El pedido de justicia de los familiares de víctimas del fentanilo contaminado.
Un corazón sobre otro. Cada uno con su número. Fondo blanco y el marcador negro que trazaba cada historia. Con una movilización en “espejo” con La Plata, los familiares de víctimas del fentanilo contaminado en Rosario volvieron a reclamar justicia, en una causa que tiene confirmadas 124 muertes en todo el país. La explanada del Monumento a la Bandera se llenó de abrazos, emoción y lágrimas, en una jornada emotiva y que crece a medida que pasa el tiempo.
Vanesa y Carla hablaron con los medios y hasta se reunieron con el intendente Pablo Javkin. Era un agosto frío y si bien los casos habían aparecido en Buenos Aires, en Rosario comenzaban a tener visibilidad a partir del empuje de las familias.
Este martes, fueron más de cien personas que, con remeras blancas, fotos gigantes, cuadros y carteles, llegaron al Monumento para reclamar justicia y convocar a los funcionarios nacionales que se ausentaron dos veces en el Congreso de la Nación.
Un pequeño escenario y una pantalla atraía a los partícipes. De un lado, una especie de estante con 124 corazones blancos con números en letras negras. Abajo, se escuchaba: “Somos las mujeres de corazones blancos”.
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A pesar de que entre el público había niños, adolescentes, adultos y hasta personas mayores, una característica de este movimiento es el impulso de las mujeres que alzaron la voz desde el principio, dieron la cara en las sesiones del congreso y se subieron a las tablas para conducir este acto.
Un cielo despejado y un sol presente iluminaron la actividad. Cada familia ayudaba en algo: algunos inflaban globos, y otros se encargaban de coordinar el sonido y los videos. Mientras tanto, muchos se presentaban por primera vez luego de tanto hablar por los grupos de WhatsApp. “Estamos como se puede”, dijo un familiar que participaba por primera vez. Y Hasta hubo tiempo para que algunos presentaran consultas y se interiorizaran sobre el fentanilo contaminado y las bacterias Klebsiella y Ralstonia, que provocaron las muertes de quienes fueron inyectados con el opioide.
“Son 124 víctimas que oficializó el juez Ernesto Kreplak (que lleva adelante la investigación en el Juzgado Nº3 de La Plata). Pero son más. Muchas más”, dijo Carla Maino, una de las organizadoras de la manifestación.
En Rosario se reclamó justicia
El acto comenzó con videos repasando estos seis meses de lucha en Rosario y en el país, discursos en el Congreso y en medios de televisión. Las imágenes de las víctimas se alzaron y los abrazos de contención proliferaron. Una bandera desde Villa Gobernador Gálvez llegaba mostrando la expansión de la tragedia sanitaria o “la Cromañón de la salud”, como se pudo escuchar. La emoción hizo caer lagrimas entre los presentes y hasta en algunos trabajadores de las fuerzas de seguridad de la provincia, que custodiaban el acto.
“Negligencia” y “corrupción”, palabras que se repitieron en cada momento tanto arriba del escenario como abajo, donde destacaban la actuación de la Justicia en el avance de la causa. El silencio en el público fue estremecedor; sólo los autos que pasaban y el festejo de cierre de año de la Asociación de Voleibol de Rosario en las escalinatas del Monumento rompieron esa tensa calma.
“Hicimos lo que nadie hizo por nosotros”, reclamó Carla desde arriba del escenario y retrucó: “No vamos a permitir que estas vidas queden en una causa archivada”. A medida que pasaban los discursos, las historias y las muestras de fuerza de las familias se multiplicaban. Las manos corrían los lentes oscuros y dejaban ver algunas lágrimas, que estallaron luego del momento más emotivo de la tarde noche rosarina.
