El 16 de agosto de 1979, en plena dictadura cívico, militar y eclesial argentina, María Elena Walsh, se animaba como pocas a escribir una extensa e imprescindible nota para Clarín titulada “Desventuras en país-jardín de infantes”.
Por Laura Vilche
María Elena Walsh, una escritora que ayudó a jugar a los chicos pero, sobre todo, a pensar.
El 16 de agosto de 1979, en plena dictadura cívico, militar y eclesial argentina, María Elena Walsh, se animaba como pocas a escribir una extensa e imprescindible nota para Clarín titulada “Desventuras en país-jardín de infantes”.
Allí interpelaba al gobierno golpista por su censura. Entre otras cosas decía: "...los niños por fortuna no se salvan del pecado. Aunque se han prohibido libros infantiles, los pequeños monstruos siguen consumiendo historias con madrastras-harpías, brujas que comen niños, hombres que asesinan a siete esposas, padres que abandonan a sus hijos en el bosque, Alicias que viajan bajo tierra sin permiso de mamá. Entonces ellos, como nosotros, corren el riesgo de perder ese ‘sentido de familia’ que se nos quiere inculcar escolarmente...".
Sí, la cantante, escritora y poeta del Mono Liso sabía ser bien seria y a la vez hacernos jugar. Bailábamos al compás de "la naranja se pasea/ de la sala al comedor/no me tires con cuchillo/tírame con tenedor", sin riesgo de que se la condene a ella o a nosotros, los pequeños bailantes, de apología del crimen a los cítricos.
Mucho después, ya en democracia, Graciela Montes publicó “El golpe y los chicos”. De producción literaria inmensa, variada y exquisita, Montes no dictaba estrategias bélicas ni de tortura: solo les contaba a niños y docentes qué había pasado en dictadura cuando la escuela y la civilidad, en general, habían callado o no habían podido hablar.
En Chile, en 2013, María José Ferrada, lejos de las instrucciones de ataque o reglamentos, solo con poesía, escribió “Niños”, un libro para que lean chicos y adultos. Se lo dedicó a treinta y cuatro niños: la mayoría ejecutados y dos desaparecidos por la dictadura pinochetista.
Pero antes, mucho antes de todo esto, en Europa, continente que se mira desde acá con embeleso, el polaco Januz Korczack, asesinado en el campo de concentración de Treblinca, escribió para niños y los alentó a expresarse en un periódico. Pediatra, pedagogo y activista social que luchó por los derechos e igualdad de las infancias logró que niños y niñas plasmaran todas sus vivencias, con miedo o alegría, en la publicación: May Przegld.
A esta experiencia valiente y humanista seguro se la conoce menos que al Diario de Ana Frank escrito por una niña, sobre la guerra, terror y muerte. Un libro que no nos adiestró, pero sí nos conmovió a muchos cuando fuimos niños o adolescentes.
Y resulta que ahora, como si volviéramos a las Desventuras en el País-Jardín- de Infantes, viviéramos en el de Alicia o camináramos en el Mundo del Revés, unos pocos, acá, parecen no saber o no acordarse de nada de todo esto.
Salen insolentes y brutales un hablador serial en televisión, el legislador del PRO Federico Angellni quien no conoce las leyes y varios más en las redes, ocultos cobardemente detrás de nicks y con furia, a condenar a una maestra de un Jardín de Infantes de Santa Fe por "adoctrinamiento".
Estas personas que parece que nunca se acercaron a la historia, los cuentos y los cuentistas quieren explicarle a la maestra qué es la niñez y cómo hablarles a sus alumnos, sobre el Día de la Memoria instituido por ley desde 2002 y en el calendario escolar desde 2006.
“Nos parece gravísimo que un diputado ignore esa ley, desde el punto de viste pedagógico es como negar la Revolución de Mayo o el Día de la Soberanía Nacional", dijo un gremialista con mucha razón.
Entonces, a los desmemoriados o negacionistas que no tuvieron la suerte de ver las visitas para niños y niñas en los museos del Holocausto del mundo o no pudieron conocer aún el parque de la Memoria en Buenos Aires o los museos que sobre el tema ofrecen un patrimonio insustituible en Santiago de Chile o en Rosario, háganlo por favor. De manera presencial o virtual, como puedan y antes de condenar o confundir peras con manzanas.
No se trata de adoctrinamiento. Es nuestra historia, aunque nos duela.
Desde acá, todo mi apoyo a Haydeé Spatz, la docente repudiada, y a todos los que enfrentan relatos agresivos como el del "curro de los Derechos Humanos".
No olvidar será siempre la posibilidad de no volver a tropezar, como ya dijo siempre sabia Walsh, con las Desventuras en el País-Jardín de Infantes.
Por Azul Martínez Lo Re