Hasta hace no mucho, bañar a los perros solía brindar una postal repetida: la ducha llena de pelos, el piso resbaladizo, el dueño empapado y el animal intentando escapar a toda costa. Para muchos, era un ritual doméstico incómodo. Para otros, un mal necesario que terminaba en un baño tradicional, lejos de casa y con el perro ansioso por separarse de su familia.
Ese escenario empezó a cambiar en los últimos meses. Aparecieron en la ciudad locales donde los propios tutores pueden bañar a sus mascotas en cabinas especialmente acondicionadas, sin estrés, sin desorden y sin dejar al animal al cuidado de un desconocido. Los autolavados de perros, un formato extendido en Europa y Estados Unidos, desembarcaron en Rosario y ya muestran un crecimiento inesperado.
Huella Tienda de Mascotas y Puca Autolavado fueron los primeros en instalar esta propuesta. Lo que empezó como una novedad curiosa en redes sociales terminó convirtiéndose en una alternativa estable, con turnos completos, clientes frecuentes y una nueva forma de pensar el baño de las mascotas en la rutina de los rosarinos.
Una idea que llegó desde Europa y que gana terreno en Rosario
En los últimos años, las mascotas ocuparon un lugar cada vez más central en la vida urbana. Argentina es uno de los países con mayor tasa de tenencia de perros de la región. En muchas familias, los animales ya son considerados miembros del hogar y eso se refleja en un mercado que no deja de crecer: servicios de hotelería, guarderías, paseadores profesionales, consultas veterinarias más especializadas, alimentos premium, propuestas recreativas y, ahora, autolavados.
Huella Tienda de Mascotas, en Santa Fe 2244, fue pionera en la ciudad. La cabina de autolavado funciona con un sistema de fichas de diez minutos que se reservan por WhatsApp. El local provee todo: shampoo y acondicionador hipoalergénicos, toallas, cepillos, agua tibia regulada por un calefón, turbina de secado y un ambiente preparado con feromonas para reducir el estrés.
"En Europa esto es moneda corriente. Allá funcionan como las lavanderías autoservicio. Acá lo adaptamos para brindar acompañamiento, seguridad y asesoramiento", explicaron desde Huella. El resultado superó las expectativas. "La reducción de estrés es real. Cuando los perros están con sus tutores, la experiencia cambia por completo. Salen cómodos y los clientes vuelven", remarcaron en diálogo con La Capital.
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El lugar recibe perros de todos los tamaños: desde galgos y huskies hasta un bullmastiff de casi sesenta kilos. El proceso es sencillo: el tutor ingresa con su mascota, recibe un delantal impermeable y realiza el baño en un espacio privado que luego el equipo limpia para el turno siguiente.
El diferencial, según sus responsables, es la contención: “Nosotros asesoramos a cada cliente, sobre todo a quienes vienen por primera vez. Les explicamos cómo manejar la máquina, les damos tips de peluquería canina, les prestamos cepillos y hasta les ponemos protectores auditivos a los perros para la turbina”.
Huella recomienda usar el servicio cada 15 o 20 días y registra perros fijos que vuelven con esa frecuencia. Tienen una tarjeta de fidelización y ya hubo animales que completaron toda la grilla de lavados.
Por último, expresaron que el espacio se convirtió en un lugar de encuentro. “Vienen abuelas con nietos, familias enteras. A veces entran tres o cuatro personas por turno”, relataron.
Una experiencia que nació del propio malestar de sus perros
Puca, otro autolavado ubicado en Callao 1162, surgió de una experiencia personal. Sus propietarios notaban que sus animales la pasaban mal en los baños tradicionales. La incomodidad, el temor y la separación de sus dueños repetían la misma escena una y otra vez.
Durante viajes a España y Estados Unidos conocieron un modelo distinto: autolavados donde cada tutor puede bañar a su perro sin apuros, en espacios pensados para la comodidad de ambos. “Apenas volvimos, entendimos que Rosario no tenía algo así y que nosotros podíamos crearlo”, cuentan.
