Tal vez usted rosarino, rosarina o residente de alguna ciudad o localidad de Santa Fe, este lunes se haya despertado eufórico o eufórica porque ganaron los candidatos que votó ayer. Tal vez se haya levantado mascullando bronca porque perdió. Ojalá pueda pensar a este nuevo período que comienza como colectivo: no ganó o perdió usted, esto nos impregna a todos y todas, sobre todo a los que ya están viviendo en la indigencia y la pobreza. Y en orden de buscar culpas, ojalá, no apunte usted los dardos solo hacia el votante sino a los agentes de gobierno con decisión que han hecho tan mal las cosas o no las han hecho.
Solo quiero remarcar dos temas que curiosamente no fueron tema de campaña ni por parte de unos ni de otros. Ni niñez ni los problemas socioambientales fueron parte de la agenda. Y esto se dio en una provincia castigada por la sequía, donde el Delta quedó negro de cenizas, pereció fauna y flora y la contaminación se apoderó de la ciudad y sus vecinos, quienes tuvieron que patalear, con más o menos éxito, para defender arboledas añosas antes que empresas o piscinas ocupen sus lugares.
Ojalá se piense en ellos ahora, ya que ni se los nombró en días previos a las elecciones. Y eso que hay motivos de sobra.
En Rosario, un joven de 17 años desapareció por una semana de su hogar y su escuela, apareció sano y salvo, pero su regreso puso en evidencia una problemática que nos pasó por encima a la mayoría de los adultos: padres, abuelos, maestros, entrenadores, profes, agentes de salud, terapeutas, periodistas, jueces y funcionarios. El juego on line por dinero, al que acceden niños y jovencitos de todo sector social y con más expertiz que cualquiera de nosotros, los adultos.
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Otro caso se conoció públicamente, luego de varias semanas de oscurantismo. Fue el de un jovencito de 14 años supuestamente abusado en el baño del colegio por tres compañeros.
La comunidad escolar donde sucedió esto es el colegio Los Arroyos del Opus Dei, de altísimo poder adquisitivo, un sector social que en su mayoría e irónicamente elige vivir en barrios cerrados para mantenerse a salvo.
El chico supuestamente abusado dejó de asistir a este colegio con cámaras que registraron todo, pero muchos padres se desayunaron del episodio mal y tarde: por Whatssap. Otra vez los celulares en medio de los problemas; sí, los aparatos que nos comunican y socializan y los que les queremos controlar a rajatabla a nuestros menores. ¿En serio creemos que el problema son los aparatos?
En toda esta tragedia cabe también un pedido de explicación y reacción al Ministerio de Educación. ¿Dio respuestas? Aún no, se "está investigando".
Además, uno de los tantos casos que se vienen registrando en esta ciudad y provincia, también con menores. Un juez de San Lorenzo, Marcelo Scola, tuvo que intimar la semana pasada al Ministerio de Desarrollo Social de Santa Fe para que le encuentre alojamiento a una niña de 11 años quien sin necesidad estuvo internada en el Hospital Vilela por cinco meses, pese a que había recibido el alta hospitalaria el 7 de marzo.
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Desde la secretaría de Niñez, dijeron que era "complejo" encontrar un lugar. La misma repartición que derivó en febrero de este año a Santiago Tobías Hellman Suárez, de 17 años, con consumo problemático a un centro no habilitado de Buenos Aires y a poco de llegar apareció ahogado.
¿Es realmente 'muy complejo' encontrar un lugar donde alojar a los chicos sin que entren en riesgo o mueran? ¿Cómo se entiende, entonces, que tras la intervención del juez sí se encontró un lugar en pocas horas?
Y un caso más. En la plaza San Martin de Rosario, pleno centro y a la vista de todos, Clara y Milton, una pareja joven con consumo problemático como la mayoría de gente en situación de calle, vivieron 4 años con sus hijitos acompañados por la solidaridad de vecinos y de ONG`s que les dieron comida y ropa. También se ocuparon de empleados de reparticiones sanitarias y escolares que no hicieron la vista gorda. Que quede claro, la intervención del Estado es necesaria y muchos de sus agentes son vitales.
Allí, en esa plaza frente a la Gobernación, la pareja crió a su hijto Yahir y tuvieron a su hijita Alma, quien nació en el Centro de Especialidades Médicas Ambulatorias (Cemar).
Los bañaban en el bebedero de Santa Fe y Moreno, los llevaban a un Jardín de Italia y Rioja (Flor de Jacarandá) donde de a poco dejaron de ir. Mientras estaban en la plaza comían de lo que "mangueaban", según decían, y a veces de lo que encontraban en los contenedores de basura.
¿Qué solución les encontró el municipio? Les pagó alojamiento en una pensión en pleno centro donde quien ordena las plazas también facilita la circulación de estupefacientes a los alojados. Lo ven y lo dicen todos los que viven allí, solo basta acercarse al lugar, a cinco cuadras del Palacio de Gobierno municipal.
Parte de la historia de Milton, Clara, Yahir y Alma terminó una madrugada con el papá de los chicos ahorcado en la calle; la madre hizo pareja con un joven adicto que tuvo un brote psicótico en la pensión. Y todos otra vez en la calle, mangueando.
La pandemia
Muchos y muchas personas adultas se preocuparon por lo mal que les hizo la pandemia a la niñez. Y tenían razón en preocuparse, ¿a quién no le hizo mal este maldito virus? Si algo tuvo fue una impiadosa transversalidad. Pero algo se dio a favor de todas las comunidades: no se llevó a los niños. ¿Se imagina usted qué hubiera sido eso? ¿Perdieron contenidos y socialización los chicos y jóvenes? Sí, claro. Pero están vivos y también hubo vacunas para ellos.
El tema es que acechados por la pandemia, muchos chicos y jóvenes le buscaron la vuelta a la quietud y a la tragedia y se conectaron y aprendieron a través de las pantallas, a tal punto que hasta empezaron a jugar y a apostar. Más los que tienen el dinero a mano, claro, y los que no, lo piden prestado o se hacen pasar por mayores, ya que esto es una actividad prohibida para menores.
Los jóvenes de todas las épocas se caracterizaron y caracterizan por eso: por gambetear a sus mayores, enfrentarlos, provocarlos, mentirles, esconderles cosas y acercarse a sus pares. ¿Si no cómo se despegan de sus adultos y hacen su camino? ¿Imitándolos? ¿Replicando sus pasos? Ni lo sueñen. Pero si sabemos que eso es así, tal vez haya que estarles más cerca, dedicarles tiempo, no solo a través del Whassaps, y no juzgarlos ni patologizarlos.
Mientras los chicos apostaban varios medios ya titularon sus notas con las palabras: "¡Peligro!" y "¡Ludopatía!". Cuándo no considerarlos "el problema" de la cosa y no el síntoma. Y, de paso, diagnosticarlos y si es posible medicarlos con la ilusión de que así se calmen.
Porque así, con chicos y jóvenes sosegados o recargados de actividades y entretenidos tal vez creemos que nos sacamos el problema familiar, áulico, clínico y político de encima; mientras los laboratorios, chochos: hoy no solo los adultos estamos medicados hasta el tuétano, los chicos también.
Por eso, en la provincia y ciudad donde hoy muchos festejan y otros no tanto, ojalá se empiece a ver, escuchar y oler de una buena vez: porque al menos hasta antes de la campaña nadie puso en agenda a los niños ni al medio ambiente. Y ambos temas van de la mano, si se pretende que sean el futuro.