Una victoria contundente contra San Lorenzo, un triunfo avasallante ni más ni menos que en el clásico y un empate de visitante frente a Huachipato, con la salvedad de que jugó más de 80 minutos con uno menos, fueron los partidos en los que Central halló funcionamiento, pero sobre todo resultados. ¿Casualidad o afianzamiento? Difícil establecer una sentencia sin riesgo a equivocaciones, pero todo parece estar más ligado a lo segundo. Claro, de aquí en más será tiempo de seguir demostrando porque los objetivos planteados empiezan a encontrar puntos de inflexión, pero esta nueva forma de jugar de parte del canalla abre, aunque mínimamente, cierto crédito.
¿Por qué no parece casualidad? Por la simple razón de que se trató de una seguidilla de partidos y no de un hecho aislado. Porque haber jugado bien contra el ciclón y defeccionado en el clásico hubiera establecido otros márgenes de análisis, más parecidos a los que se venían realizando desde que el Kily tomó las riendas del equipo.
Lo que resulta insoslayable es que esta levantada en el nivel futbolístico llegó en un momento clave, donde los márgenes de error comenzaban a achicarse considerablemente. Desde esa perspectiva germina ese punto de apoyo en el cual el técnico y sus jugadores pueden depositar una mayor cuota de confianza. Hasta se podría hablar de que todos aquellos sistemas de juego probados en más de 20 partidos fueron deficientes frente a este 4-4-2 clásico y utilitario. Pero la cosa parece ir un poco más allá de un mero esquema. Porque es difícil creer que la fluidez en el juego haya aparecido por alguna disposición táctica en particular.
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Central impuso su fútbol en el clásico ante Newell's.
Héctor Rio / La Capital
Los nombres en cierta medida fueron rotando y eso no provocó grandes altibajos. Porque hubo rotación de partido a partido en el fondo, en el mediocampo e incluso en la ofensiva. Por supuesto que lo hecho en Viña del Mar estuvo un escalón por debajo, pero pretender que Central mantuviera el nivel de los partidos anteriores saliendo casi del vestuario con uno menos y poco descanso no parece atinado, simplemente porque no se trató de un partido normal.
Incluso en esa aparición de algunos nombres y la salida de otros, dos de los tres partidos en los que se está haciendo foco, dos fueron sin Emiliano Vecchio, el jugador más claro del equipo y por el que siempre pasó el fútbol en la era Kily González, hasta en esos encuentros en los que el equipo hacía poquito y nada. Punto a favor para el entrenador el haber logrado que aun sin el distinto el equipo se haya atrevido a jugar, asumido riesgos y plasmarlo en cancha.
El destacado hoy es Zabala, jugando por derecha, pero donde ya había actuado muchas otras veces y no rindió en la forma esperada. El Pupi Ferreyra también está en su punto mas alto, pero ¿cuántos partidos había jugado ahí? Demasiados, sin poder demostrar como ahora. Otros casos: Ojeda venía de desperdiciar todas y cada una de las oportunidades que se le habían presentado y hoy parece otro jugador; Martínez jugaba por la lesión de Torrent y le terminó ganado la pulseada al ex Arsenal. Y más: Zabala venía de entrar y hacer el gol de la victoria contra Aldosivi, (aunque, vaya paradoja, jugando por izquierda) y Gamba, dos de los que parecieron pagar los platos rotos tras la derrota con 12 de Octubre (fueron al banco ante Estudiantes), son lo que mas confianza despiertan en el DT. En síntesis, no hubo cambios bruscos en las posiciones (los mayores experimentos fueron Vecchio de 5 y Avila de 3), pero sí un mayor nivel.
El pico de rendimiento llegó en ese encuentro ante San Lorenzo, donde las ilusiones en la Copa Sudamericana comenzaban a estar en jaque porque esa noche en el Gigante una caída con el ciclón hubiese resultado lapidaria. Encima, el equipo venía de caer con Estudiantes, habiendo dejado pasar una chance inmejorable de meterse en la pelea por la clasificación a los cuartos de final de la Liga Profesional. Por eso fue saludable el salto de calidad que mostró, acompañado por un buen resultado. Pero el eje en cuestión no es justamente ese resultado satisfactorio, sino la forma en que lo logró, que fue abrazado al mejor rendimiento del ciclo.
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Zabala fue uno de los puntos altos de Central en Chile.
Ya no pareció casualidad lo ocurrido en el clásico, un partido en el que además de lo futbolístico juega mucho lo emocional. Allí Central volvió a hacer de las suyas. Porque no sólo lo ganó con suficiencia, sino que lo hizo con un rendimiento superlativo, con libreto claro y verdaderas ganas de jugarlo más que lucharlo.
Esa postura ambiciosa fue lo que también le tendió una mano en la tarde noche del miércoles en Chile, porque es cierto que al equipo le llegaron más que en los dos partidos anteriores, pero apartarse de la idea de que jugó casi todo el partido con uno menos es analizarlo de manera sesgada. De hecho con diez tuvo sus chances como para ganarlo. Allí también se le puede poner un tilde en la columna del haber al Kily, porque después de empatarlo los cambios llevaron a un equipo más ofensivo que el que estaba en cancha, en contrapartida a lo que podía marcar la lógica, en esto de resguardarse, abroquelarse, defenderse y aferrarse a una postura más especulativa.
Ahora a este Central del Kily se le viene lo más bravo, que es ganar el domingo frente a Platense y esperar de otros resultados para meterse entre los cuatro primeros en el torneo local, e inmediatamente actuar en consecuencia para que las chances de clasificación en la Copa Sudamericana no se desvanezcan. Allí será tiempo de demostrar que la levantada en los últimos partidos no es una casualidad, sino el afianzamiento como equipo.