El proyecto tomó identidad propia: eligieron el nombre Puca en homenaje a sus dos perros, Puchi y Cata. El espacio incorpora cámaras de seguridad, aire acondicionado, música opcional y un sistema de control remoto a través de una aplicación El servicio se reserva por WhatsApp o Instagram, y funciona por tiempo: 10 minutos: $6.000, 20 minutos: $12.000 y 30 minutos: $16.000.
El sistema es flexible: se puede comenzar con 10 minutos y sumar más según la necesidad. “El tiempo mínimo son 10 minutos. Podés poner 10, más 10, más 10, o arrancar con 20 y agregar. Lo vas manejando vos”, señalaron desde el local. La filosofía detrás del proyecto es clara: perros acompañados por sus tutores, sin traumas, sin apuros y con total control del proceso.
“Al barrio le gustó mucho esta novedad”, contaron en Puca. La propuesta comenzó a crecer primero entre vecinos y luego a través de redes sociales. Hoy ya tienen clientes fijos que vuelven cada 15 días o según cuánto se haya ensuciado su mascota. El boca a boca hizo el resto. “Lo importante es que, por suerte, todo va progresando con el tiempo”, señalan.
Además, sumaron una página web con venta online de accesorios y un pequeño rincón dentro del local para complementar el servicio. Los productos son distintos a los de un pet shop tradicional: objetos de diseño, piezas originales y accesorios que funcionan como un plus para quienes buscan una experiencia completa.
Perros menos estresados y casas más limpias
La razón detrás del fenómeno tiene varias capas: más personas viviendo en departamentos, menos espacio para bañar a perros medianos o grandes, un vínculo emocional cada vez más fuerte entre tutores y mascotas, y un servicio tradicional que suele generar ansiedad en muchos animales.
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Además del aspecto emocional, hay otra ventaja: quienes viven en edificios evitan inundar el baño de pelos. "Después del turno el cliente no tiene que limpiar nada. Nos encargamos nosotros", explican en ambos negocios.
Sandra llegó al autolavado buscando una alternativa más económica y menos estresante para un golden retriever en tránsito que tiene en su departamento. “Vivir en un departamento y bañar un perro grande es casi imposible”, dijo en contacto con este medio.
“Averiguamos para llevarlo a una peluquería canina y salía cincuenta o sesenta mil pesos. Era una locura. Entonces buscamos otra opción y encontramos este lugar”.
Sandra destaca que el sistema por tiempo —y no por tamaño del animal— vuelve la experiencia más accesible. “A un caniche lo bañás en quince minutos. Con este golden estuvimos media hora, pero igual gastamos un cuarto de lo que sale en una veterinaria. Pagás con QR, todo es automático. Está bueno porque el secador no hace tanto ruido y el perro no se asusta”.
La experiencia también fue práctica: “Llegás, metés al perro en la pileta, usás tu shampoo o el que tienen ahí. Después lo secás con la turbina. Para mí está genial: fácil de usar, accesible y perfecto para gente que vive en departamento. Lo recomiendo de verdad”.
Una tendencia que recién empieza
Con dos locales funcionando y una demanda que crece mes a mes, Rosario se suma a una tendencia global que combina bienestar animal, soluciones urbanas y un mercado en expansión. Lo que antes era una tarea engorrosa, se está transformando en un momento compartido: tutores que participan del baño, perros más tranquilos y espacios diseñados para que la experiencia sea segura, rápida y sin caos doméstico.
Detrás del crecimiento de estos servicios hay cambios socioculturales profundos. La pandemia fortaleció el vínculo con las mascotas y los tutores buscan experiencias que no las estresen. A eso se suma otra variable: el bienestar emocional de los perros. Diversos estudios veterinarios señalan que la mayor causa de estrés en baños tradicionales es la separación del tutor. Los autolavados eliminan ese factor y cambian por completo el comportamiento del animal.