Julia Enríquez camina por los pasillos de su trabajo con una fascinación envidiable. La solemnidad que podría tener la biblioteca de la escuela de Filosofía de la Universidad Nacional de Rosario se rompe fácilmente con una carcajada, un comentario que roza el amor puro, un manotazo que quiere repetirse infinitas veces para no cesar nunca de mostrar títulos y autores.
Tiene 25 años y está transitando una beca de ayudantía estudiantil en la biblioteca de su facultad. "Se trata de cuidar libros", dice, a la par que afirma que esa no es más que otra cara de lo mismo. Ella, Julia, la estudiante, la editora, la traductora, la escritora, la lectora, una de las pocas personas que en Rosario es referente de la edición, publicación y distribución de libros independientes.
La primera mención que Julia hace al rol de los libros en su vida es cuando les encontró un error. Tenía doce años. Era un libro viejo, de tapa azul. También era un error mínimo. Para ella, sin embargo, no era posible. Los libros siempre habían rozado el límite entre lo humano y lo divino, y tenían que ser infalibles. "Me gustan mucho los libros porque son tan resistentes y frágiles a la vez", comenta, más de diez años después, oscilando todavía entre sus percepciones.
Julia no fue una lectora voraz, una pequeña ilustre lectora de novelas desde su más tierna infancia. Pero un factor fue determinante en su vida: una biblioteca en la casa. "Mi primer acercamiento fue palparlos, mirarlos, ver sus colores y dimensiones. Era una fascinación con el objeto, no tanto con el contenido".
La próxima mención que hace nos lleva a sus 17, cuando empezó a leer poetas contemporáneos. "Entrada tardía a la literatura", se explica. Esa característica es la que le dio a su editorial, Danke. El sello de Julia nació en 2013 y ya lleva ocho libros editados.
No sigue una línea ni trabaja colecciones. Los libros de Danke son, define ella, iniciáticos. "Son libros de fácil lectura, mucho más permeables a cualquiera. Trato de reproducir el enamoramiento instantáneo que tuve yo".
Danke nació como fanzine: un pliego de páginas en el que Julia reunía poesías de autores conocidos o desconocidos, y después panfleteaba de manera gratuita o a muy bajo costo. El primero salió en mayo de 2010, cuando ella cumplía 19. Fueron en total trece ediciones que aparecían cada dos o tres meses y seguían una temática libre.
El cierre de la era de los fanzines llegó solo, tres años después, cuando Julia decidió usar el mapa que había trazado para trabajar cabeza a cabeza con ciertos autores.
La decisión de dar el salto cualitativo en sus ediciones tiene un punto marcado en el tiempo, tiene fechas. No pasa lo mismo con el salto que dio ella: ¿Cuándo empieza a ser Julia, la editora? ¿Cuándo editar lo que te gusta se transforma en tu trabajo? Julia hace genealogía de sus propias tradiciones y menciona, otra vez, su encuentro con los errores. "Me mortifico, pero soy re-fan de los fracasos. Me marca a fuego el texto descentrado, el margen que puse mal, la edición que no hice como quería. No se trata de hacer porque me gusta, hay mucho trabajo; y a la vez, no existe acá la carrera de edición, no hay un marco, nunca se sabe lo que te falta aprender. Yo sé que empecé a ser editora una vez que junté suficientes errores y metidas de pata".
Julia Enríquez es una mujer orquesta. Trabaja con los autores durante cuatro, cinco, seis meses. Lee infinitamente los libros; los recarga de discusiones que van desde lo formal hasta lo anecdótico. Piensa cómo va a ser la tapa, organiza la presentación, cuántas cervezas va a tener que haber ese día y ruega todas las noches por el margen y la maquetación correcta.
También lleva todos sus libros, del primero al último, a cada feria que se hace en Rosario, a cada encuentro que pueda asistir en distintos puntos del país. No se olvida de ningún título, a todos los recomienda, a todos les encuentra el lector o lectora indicado. No quiere perder la independencia. Por más que sea más tedioso, un trabajo de hormiga, no quiere ceder el momento en que alguien es feliz con un nuevo material que ella editó.
"Los libros son el acto de generosidad más amplio que logramos desarrollar". Julia mira a su alrededor. La biblioteca de su facultad, una habitación con color y olor a libro usado. "Me gustan más que la literatura", confiesa.
Julia juega también con la responsabilidad y el tiempo. Cada vez que elige un texto, le va a dar esa característica: frágil e invencible; hace algo que va a estar para siempre, que también va a perder de vista, y que no puede controlar. "Esto es imprimir, fijar, distribuir y dejarlo al azar: ya no podés saber quién lee y qué le pareció, no se puede controlar el efecto que tenga. El libro es la humanidad queriendo fijar su paso por la Tierra más que nunca, y al mismo tiempo, con cada uno le perdés el rastro a esos rastros".