Los familiares se agruparon cerca del escenario donde colgaban tres globos con helio. Una tijera cortó el hilo que los sostenía y se dejaron volar, detrás de ellos una bengala de humo blanco los acompañaba. Paradojas del destino, el cielo quiso que volaran hacia el sur de la ciudad, es decir, la salida a Buenos Aires, donde se destapó la tragedia más grande en sanidad que el país recuerde.
Como familias se fueron despidiendo. Los abrazos se entrecruzaban en contención. Uno lo daba para sostener al otro y al mismo tiempo lo recibía para no caer. Luego las familias de víctimas del fentanilo se dispersaron y volvieron a su rutina, con la firme convicción de que 2025 fue para reclamar y que el año venidero será para obtener respuestas.
Corazones blancos
Una adolescente y su tío aseguraban el cartel que recordaba a Jorge, un mecánico de 49 años víctima del fentanilo contaminado. Morena tiene 19 años y no titubea cuando habla ante La Capital. Ella dice que se tuvo que volver fuerte luego de la muerte de su padre a mediados de junio, luego de estar 52 días internado en el Sanatorio Parque.
Jorge es uno de los 124 fallecidos que la Justicia reconoce como oficiales, aunque investiga otros tantos y el número puede llegar a 174. Su familia lo recuerda como un gran asador y amante de la pesca. El Negro, como lo conocían en el barrio La Vigil de Villa Gobernador Gálvez, era una persona saludable a pesar de ser trasplantado renal, una donación de su propia esposa.
“No sabíamos nada. No habíamos visto nada”, recuerda Morena. La crudeza de un mensaje de Whatsapp fue la forma que se enteraron. ¿El remitente? El Juzgado Nº3 de La Plata conducido por Ernesto Kreplak. Se les desplomó la vida. “Al principio mi mamá no quería saber nada. Yo la respeté, pero me puse a investigar. Ahí entendí el olor que tenía y porque las hemorragias internas que sufrió. Cuando se decidió le mostré todo lo que sabía”, dice la joven que está junto a su tío y un nutrido grupo de amigos y familiares de Jorge. Desde Villa Gobernador Gálvez son al menos cuatro los confirmados, “pero hay más”, retruca.
Mientras la charla se desarrollaba se acercó Juan, hermano de Morena e hijo de Jorge. Se mantuvo en silencio y seguía atento la charla. Su familia lo deschavó: “Juan es el que sostiene a todos” y él lo reconoce. “Activo a la familia. A mi papá me lo sacaron y no me lo van a devolver, por eso quiero estar alegre y empujar. Yo me identifico en eso con mi papá”, expresa minutos antes de comenzar el acto.
Del otro lado de la explanada, la foto de Héctor brillaba. Su familia formaba un arco y recordó al hombre de 74 años como un hombre activo, que jugaba a la pelota y trabajó hasta casi los 70 años. Además de su esposa, Silvia; sus hijos, Silvia y Cristian; y su nieta Abril, estaban César, compañero de trabajo durante 28 años y quien tenía a Héctor “como un papá”, junto a él estaba Daniela, que controló la emoción hasta que el acto dio sus primeros pasos.
Héctor fue atendido en el Hospital Italiano Centro. A finales de febrero de 2025 llegó para una operación de vesícula, que Pami demoró un año. Sin embargo, el 2 de marzo regresó por una recaída en su salud y luchó durante dos meses contra el fentanilo adulterado. “Nos parecía raro, porque él era fuerte”, repetían al unísono.
Finalmente, el 28 de abril Héctor falleció y su familia no dudó en pedir la historia clínica, justo diez días antes de que la Anmat alerta por la existencia de lotes contaminados y estalle el escándalo en salud. Las familias que siguieron después enfrentaron en muchos casos conflictos para obtener este documento, un derecho que las leyes argentinas contemplan y algunos sanatorios se negaron a cumplir. Los seres queridos de Héctor, con papeles en mano, se contactaron con Carla Maino, se toparon con la dura realidad y se sumaron al pedido de justicia en cada lugar posible.
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