El grito de "¡Mozo!" más la seña con forma de letra "c" formada con el índice y el pulgar. No se necesita nada más para saber que se trata del pedido de un café en un bar, uno de los mejores aromas mañaneros. En este 1° de octubre, Día Internacional de Café, y ahora que se flexibilizaron un poco las medidas sanitarias contra la pandemia, se puede aprovechar el momento para hacerle homenaje a esta tradicional costumbre en sus versiones de "café negro" o "expresso", "cortado" o "lágrima", a la que muchos (sin rigor científico alguno) atribuyen original de Rosario.
Dos bares tradicionales, el Lido en zona sur (San Martín 3142) y El Cairo en el corazón del microcentro (Santa Fe 1102) coinciden al decirle a La Capital que hoy tiran unos 7 kilos por día de café: 700 pocillos, una buena cifra pero lejana a las que alcanzaban en épocas de esplendor, entre 1400 y 2000 señas con los dos dedos de la mano. Que es lo mismo que decir 80 centrímetros cúbicos de café, una medida bastante menor que la que llena una taza de café con leche de 200 cc.
En Argentina, según la marca Nescafé, se consumen entre 138 y 208 tazas de café per cápita por año.
¿Qué diferencia hay entre café, cortado y lágrima? La presencia o no de leche y su cantidad. El café negro carece de ella, el cortado se hace con algo de leche evaporada que se sirve al final formando espuma que últimamente ofrece decoraciones en algunas mesas cafeteras: con formas de corazón o flores sobre el blanco de la bebida. Y lágrima, un tercio de café y el resto, leche (primero se echa la leche con espuma al final y luego se mancha la preparación con café).
"En este nosocomio", bromea el adicionista Germán Tortajada de El Lido, "la vedete es el cortado". El mozo con 12 años en un mayoritario bar de varones donde los parroquianos heredan su lugar. "Empiezan concurriendo los abuelos, luego vienen los padres y los hijos", asegura Tortajada que amplía el retrato al decir que los amantes del café allí son futboleros, hinchas de Central Córdoba, empleados del Hospital Español, taxistas, burreros y quinieleros. Y hoy por hoy abonan 130 pesos por un café chico y 140 por una jarrita.
En El Cairo, la encargada del turno mañana, Fabiana Mercado, en cambio, dice que en esta histórica esquina cafetera salen "prácticamente por igual el café negro y el cortado y menos la lágrima". El pocillo chico cotiza en 190 y la jarrita en 200 pesos, en un bar que es visitado por los turistas que quieren conocer dónde se sentaba el dibujante Roberto "Negro" Fontanarrosa y destino mayoritario de gente de mediana edad, mixta, y al paso.
Fecha e historia
Este festejo se instituyó en 2015, cuando la Organización Internacional del Café (OIC) escogió esta fecha para celebrar el consumo de esta bebida y promover la unión de los productores de este grano en el mundo.
La OIC es la principal organización intergubernamental que se ocupa de asuntos cafeteros. Sus miembros concentran el 98% de la producción de café en el mundo, la bebida que se calcula más consumida después del agua.
Dentro de Latinoamérica, los mayores consumidores son Brasil, Colombia y Chile. En tanto Argentina, Uruguay y Paraguay corren a la saga por el mate, el principal competidor de la bebida que tiene su origen en el Cuerno de África: Etiopía, donde el cafeto salió a la luz. Luego llegó a América. Fue replantado en Martinica donde y cuidado por esclavos. Paralelamente, los holandeses propagaron la planta en América Central y del Sur, de Surinam a la Guayana Francesa y de ahí a Brasil (1727), Venezuela y Colombia (1730).