Hay momentos en los que las palabras sobran, que los hechos alcanzan y sobran para analizar y sacar conclusiones. Las cosas que sucedieron en Central en el último año están a la vista de todos, pero no son pocos los detalles que metieron la cola en esta saga de desaciertos futbolísticos y de tomas de decisiones por parte de la dirigencia. Hoy nadie puede hacerse el distraído, mirar para otro lado e intentar refugiarse cuando las esquirlas aún se están expandiendo. La derrota de Central en el Morumbí le puso el broche a una cadena de yerros que sólo encontró un paréntesis en la primera etapa de Leo Fernández. Antes y después de eso, las causas que hoy hacen efecto. Diez puntos para explicar el momento de Central.
Las vidas que fue teniendo Paolo Montero en el último tramo de su proceso por los avances que el equipo fue logrando en la Copa Argentina marcó un antes y un después. El uruguayo flotó en el cargo mientras Central avanzaba en ese torneo, pero la caída en la semifinal puso en caja al técnico. También en una situación compleja a los dirigentes, que creyeron conveniente no tomar ninguna decisión previa. Con Coudet ya había pasado algo similar.
El envión de Leo Fernández
La aparición de Leo Fernández fue de una magnitud tal que en el ese miniciclo de tres partidos (Talleres, Boca y Newell's) metió una presión terrible que a los dirigentes les fue imposible sortear. No fue un momento negativo de esta historia. Más bien todo lo contrario. Sí marcó un quiebre. Por más que el convencimiento de la dirigencia no era pleno, los resultados hicieron su parte y por eso Leo Fernández dejó de ser interino para transformarse en el técnico de Central.
Mal mercado de pases
Si algo tuvo esta conducción de Central fue la apuesta firme en los mercados de pases. Se le dio todo lo que pidió a Coudet. Sucedió algo similar con Montero. Pero no ocurrió lo mismo cuando Leo Fernández estuvo al frente. Néstor Ortigoza con un semestre flojo y el colombiano Cabezas, quien era más una apuesta que una realidad, fueron los dos únicos refuerzos. Demasiado poco para lo que venía haciendo. A la base que había, que de por sí no gozaba de tanto brillo, no se la potenció demasiado.
Lesiones que dolieron
No todo fue color de rosas en la era "Leo Fernández". El equipo sufrió una catarata de lesiones impresionante, impropia para un plantel que se mueve en la élite del fútbol. Eso generó dudas y malestar, pero básicamente le puso condicionamientos al cuerpo técnico a la hora de intentar darle rodaje a un equipo base y afianzarlo. Fue uno de las manchas más pronunciadas en el ciclo de Leo. No fue la principal causa en la merma de la producción futbolística, pero colaboró demasiado.
Pérdida de identidad
La segunda etapa del ciclo de Leo Fernández ya no fue tan eficaz. Se mantuvo con buenos números, pero lo que empezó a generar ruido en los hinchas, pero sobre todo en los dirigentes fue la profundización de la baja producción futbolística. Central jugaba cada vez peor y rápidamente se transformó en un equipo al que la identidad comenzaba a soltarle la mano. Eso lo hizo vulnerable y lo puso en un terreno en el que le costó afirmarse. El resultado es conocido por todos: otro técnico que dejaba el cargo.
Baja producción individual
A Leo Fernández le cabe la responsabilidad de que el equipo se haya desdibujado cada vez más, pero las individualidades hicieron su parte. No hubo un solo jugador que pudiera levantar la bandera de que algún arresto individual podía salir al rescate del letargo colectivo. Ni los más experimentados, ni los pibes que fueron apareciendo le dieron un salto de calidad al equipo. Es probable que una cosa haya llevado a la otra, pero nadie se atrevió o pudo romper ningún molde.
Mal clima ante la adversidad
Lo que ocurre dentro de la cancha suele ser lo que más trasciende. Lo que sucede afuera también tiene su implicancia. Cuando el equipo empezó a tutearse con los malos resultados, la desconfianza por parte de los dirigentes hacia Leo Fernández fue inocultable. Tras el partido de Racing la intención fue despedirlo, pero eso no sucedió por falta de acuerdo en una relación que a esta altura ya parecía rota. Esas semanas de reuniones varias el final estaba al caer.
Un cambio que no cambió nada
Si Central necesitaba un golpe de efecto, con Chamot no sucedió. Suele pasar que ante un cambio de entrenador "las expectativas se renuevan", según dicen y repiten los propios jugadores. Pero en esta ocasión nada de eso sucedió. Futbolísticamente Central no sólo no mejoró sino que de a ratos dio la impresión de haber empeorado. Esas respuestas inmediatas que necesitaba Central todavía no golpearon las puertas en Arroyito. Futbolística y emocionalmente quedó lejos de lo que se esperaba.
Las dudas de Chamot
En lo que hace a cuestiones que tienen que ver exclusivamente con el juego y las decisiones que lo rodean, Chamot no las tuvo todas consigo. La previa y el partido contra Arsenal tuvieron cosas que el mismo día del encuentro los propios dirigentes le recriminaron. Pero más expuesto quedó cuando en el Morumbí, con el equipo quedando afuera de la Copa, decidió volver a activar el banco cuando quedaban tres minutos de juego. Otra decisión que quedó lejos de la exigencia que impone un banco de primera división.
Objetivos incumplidos
Más que análisis, una especie de conclusión. Lo cierto es que en el final del semestre pasado y el principio de este se fijaron objetivos claros. Pese a lo difícil que era por dónde había quedado el equipo tras la partida de Montero, con Leo Fernández se apuntó a lograr la clasificación a la Sudamericana del año próximo. Durante muchas fechas el equipo estuvo a tiro de lograrlo, pero fracasó. Y lo mismo ocurrió con la derrota en Brasil el miércoles. El "gran" objetivo del semestre también se escabullía de las manos.