Uno por uno, manualmente y contrarreloj. Así se arman en los 50 centros de salud pública de la Municipalidad los listados de pacientes con factores de riesgo, parte de la llamada “población objetivo”, a los que luego se cita por WhatsApp o personalmente para que concurran a vacunarse contra el coronavirus. La de este martes fue la primera jornada completa del operativo de descentralización de la campaña –por cada efector barrial chico o mediano pasaron unas 40 personas, por los grandes el doble-, en la que se espera abarcar un piso de 20.700 vecinos, de los cuales ya se detectó que sólo ocho mil estaban inscriptos en la web de la provincia.
Así lo revela Jorgelina Orecchia, coordinadora de los seis espacios de atención primaria del Distrito Norte, al visitar este mediodía el centro Juan B. Justo, ubicado en esa calle con nombre de médico socialista a la altura del 2000 y muy cerca de las vías del ferrocarril (en ese tramo alzado sobre un puente). Orecchia amplía que desde que el Ministerio de Salud de Santa Fe autorizó a los vacunatorios de la red local a inmunizar, el 2 de junio, los datos del sistema permitieron concluir que había 20.700 personas entre 18 y 59 años con comorbilidades, de las cuales 13.700 (más del 50 por ciento) no se habían inscripto en www.santafe.gov.ar. “A veces la gente no tiene datos móviles, no tiene wifi, le faltan las herramientas para llegar a anotarse y quedan allí como olvidados. Nadie se entera siquiera de que no pueden inscribirse”, advierte Rosa Ferrero, jefa del centro Juan B. Justo, con 4.988 historias clínicas (familiares) activas y una población de referencia de 20 mil personas de los barrios o zonas conocidas como Sorrento, Travesía y Arroyito.
El lunes, por ejemplo, entre los primeros 20 turnos otorgados le tocó a un paciente del efector de 89 años al que el sistema informático no le tomó oportunamente el DNI. Ayer a uno de 76. “Hay un nueve por ciento de la población mayor de 60 años en la ciudad que no accedió a la vacuna porque no accedió a la registración, así que apenas detectemos a alguien en esa franja etaria adscripto a un centro de salud lo vacunamos”, suma Orecchia, y destaca el trabajo de los equipos de la red para depurar listas, captar y cruzar información de distintos registros y luego contactarse con los vecinos a los que les corresponde vacunarse. “A los que no encuentran los van a buscar a sus domicilios”, apunta, mientras Ferrero define la tarea como “maratónica” y se escuchan por detrás gritos y algún que otro aplauso. Ha llegado una enorme caja de telgopor con más dosis de AstraZeneca en su interior.
Mientras, Angélica Fernández espera sentada en el pasillo un tiempo prudencial después del pinchazo. Padece artrosis, tiene 50 años y cinco hijos que como ella se atienden en el lugar. Por eso el personal que va y viene la saluda al pasar por su nombre de pila. Angélica habla despacio y cuenta en susurros que es de Pampa del Indio, provincia de Chaco, y que algunos de sus hijos no quieren vacunarse porque no creen en la efectividad de la sustancia. Pero ella, aunque le duela un poco el brazo, esta mañana está contenta, dice, junto a tres bolsas que lleva consigo y de las que pueden verse sobresalir ovillos de lana. “Soy ama de casa, tejo y vendo en la iglesia con la ayuda de mis hermanos. Soy aborigen”, reafirma.
Dora Maldonado llegó desde unas cuantas cuadras al oeste, hacia el interior de Empalme Graneros. Este martes de principios de junio se permite sonreír: a primera hora recibió un WhatsApp que la convocaba a vacunarse y sin saber bien contra qué enfermedad –si Covid o gripe- se acercó al centro del que es paciente desde hace más de una década. “Yo tengo presión alta pero no me había anotado en ninguna parte porque no entiendo nada de sacar turnos”, admite. A los 48 años es madre y abuela, pero sus hijos crecieron y formaron sus propias familias. Le tocó sufrir violencia de género, revela, y hoy vive sola. Vende tortas asadas y pan a sus vecinos, es muy creyente. Por eso cuando recibió la convocatoria pensó que las cosas se daban así "por la voluntad de Cristo".
Daiana Silva, ama de casa de 27 años, sale del vacunatorio al hall central cubierto de azulejos blancos. Una enorme bandera argentina cuelga del techo del centro de salud, presente en el barrio desde hace más de dos décadas. “Recién me llamaron y vine, vivo acá nomás”, dice ya en la puerta. “Me enfermo mucho de los bronquios y me quería vacunar por seguridad de mis hijas”, agrega. Las nenas tienen once y cuatro años, las lleva tatuadas en su barbijo negro. Por detrás aparece el sol, pasa un carro y un chico corre a una gallina. Daiana se va con el carnet de vacunación en la mano.
Trabajo en el territorio
Rosa Ferrero es cientista política egresada de la UNR y el 1º de junio cumplió 18 años en la salud pública de Rosario. Desde que comenzó la pandemia está al frente de centro Juan B. Justo y hoy siente una emoción inocultable por la posibilidad de vacunar a los pacientes que tienen allí su historia clínica. El objetivo es que se inoculen como mínimo mil, y para eso empezaron por priorizar a aquellos que padecen diabetes. “Después de un primer cruce que hizo la Secretaría de Salud con datos del Renaper, trabajamos con las listas: hicimos comparaciones con el sistema provincial denominado Sicap y sacamos a los que ya se pusieron por lo menos una dosis. A su vez quedaron en espera los que recibieron la antigripal en los últimos 15 días y los que tuvieron Covid, quienes deben aguardar un mínimo de tres meses por normativa nacional”, comentó.
En el centro de salud estaban esperando este momento desde que comenzó la campaña nacional de vacunaciòn, a principio de año. “Queremos garantizar que los pacientes con factores de riesgo reciban la primera dosis. Para que un paciente llegue a vacunarse hay un trabajo puntilloso, de hormiga”, asegura Ferrero. Antes habían pateado el territorio para asistir a los vecinos a inscribirse en www.santafe.gov.ar (en ese momento mayores de 60 años) y colaboraron también con el Plan Detectar.
Al equipo lo completan cuatro enfermeros, dos administrativos, tres médicos generalistas de planta, cuatro residentes de medicina general, dos psicólogas, una mucama o personal de limpieza, dos pediatras, un agente de seguridad y un psiquiatra y una fonoaudióloga (estas últimas hacen visitas semanales). El centro de salud està abierto de lunes a viernes de 7 a 19 y además de la vacunación sigue desarrollando la mayoría de sus tareas habituales en el marco de la pandemia.