Es imposible conformar un equipo campeón sin una columna vertebral en la cual el entrenador pueda sustentarse. Por supuesto que cabe resaltar la figura de Miguel Ángel Russo porque fue el gran artífice de este Central campeón, pero fue él quien debió apoyarse en una base para que la cosa comenzara a fluir, para que la ilusión se gestara y la locura se desatara. Pero hubo una base sólida, que por momentos crujió, pero cuando tuvo que poner lo que debía poner lo hizo. Jorge Broun, Facundo Mallo, Carlos Quintana, Ignacio Malcorra y Jaminton Campaz fueron de los más sobresalientes en este nuevo campeón del fútbol argentino.
Lo de Broun cobró mayor relevancia en las instancias finales del torneo, con las increíbles actuaciones en las definiciones por penales en los encuentros contra Racing y River, pero antes de eso ya había demostrado que había sido el arquero titular.
“Ustedes nos hicieron fuertes de local. Fuimos el único equipo que no perdió en su cancha”, les dijo a los hinchas cuando la organización le puso el micrófono en la mano. Fatu fue ese loco que alguna que otra vez despertó críticas o que no terminaba de convencer, pero quien se transformó en el gran capitán de este equipo.
Mallo siempre destacó que cuando llegó lo hizo sabiendo que el objetivo era permanecer en primera, una clara muestra de un jugador de perfil bajo que venía a poner el hombro en un momento difícil. Y vaya si lo puso. Desde su sobriedad en el juego le fue dando seguridad a una defensa que no siempre las tuvo todas consigo. Llegó a jugar un partido (el clásico) recuperándose en tiempo récord y eso fue otra muestra de su compromiso. Uno de los grandes aciertos de la dirigencia y el cuerpo técnico en ir a buscarlo.
Su ladero, Quintana, también dio mucho, igual sin las luces de las grandes marquesinas, pero con un compromiso absoluto en el que hizo lo que más sabía: entregarse por completo. Venía de ser campeón con Patronato pero también de irse al descenso, pese a ello la nueva dirigencia ya lo tenía apuntado incluso ante de las elecciones. Cumplió con creces el Pelado.
Cómo obviar la implicancia de Malcorra en este equipo. Un jugador que llegó de la mano de Tevez, pero que con Russo siempre fue titular. Y no solo eso: acaba de firmar la renovación de contrato. Aun con intermitencias, fue el futbolista a partir del cual giró el fútbol de Central. Porque tuvo inteligencia, asistencias e incluso mucho gol. Como ese de tiro libre en el clásico, que no fue un gol más en su vida ni en la de Central, porque fue el gol que puso en marcha la maquinaria futbolística de este Central campeón. Desde ese día el canalla nunca más volvió a perder y ahora llegó a esto, al delirio que se desató en el Madre de Ciudades de Santiago del Estero y a lo largo y ancho de la lejana Rosario.
Bien cerquita suyo siempre tuvo a un jugador que, a todas luces, fue el mejor del equipo a lo largo del año, sobre todo en este último semestre, donde el rival y marcador que se le pusiera enfrente lo exponía al ridículo.
Campaz fue el de las locuras fuera de la cancha, como la pintada de uñas previa al clásico, pero fue el de los enganches endiablados para desbordar, el de las corridas interminables, el de las definiciones exquisitas. Central bailó durante este torneo al compás de Campaz. El hincha quiere que se quede, la dirigencia también y Russo ni hablar.
Claro, estos jugadores no hicieron todo solos porque alrededor de ellos hubo un equipo que entendió cómo debía jugar, pero ese equipo contó sin dudas con una columna vertebral en la que el canalla se apoyó para esta locura llamada Central campeón.