La Biblioteca Popular Escritor Rosarino Raúl Astorga, un proyecto autogestionario que incluye un centro de día y una huerta comunitaria, reabrió sus puertas este viernes en su sede del pasaje Amsterdam 1068, del barrio Tiro Suizo, en el cercano sur rosarino, tras permanecer cerrada los dos años de la pandemia.
La casa original del extinto matrimonio del carpintero italiano Antonio Vescio e Inés Pisano, entre las décadas del 50 y 80, se erige ahora en la sede de este novedoso centro de día y biblioteca barrial, en una cortada que atesora, además, el Centro Cultural La Tornería, en la otra cuadra.
“Vamos a reinaugurar la biblioteca con la presencia de Gustavo, de la Biblioteca Vigil, quien nos tiró varias ideas, y de otro compañero que está inaugurando otra biblioteca popular en España y Rueda. Me parece alucinante que en 2022 sigamos apostando a los libros impresos y los rescatemos como puestas comunitarias, que de hecho ellos inauguraron este 25 de mayo e hicieron su primera actividad cultural, que estuvo buena y que llevó gente a pesar de ser un día festivo. Tenemos que festejar, nosotros lo hicimos en 2019 en un contexto muy hostil, cuando el gobierno nacional de turno había lanzado en 2017 una ley que atenta contra todas las bibliotecas populares y espacios culturales y musicales -que por suerte ahora se está revirtiendo-, que era una quita de presupuesto a la Conabip (Comisión Nacional de Bibliotecas Populares) y a otros organismos para empezar a eliminar justamente los espacios culturales”, contó el director de la Astorga, el psicólogo Pablo Pallares, frente a un puñado entusiasta de miembros de la biblioteca, niños, niñas y adolescentes del centro de día y vecinos, entre los que se destacaba el propio escritor que le da nombre al espacio.
En este sentido, Pallares advirtió que “hay un montón de movimientos para derogar esa ley, que obviamente los grandes medios de comunicación los invisibilizaron, pero que para nosotros es un eje político, que una institución que apuesta a la inclusión defienda la recuperación de estos espacios culturales”.
“La biblioteca era una puerta de entrada a poder compartir algo que tenía que ver con una cultura en común, tener la posibilidad de acercarnos con cualquier propuesta que tengan, poder compartir un libro, que se lo puedan llevar a su casa y que al tiempo puedan volver y llevarse otro. Entonces la idea era que sea un espacio gratuito, que todo el mundo lo pueda transitar, con un horario súper restringido por la posibilidad de atención que nos habíamos propuesto para que todas nuestras actividades no queden sumergidas sólo en la biblioteca porque tenemos objetivos institucionales y otras propuestas que no podemos dejar de atender”, abundó el director.
Muchas donaciones
“En abril de 2019 hicimos nuestra inauguración, hubo algunos vecinos que se llevaron algún que otro libro, hubo muchos que vinieron a donar más y de hecho nunca pararon las donaciones de libros. Y después, lo conocido por todos, esta pandemia a la que no le podemos poner fin todavía. Hubo que cerrar las puertas, adaptarnos a la virtualidad, algo que nos costó bastante porque nuestro laburo es presencial, con el cuerpo, y sostener una dinámica de laburo desde lo virtual para las familias, los usuarios y los trabajadores es complejo”, recordó Pallares.
“Habíamos pensado en hacer una comida -que siempre son muy populosas y festivas-, pero dijimos que primero vamos a hacerlo desde el otro lado, desde lo cultural para que nos encuentre -dos, cuatro o 40- para ver quiénes queremos participar en este proyecto”, confió Pallares.
La biblioteca fue declarada de interés municipal, “algo que no hace ni mayor ni menor el proyecto, pero que permite que nuestra agenda, por chiquita que sea, aparezca en la revista del Distrito Sur y en la página de la Municipalidad”, destacó el psicólogo.
“Tenemos que ponerle Astorga”
Sobre el origen del nombre, Pallares confió que “en 2019, cuando le pusimos el nombre, definimos que se llama Biblioteca Popular Escritor Rosarino Raúl Astorga. Raúl es un vecino del barrio que andá por ahí, que ha participado en algunos talleres en nuestra institución y que nos donó muchos cuentos. Hicimos una revista y plantines, que son proyectos de un trabajo que los usuarios puedan hacer y vender para generar un ingreso. La revista es una forma de producir cultura y poder venderla, aunque no fuera mucho era un ingreso. Surge la propuesta del nombre, algunos propusieron escritores famosos como Cortázar, pero un usuario que ya no está aquí dijo: «Cortázar no nos regaló nada y Raúl nos regaló los cuentos. Tenemos que ponerle Raúl Astorga»”.
“Ahora hay un centro cultural en la otra cuadra que no estaba cuando empezamos, así que la cortada Amsterdam se convirtió en un pasaje cultural. Tenemos que disputar espacios, la zona sur está un poco estigmatizada, pero no es sólo balas sino que hay un montón de espacios y de movidas culturales”, se ufanó Pallares.
Y luego de la primera una ronda de mate cocido y torta asada, que prepararon en el fondo de la casa chorizo, los dirigentes de la biblioteca descubrieron la placa con el nombre de Raúl Astorga, el escritor del barrio.