Thiago cuenta que llevaron hamburguesas y panchos a la habitación que ocupaba con sus dos amigos en el sexto piso del Interlaken, que la estaban pasando muy bien en el viaje y, también, "que no me importaba mucho lo que podía pasar, era como que nada malo nos podía pasar y, bueno, entonces era como que hacía cosas sin pensar", dice y remata "creo que en ese viaje aprendí a tenerle respeto a muchas cosas, incluso a mí mismo, y a cuidarme".
Lo que pasó en esa madrugada es una historia más conocida, narrada en los medios de comunicación y en la investigación judicial abierta después del accidente. Thiago habla del cansancio que se empezaba a notar en el cuerpo, de la música en la habitación, de las bromas que se hacían con alumnos de otras escuelas. De una hamburguesa que ya estaba fría y había quedado abandonada, de una noche en la que había caído agua nieve sin cesar, de que cuando se acercó a la ventana estaba todo muy resbaloso y de que no pudo evitar perder el equilibrio.
"Estaban todos bromeando, asomándose a las ventanas. Y nosotros nos sumamos también. Se gritaban cosas y se tiraban cosas y yo quise hacer lo mismo, con un grupo que estaba unas cinco habitaciones más hacia la izquierda. Entonces, me asomé a la ventana, hice un mal movimiento, y me fui para abajo. Después de ahí no recuerdo más nada, simplemente tengo ese recuerdo de estar bromeando pero no recuerdo bien el momento de la caída", cuenta.
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Pocas horas después, la noticia estaba en los principales medios de comunicación: "Un joven que estaba de viaje de egresados cayó del sexto piso de un hotel en Bariloche: sobrevivió y está internado", "Estudiante rosarino cayó desde un sexto piso en un hotel de Bariloche", "Conmoción en Bariloche: un adolescente que estaba de viaje de egresados cayó de un sexto piso y está grave", los títulos se repetían en los portales de noticias de ese miércoles a media mañana.
También reproducían el diagnóstico del Hospital Privado Regional (HPR) de Bariloche donde fue trasladado de urgencia con "politraumatismo facial y lesiones en las extremidades inferiores", las declaraciones del fiscal Jefe Martín Lozada, quien centraba la hipótesis del caso en un accidente, y recordaban otro hecho reciente: veinte días antes, en el hotel Eco Ski, también ubicado en la zona céntrica de Bariloche, un estudiante de 18 años del colegio Anglo- Americano de Hernandarias (Paraguay) había caído desde la ventana de su habitación, también ubicada en el sexto piso, y había fallecido. Por entonces, Thiago estaba internado en terapia intensiva y sus padres viajando a Bariloche para encontrarse con su hijo.
Un accidente, casi fatal
"Cuando caía, yo sé que estaba consciente, porque todos me lo contaron. Me dijeron que hablaba, es más que llegué a tirar algún chiste a un amigo que me estaba viendo, como para alivianar un poco el asunto. Aunque no lo ameritara. Pero, la verdad, es que me acuerdo poco de ese momento o del tiempo que pasé en el hospital de Bariloche. No recuerdo qué sentimientos tuve, qué fue lo que vi cuando caí, cómo fue la caída, quiénes me asistieron. No me acuerdo tampoco de los primeros días internado. Tengo algunos recuerdos vagos de la primera vez que desperté, del dolor de cabeza, de la presión o de la fiebre, de las caras de mi mamá y mi papá", cuenta Thiago un año después.
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La salud de Thiago mantuvo en vilo a sus compañeros de escuela, sus amigos de la zona sur de Rosario y a gran parte de la ciudad. El joven estuvo internado en Bariloche hasta el 2 de septiembre. Ese día, un avión sanitario lo trasladó a Rosario; como entre sueños de ese viaje apenas le queda la sensación de velocidad instalada en el cuerpo, "algo bastante feo", repite. En el Sanatorio Parque de la ciudad pasó internado 21 días, se sometió a varias cirugías y a la prueba más difícil que fue "mantener la cabeza en orden", asegura.
