Lisandro Fontanarrosa, de 27 años, y Brian Ledesma, de 28, son los dos jóvenes que murieron en un siniestro vial el 20 de julio pasado, en las inmediaciones del parque Alem. El Renault Kwid conducido por Lisandro venía por avenida de los Trabajadores, tomó la curva para doblar en Drago en exceso de velocidad y volcó colisionando contra un árbol. En el choque también falleció una chica de 15 años, la novia del único sobreviviente.
Los dos llevaban vidas bastante distintas. Brian vivía en barrio Ludueña y era cuidacoches, Lisandro se crió en el centro y era sobrino del "Negro". ¿Qué los unía? Quizás el mismo auto donde encontraron la muerte.
A Ledesma en el barrio lo conocían como "Tata", por la primera palabra que dijo de chico. Hincha de Central, hijo de una familia numerosa de clase trabajadora, con cuatro hermanos varones y tres mujeres, se había criado en un barrio difícil donde todos los días hay tiroteos, muertes y desgracias. Tenía una hija de 4 años con su pareja desde hacía 13, que ahora se quedó sin padre.
Desde hace unos años cuidaba autos en el centro, en la bajada Belgrano. "Siempre laburó, se ocupaba mucho de su hijita y su mujer, de la familia. Pero como a él le faltaba un ojo, no podía conseguir otro trabajo", cuenta su hermana Berenice. Lo había perdido pocos años atrás en un ataque en la calle. "A él le habían robado una campera y le pegó al pibe. Pero el flaco sacó un tramontina y le dio en la cara", recordó.
Ledesma estuvo 7 años preso en Piñeiro por robo calificado. Había salido en 2017 tras cumplir su condena, con buena conducta y como parte del pabellón evangélico. "Salió supercambiado. Él no era una mala persona, solo que cometió un error y lo pagó. Era un amor, querido por muchas personas, muy compañero, daba hasta lo que no tenía. Pero tuvo una vida dura", destaca su hermana, que lo puso como padrino de uno de sus hijos. "Amaba los chicos. Mis hijos eran como si fueran suyos, los cuidaba mucho", puntualizó.
Tras su muerte, la familia estuvo haciendo una colecta en redes para poder velarlo. Necesitaban 65 mil pesos por un servicio de tres horas. En las redes, varios amigos subieron videos en los que se lo ve cantando cumbia, contento, apasionado. "Cantaba hermoso y de todo. Antes iba a la iglesia cristiana y cantaba alabanzas", cuenta Berenice. Y aclara: "Acá todos somos cristianos, pero nos apartamos del camino de Dios. No fuimos más a la Iglesia", mostrando la penetración de esa religión en los barrios periféricos. También le gustaba cocinar. Su especialidad era el arroz amarillo.
Herencia fatal
Lisandro Fontanarrosa Torres también era canalla, pero se había criado en el centro. Sus amigos le decían Lauchín, había cumplido los 27 años hace días y cadeteaba para un minimarket. Vivía con su mamá y su tía en un departamento en el centro, en bajada Sargento Cabral y Urquiza.
Un amigo recuerda que de pibes jugaban a la pelota en la calle con un grupo de chicos, algo atípico para la zona e impensable hoy con el tránsito y la inseguridad. Más de grandes, iban a jugar a un ciber que estaba casi en calle San Lorenzo, y pasaban el rato en la plaza de la Cooperación, de Mitre y Tucumán.
Su familia lo veló en Caramuto. No tenía una mala posición económica. El padre, de apellido Torres, había fallecido en 2007, y era propietario de un grupo odontológico, pero él usaba el apellido de su madre, Fontanarrosa, como su tío, el dibujante. Los amigos dicen que la madre lo crió sola, con ausencia del papá, y lo cuidaba demasiado. Por ejemplo, hasta que fue grande no lo dejaba ir a jugar cuando iban muy lejos.
Lisandro se había comprado el Renault Kwid blanco, en el que fallecería, con el dinero que le había entrado por herencia tras la muerte de su padre. El auto estaba a nombre de la madre. Hacía un tiempo había empezado a salir con una piba de Empalme Graneros, y se había empezado a alejar del barrio. Ludueña está pegado. Ahí comenzó a cambiar su historia.
Vidas cruzadas
Brian y Lisandro eran dos pibes de dos clases sociales distintas, con crianzas diferentes. Pero murieron juntos en el mismo auto. Ambos eran hinchas de Rosario Central. Iban juntos a la cancha. Pero no se conocieron así. Brian trabajaba en el centro y Lisandro dejaba el auto donde él cuidaba. Así, de a poco, se hicieron amigos. "El chico venía a mi casa, comíamos asado y compartíamos muchas cosas. Tenían una amistad muy grande, se querían mucho. Él ya era como de la familia", dice la hermana de Brian.
El día del siniestro, habían estado en la casa de la familia del pibe de Ludueña. "Ellos estuvieron toda la tarde juntos, después Lisandro se fue hasta la casa y mi hermano le dijo a mi mamá que quería comer milanesas", apuntó. Cuando se las estaba preparando, llegó Lisandro de nuevo a buscarlo para ir a dar vueltas por el Día del Amigo. "Le dijo a mi mamá que iban a cargar nafta y volvían, pero no vinieron más. Nosotras los estábamos esperando para comer", lamentó.
A las 3 de la mañana se produjo el impacto fatal. Las imágenes de las cámaras confirmaron que no hubo otro vehículo involucrado, y los resultados toxicológicos aún no se conocen, ya que tardan bastante cuando se realizan post mortem. Sin embargo, en las actuaciones policiales no figuran botellas de alcohol, como había trascendido en un principio. Lo que no quita que el conductor haya bebido antes.
En el asiento de atrás iban dos chicos de 15 años, el sobrino de Ledesma y su novia, que falleció. El chico sufrió heridas, pero fue el único sobreviviente. "Lamentablemente murieron tres personas; mi sobrino quedó herido, pero ya se recuperó. Él lo seguía a mi hermano a todos lados", se entristeció la joven.