Los últimos hechos internacionales _la invasión rusa de Ucrania el año pasado, ahora la guerra entre Israel y Hamás_ dan la impresión de conjunto de ratificar el ascenso de un bloque de países no occidentales con regímenes autoritarios liderados por China y el simultáneo descenso del bloque occidental liderado por EEUU. O al menos, que la iniciativa está en el primer grupo y ya no en el segundo, como fue la norma desde 1991. Y, secundariamente, que la guerra sigue siendo un instrumento plenamente vigente del quehacer histórico.
Hasta la catastrófica invasión de Ucrania lanzada por Putin en febrero de 2022 se reconfigura hoy como una no exitosa pero finalmente eficaz guerra de desgaste que cansó al bloque occidental que apoya a Kiev, además de destrozar al país invadido. Llega en este contexto el ataque sin precedentes de Hamás del 7 de octubre contra civiles israelíes. Fue la peor matanza de judíos desde la II Guerra. Unos 1.200 asesinados en pocas horas, más casi 240 secuestrados. Vale una precisión: los que hablan de "ocupación israelí", y cantan "desde el río al mar Palestina será libre", o no saben lo que dicen o mienten. La zona agredida tan bestialmente por Hamás nunca estuvo en litigio. Es tierra israelí para la ley internacional, salvo para quienes, como Hamás, Hezbolá e Irán, desconocen el derecho de Israel a existir. O sea, violan el derecho internacional de manera permanente, pese a lo cual la ONU jamás los sanciona.
Luego de la masacre vino la inevitable respuesta de Israel. Que sin embargo, con su enorme violencia, opacó muy rápidamente el efecto de solidaridad e indignación que habían causado las noticias y las imágenes del asesinato en masa de civiles perpetrado por Hamás. Israel debió contener su comprensible ira y dar unos días para que calara más en la conciencia mundial la enormidad del crimen de Hamás. Y luego responder de manera "quirúrgica", aunque esto signifique lograr menos objetivos y sufrir más bajas. Claro que esto es fácil de decir desde fuera de Israel y Medio Oriente. Región donde además toda medida de este tipo hubiera sido interpretada unánimemente como una muestra de debilidad.
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La masacre de civiles en las calles de Sderot, en el sur de Israel, cometida por Hamás el 7 de octubre pasado.
El hecho es que la reacción de "solidaridad con Palestina" en Occidente superó las peores expectativas. Es notable el rol de la izquierda apodada "woke" en los EEUU. Estos chicos se han destacado por un acto miserable: despegar y tirar a la basura las fotos de los secuestrados por Hamás. Algo inconcebible hace pocos años hoy es acompañado por acosos y ataques a individuos, negocios e instituciones judías en EEUU y Europa occidental. En Harvard los estudiantes judíos han sufrido acosos brutales a la luz del día, sin que nadie haga nada. Son actos de antisemitismo a un nivel e intensidad que no se veían desde 1945. Agravados porque se dan en abierto apoyo a la matanza de 1.200 israelíes y el secuestro de otros 240.
Este gravísimo cuadro no sale de la nada y se viene perfilando en los últimos años con el ascenso, como ya se dijo, de un bloque de países no occidentales _que además son declaradamente antioccidentales y autocráticos_ liderados por China, secundada por Rusia, Irán y _en otro nivel mucho menor de compromiso_ apoyada por países latinoamericanos como Brasil y México. Como se sabe, el presidente Xi Jinping, incluso desde antes de su ratificación en el cargo con poderes absolutos en octubre de 2022, dio un viraje agresivo y militarista a su política exterior, mientras multiplicaba la vigilancia y la represión interna (intervención de Hong Kong, política orwelliana de "crédito social", intimidación y encarcelamiento de varios de los nuevos empresarios chinos, etc). A la vez, otros países, ubicados un escalón más abajo pero que son potencias regionales y mantienen vínculos con China, desplegaban o aumentaban su proyección internacional. Rusia e Irán por sobre todos.
Mientras que la relación entre Moscú y Pekín es de alto perfil, la de Irán es menos visible. Pero aunque la relación de Irán con China no sea oficialmente intensa, en 2020 se firmó en Pekín un acuerdo de enorme valor: China se comprometió a invertir 400.000 millones de dólares en Irán durante 25 años a cambio de un suministro constante y con grandes descuentos de petróleo. Irán también firmó el tratado más ambicioso de China: la nueva Ruta de la Seda o "Iniciativa de la Franja y la Ruta".
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Una batería de misiles es exhibida en una calle de Teherán. El país abastece con este tipo de armas a varias de las milicias de Medio Oriente, como los hutíes de Yemen y Hezbolá.
La guerra entre Hamás e Israel es una decisión tomada en Teherán. La teocracia shiíta gasta cifras enormes en armar y adoctrinar a numerosos grupos terroristas islámicos en la región. Hamás en solo uno de los más importantes. El "eje de la Resistencia", formado por grupos libaneses, palestinos, sirios, yemeníes e iraquíes, es la red de milicias armadas y dirigidas por Irán. Los shiítas de Yemen, los hutíes, aunque destrocen a su pobre país, sostienen una guerra contra Arabia Saudita y ahora también contra Israel con armas de gran alcance provistas por Irán.
