En el corto tiempo que Carlos Tevez lleva en el “mundo Central” ya hay momento de quiebre, de sensaciones referidas a que algo debe cambiar de inmediato. No hay alarmas que hayan sonado ni estén sonando sobre la figura del entrenador, pero sí la obligación de empezar a enderezar un rumbo que se torció definitivamente en cancha de Belgrano, donde Quilmes le asestó al canalla un duro golpe. No entender que el presente de Central amerita un cambio es desconocer el impacto emocional que generó puertas hacia adentro la eliminación de Copa Argentina. En otro contexto, no hubiera habido una decisión de Tevez de apartar a cinco futbolistas del plantel profesional para que desde este mismo lunes comiencen a entrenar con la reserva (fue lo que trascendió, aunque dentro del club no todos tienen tan claro el panorama). En este contexto Central irá a cancha de Tigre en busca de un mínimo de recuperación que le permita erguir su figura y respirar un poco más aliviado mientras baraja y da de nuevo.
Hace 17 días en Central las cosas se vivían de otra manera. Es que el 21 de julio el Gigante estallaba de alegría por ese cabezazo goleador de Alejo Veliz en el clásico que motivó el festejo lógico. No importaba que Montoya estuviera lesionado ni ningún otro contratiempo. Y al toque, en medio de tanta euforia, llegó la goleada en cancha de Arsenal, con otra gran actuación del pibe Veliz. Nadie se acordó que además de Montoya habían sido baja Candia y el Chipi Frías.
Pero esa fue la última estación de felicidad en la que estuvo parado un canalla que de ahí en más vio cómo el tren le pasaba frente a sus narices sin poder poner un pie encima. Derrota frente a Central Córdoba de Santiago del Estero y eliminación de Copa Argentina. Dos mazazos en un abrir y cerrar de ojos para que todo vuelva a foja cero, como en aquellos días no tan lejanos en los que la dirigencia salió de raje a buscar un entrenador (el cuarto en ese entonces contando el interinato de Pirulo Rivarola) en un año hasta aquí para el olvido.
Central2.jpg
Central viene de un golpe duro en Copa Argentina y va por la recuperación ante Tigre.
Marcelo Bustamante / La Capital
Por supuesto lo que hizo que Central acusara el golpe fue la derrota por penales frente a Quilmes, en un partido en el que el equipo hizo todo mal. De haber tenido la suerte de avanzar a octavos de final el árbol en cierta forma hubiera tapado el bosque, pero el impacto de la eliminación hizo que los males afloraran, que el desencanto se potenciara y que el desconcierto no encontrara remedio.
A este Central le quedaba una sola ficha para tirar sobre el paño, pero la bola cayó en otro lado. Si la esperanza es lo último que se pierde, este equipo tiene la chance de pensar que aún cuenta con el tiempo suficiente como para revertir la historia y meter una racha que vaya a contramano de lo que futbolísticamente viene mostrando y con eso aspirar a algo, pero como están dadas las cosas, no hay nada que invite a pensar que ello es posible. Hasta desde lo político puede pensarse el impacto que generó este cachetazo, con un oficialismo que apostaba todo a realizar una Copa Argentina con algo más de dignidad.
Desde estas páginas ya escribió sobre lo que el equipo que terminó en cancha el pasado jueves en Córdoba, pero no está mal recordarlo. Porque es el reflejo más acabado de la descomposición de un plantel que, más allá de algunas lesiones que complicaron, parece mal armado.
Que a tres pibes (Juan Cruz Cerrudo, Fabricio Oviedo y Ramiro Peralta) les haya tocado debutar en un partido eliminatorio y que al día siguiente otros tres (Tomás O’Connor, Kevin Ortiz y Franco Bustos Glavas) hayan sido arrancados de la reserva para sumarlos al plantel de primera habla del desconcierto. En el medio, una decisión fuerte de parte de Tevez de enviar a cinco futbolistas (Fernando Torrent, Julián Velázquez, Nazareno Romero, Luciano Ferreyra y Michael Covea) profesionales a trabajar con el equipo de Pirulo Rivarola.
El análisis de Tevez después de Central Córdoba fue que si sus jugadores “no levantan el pasto del piso” cualquier equipo lo podía complicar y consideró que “lo mejor” que les pudo haber pasado fue que esa mala actuación fue en ese momento y no en un partido de corte eliminatorio como el que les venía. Pero lo que vino fue peor que lo anterior, porque no sólo no hubo pasto al aire, sino que desde el juego el equipo mostró la peor cara del ciclo Tevez.
Esto es, Central está frente a la obligación de recuperar la actitud y la entrega, pero la materia del juego es otra que deberá rendir. Porque, generalmente, con las ganas no alcanza. El tema es que no hay indicios que resulten convincentes como para creer que este equipo puede dar un giro de 180 grados en cuestión de días, encima con el ánimo maltrecho.
Lo cierto es que lo que ocurra esta noche en Victoria será una prueba de fuego para Tevez y sus jugadores. Una más. Porque los tiempos se acortan y en la medida que eso suceda el margen para las excusas irán también en disminución. Ya no parece haber más efecto-clásico, sino un presente tumultuoso, lo que obliga a una reacción inmediata.