En sus palabras, "tenía que tener mucha fuerza de voluntad para recuperarme. Yo contaba con eso, pero a veces se me hacía muy difícil. Al principio, era casi imposible. La gente que me quiere, que estaba conmigo, me ayudaba a no caer, a no decaer, pero fue bastante duro hasta que, poco a poco, fui viendo avances, me iba sintiendo un poquito mejor. Fue bastante complicado poder volver a caminar. Hoy en día, hay cosas que ya no las puedo hacer, como jugar a la pelota o andar en BMX, andar en skate, esas eran cosas que a mí me encantaban hacer y yo creo que hoy en día ya no las puedo hacer. La música también me ayudó muchísimo".
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La música no es sólo la banda sonora, un agregado para edulcorar toda esta historia. Thiago estudia en un conservatorio desde los seis años y junto a tres amigos formó una banda "K.I.A" (Killer In Action), que alterna estilos con influencias de Rage Against The Machine, Deftones, muy ligados a estilos caratulados como new metal o hard core new school.
Esas canciones acompañaron todo su tratamiento médico que se extiende hasta estos días. "Todavía tengo que hacerme algunas cosas en la boca, en la cara, en las piernas, sigo haciendo rehabilitación para recuperar masa muscular. Es un camino por el que tengo que transitar. Pero al día de hoy, estoy contento, feliz, ya puedo estudiar, puedo tocar, puedo hacer esas cosas, que si me faltaran ya no sería yo. A fin de cuentas acá estoy, estoy bien, estoy haciendo lo que me gusta, estoy terminando el sexto año de la escuela y sigo manteniendo la cabeza en orden", afirma.
Bariloche, un ritual
Cada año, unos 100 mil estudiantes llegan a San Carlos de Bariloche para cumplir su viaje de egresados. La travesía es una celebración de los cinco años compartidos en la escuela secundaria y también un buen negocio turístico. La suerte corrida por Thiago elucubró también varias notas sobre "el descontrol" de los viajes de egresados, los excesos o quién se encarga del cuidado de los adolescentes. Él dice que leyó sólo algunas, movido por la curiosidad de cómo se relataba una historia que lo había tenido como protagonista.
_¿Creés que lo que te pasó se podría haber evitado?
_Quizás sólo si yo hubiera sido un poco más consciente, si lo hubiera pensado un poco más, si me hubiera ido a dormir esa noche. Pero, bueno, son cosas que uno las piensa después de que suceden las cosas y ya no hay vuelta atrás. Yo nunca le eché la culpa a nadie por lo que me pasó, porque no la tienen. Creo que cuando se es joven a muchas cosas no les da no les da esa importancia que realmente hay que darles.
_Dicen que todo lo que pasa conviene, ¿sentís que aprendiste algo de lo que te pasó?
_Creo que de ese viaje aprendí a tenerle respeto a muchas cosas. A tenerme respeto a mí mismo también, cuidarme, pensar las cosas dos veces antes de hacerlas y, si hace falta, pensarlas mil veces antes de actuar ma. Es como que también hoy en día le tengo mucho más respeto a un montón de cosas que por ahí ahora se me hacen peligrosas, pero antes no.
_¿Cómo estás ahora?
_Hoy en día estoy bien, estoy contento, llevándola todos los días, manteniéndome de pie. Estoy tratando de terminar el sexto año de la secundaria, ya me queda muy poco para graduarme. Y me anoté en la facultad para poder estudiar ingeniería en electrónica. También estoy buscando algún que otro trabajo, como para ir metiéndome en el ámbito laboral y poder trabajar mientras estudio para poder ayudar a mi familia en los gastos.
_¿Y la música?
_Estamos terminando de grabar el disco, estamos organizando fechas ya más para fin de año y le estamos metiendo muchísimo a eso. Estoy estudiando canto para tener una mejor técnica, porque creo que mi voz es como una de las armas que tengo hoy en día y quiero profesionalizarme. Para el futuro queremos tener un disco en mano, tener más canciones en mano, queremos llegar a más gente, tener más difusión, que la gente escuche nuestra música. Es un proyecto, uno de los proyectos más grandes que tengo, y no dejo de soñar con llenar lugares grandes. Acá o en Buenos Aires, poder salir de gira, tocar en lugares distintos. Soñar no cuesta nada, pero ahora sé que para llegar a esas cosas hay que trabajar mucho. Y en eso estamos. En crecer más como banda y como personas.