El clásico ya pasó y desde lo futbolístico hay una sola cosa que Central debe lograr: iniciar la levantada en la Liga Profesional, donde se encuentra anclado en el último puesto. Enorme desafío para el equipo de un club que por estos días es lo más parecido a una olla a presión, en la que hay cuestionamientos del plantel hacia la comisión directiva, especialmente hacia el vicepresidente Ricardo Carloni, por todo lo sucedido en la previa y fundamentalmente después del clásico, en el que la designación de Andrés Merlos como árbitro y todo lo que vino después desembocó en lo más parecido a un campo minado, en el que todos parecen caminar sin mirar dónde pisan. El “esto es Central” que alguna patentó Miguel Angel Russo le cuadra a la perfección al presente de una institución que, como tantas otras veces en su historia, parece al borde del estallido. Dentro de ese escenario habrá un telón que se correrá y una historia que se deberá contar por parte de un equipo que estará obligado a abstraerse de todo ese entorno nocivo para lograr un resultado positivo que descomprima lo que pasa fuera de la cancha, pero también que oficie de remiendo frente a los flacos resultados. A las 14.15, ante el también alicaído Arsenal, el canalla irá en busca de esa cuota de paz después de días agitados.
Hoy Central podría estar en semifinales de Copa Sudamericana y posiblemente estaría transitando el mismo proceso de ebullición. Pero encima eso, la despedida de la competencia internacional que se había fijado como el gran objetivo del semestre, ya no tiene razón de ser.
Por eso, la focalización en el torneo local lo es todo, sin oportunidad de miramientos que vayan en contra de esa idea. Ahora, para creer que este Central está capacitado para lograrlo hay que pensar que el entorno no incidirá en el proceso, necesario por cierto, de revitalización.
Y aquí un par de consideraciones que nada tienen que ver una con otra, aunque en el fondo tengan puntos de contacto.
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Gamba podría continuar en el ataque de Central.
Héctor Rio / La Capital
Una tiene que ver con toda esa locura que vive el club luego de que desde el seno del plantel hayan dejado trascender las diferencias con el vice Carloni, a quien, dicen, lo habrían considerado persona no grata en un plantel en el que nadie aún se expresó abierta y públicamente sobre el tema. Claro, esa postura puertas adentro del grupo implica que un quiebre con un directivo en particular podría desembocar en la disputa o confrontación de toda una comisión directiva. Es lo que se irá aclarando seguramente con el correr de los días. Lo que está claro es que la contaminación del ambiente está y de allí la capacidad para que dentro del campo de juego todas esas diferencias puedan quedar en un segundo plano. Parece difícil, pero será el desafío a cumplir.
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La otra, ciento por ciento futbolística, hace que a este Central se le pueda abrir un voto de confianza de cara a la recuperación. Y ahí hay que poner no sólo el clásico del pasado domingo, sino lo que fue la revancha con Bragantino. Porque tanto en Brasil como hace tres días en el Coloso, el Kily sintió, y con justa razón, que el compromiso del equipo estaba por encima de cualquier malestar, controversia o diferencia.
Central jugó en San Pablo como para lograr la clasificación y fue el primer gran indicio que tuvo el entrenador para creer que la amnesia futbolística comenzaba a ceder. Y algunos días más tarde tuvo la capacidad de jugar un clásico que bien pudo ganar. Porque amén de esa mayor cantidad de situaciones de gol que generó, el equipo en cierta forma se reencontró con aquel juego que lo había hecho un equipo confiable.
Contextualizaciones al margen, lo que no tiene Central es tiempo que regalar. Porque la necesidad golpea las puertas de Arroyito después de las derrotas ante Godoy Cruz, Gimnasia, Aldosivi, Sarmiento e Independiente, maquilladas únicamente por la victoria frente a Vélez y el empate en el clásico. Acá es sumar por el simple hecho de salir del fondo de la tabla, para la clasificación a las copas del año próximo y hasta para mantener el promedio, pero sumar al fin.
El desgaste físico y hasta emocional que realizó el equipo, en una semana en la que quedó eliminado de la copa y salió dentro de todo bien parado del clásico, fue mucho, pero todo eso ya quedó atrás. Igual, ese mundo Central no atraviesa su mejor momento. Porque hay ruidos molestos entre el predio de Arroyo Seco y la sede de calle Mitre y en el medio una necesidad imperiosa de demostrar que nada de eso afectará a un equipo que está en el torneo local con las cuentas en rojo y que debe empezar a equilibrar sus números.