
Cristian González no pudo jamás ensamblar las piezas del rompecabezas. Sea de este torneo como los demás que estuvo a cargo. Flaqueó siempre. Aunque la última línea se caracterizó por ser la más expuesta y endeble de todas. Evidentemente es el gran lunar de este ciclo, más allá de que hay otras aristas que también están en la columna del debe.
Lo de Central es para el diván. Y no por la derrota contra la Lepra. Carga una pesada mochila de falencias desde que regresó el fútbol en plena pandemia. El Kily no es la primera vez que tiene la cabeza en la guillotina. Zafó varias veces. Pero esta vez sería muy diferente porque el proyecto se mancó desde el misma programación. La paciencia se marchitó en la sociedad canalla.
Las almas dejaron Arroyito arrastrando los pies y haciéndose más preguntas que cuando llegaron a la fiesta de la ciudad. La impotencia fue la resultante y la postal que graficó el triunfo leproso a la vera del Paraná. Ver al equipo desparramado en cancha no fue más que una clásica postal de esta versión made in Kily.
Pasaron siete fecha de la Copa de la Liga. Central es un barril lleno de pólvora a punto de explotar. Queda la mitad del camino recorrido y no se percibe una inmediata mejoría bajo esta administración deportiva. Haber quedado un poco más abajo en las posiciones ya no causa gracia en los fieles de Arroyito. No obstante, lo de Central ante Newell’s no fue sorpresivo. Terminó siendo una clásica puesta en escena de Cristian González.