Como ya se señaló tantas veces, la guerra de Gaza estalla cuando Arabia Saudita, el rival histórico de Irán, estaba normalizando relaciones con Israel, un decisivo cambio que desde el 7 de octubre quedó congelado. Iba en la misma senda que los países árabes que adoptaron el "Acuerdo de Abraham", el establecimiento de relaciones diplomáticas con Israel: Emiratos Arabes Unidos, Bahrein y Marruecos. Un logro de Trump, (se firmó en agosto de 2020) hay que decirlo. Si se sumaba ahora la mayor potencia árabe, para Irán hubiera sido un retroceso muy grande.
Pero así como la guerra contra la invasora Rusia no está perdida para Ucrania ni mucho menos, tampoco las cosas en Franja de Gaza van a ir necesariamente a favor de Hamás ni de su patrón Irán. La reciente cumbre islámica realizada en Arabia Saudita dio un respaldo puramente discursivo a "Palestina", pero ningún dinero. El gobierno y el ejército israelí están decididos a extirpar a Hamás de la Franja, algo que tal vez varias naciones árabes de la región verían con satisfacción, dado que Hamás reporta a Irán. En todo caso, la declaración reiterada de Netanyahu y sus generales de que eliminarán al ala militar de Hamás es una admisión tácita de que la retirada de 2005 de la Franja fue finalmente un error estratégico.
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El domingo 12 de noviembre, 105 mil parisinos salieron a repudiar la ola de antisemitismo que sufre el país.
La ola de antisemitismo feroz en Europa, a su vez, puede generar anticuerpos más enérgicos que los pocos creados en estos años de creciente extremismo islámico en las sociedades europeas, siempre proclives al "appeassment" antes que a confrontar a un enemigo inhumano y defender sus valores históricos. Las masivas marchas de repudio al antisemitismo de este domingo en Francia parecen indicar que la sociedad todavía tiene energías para reaccionar.
En cuanto a la Rusia de Putin, está postrada en una situación que es pésima tanto en lo militar como en lo económico. El futuro de Rusia se selló con esta mal concebida y peor ejecutada guerra de agresión. De potencia casi a la paridad con China, ahora a Moscú sólo le resta someterse a Xi, su único salvavidas. Rusia está aislada por completo de Europa, su socio natural por cercanía geográfica y riqueza. Y esto no cambiará, al contrario. China e India le compran desde las sanciones europeas gran cantidad de hidrocarburos, pero bien por debajo del precio internacional, mucho menos del que pagaba Europa. La fuga de cerebros y de empresas que sufrió Rusia a partir del inicio mismo de la invasión de Ucrania es otra pérdida cualitativa de gran costo para el futuro del país.
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Xi Jinping recibe cálidamente a Putin el pasado 18 de octubre en Pekín.
EEUU, pese a que el probable retorno de Trump a fines del año próximo al poder anularía las medidas contra Rusia, seguirá siendo un enemigo implacable de China e Irán, incluso aún más que Biden, y esto tiene hoy mayor importancia que lo que ocurra con la muy debilitada Rusia. Sobre China hay que subrayar que está en una crisis económica equiparable a las que sufrieron las naciones occidentales en 2008. Como pasó en Europa y EEUU ese año, ahora en China se pinchó una enorme burbuja inmobiliaria y la crisis ya se devoró a las dos principales gigantes del sector, mientras la bola de nieve no deja de crecer. Como China es una dictadura "perfecta", la infomación llega en dosis, dado que no hay libertad para informar desde el lugar. Pero es obvio para todos los conocedores que China ya no crecerá a tasas galopantes, al contrario. Los costosos planes de expansión de sus FFAA también pesan sobre la economía, al igual que les ocurre a Rusia e Irán.
Por todo esto, la ola ascendente de las naciones autoritarias antioccidentales no debe darse por lograda ni exitosa. Occidente y sus aliados aún pueden ganar la partida a mediano plazo. La calidad de su tecnología y su capital humano son claramente superiores a los de China y sus aliados, algo que se ve en la innovación de las tecnologías más avanzadas, en las que China copia ilegalmente a EEUU, Taiwán y Japón (en semiconductores, armas complejas como cazas "stealth", etc) y aún así depende de la importación de "chips" o semiconductores muy avanzados de esos países, algo que Washington bloqueó, poniendo en apuros a la industria militar china. Lo mismo le pasó a Rusia, que no pudo estrenar su publicitado caza stealth Su-57 por la falta de electrónica occidental, vital para el vuelo "stealth" del avión.
Es en este contexto más amplio en el que deben interpretarse las guerras de Gaza y Ucrania, así como otros episodios recientes de menor dimensión, como la serie de golpes de Estado en Africa.
Y en este escenario Argentina hasta ahora jugó muy decididamente a favor del bloque antioccidental que lidera China, con algunos tibios matices en asuntos regionales, como las dictaduras de Nicaragua y Venezuela. Más allá de la contradicción con los valores democráticos que se supone el país defiende, puede ser una apuesta perdedora, además de costosa (nadie conoce, por ejemplo, el real costo financiero ni las cláusulas que acompañan al swap chino. Lo mismo pasa con las varias obras públicas que hace China desde hace años, dos hidroeléctricas y una central nuclear. Además, todos se dan cuenta de que China tiene permiso tácito del gobierno para depredar a gusto el Mar Argentino.