Pablo Laurta, el hombre detenido por el doble femicidio de su expareja y su exsuegra en Córdoba, no solo era un activo militante antifeminista a través del grupo "Varones Unidos", sino que también tuvo vínculos directos con dos de los máximos referentes de la "batalla cultural" que impulsa el gobierno de Javier Milei: los escritores Agustín Laje y Nicolás Márquez.
Según consta en sus propias redes sociales, en el año 2018, Laurta fue uno de los impulsores y organizadores de una visita de Laje y Márquez al Palacio Legislativo de Uruguay para la presentación de uno de sus libros. Este nexo evidencia la inserción del presunto femicida en los círculos de la derecha radical de la región, mucho antes de cometer los crímenes por los que ahora está acusado.
Laje es politólogo y presidente de la Fundación Faro, un espacio libertario que recauda dinero para la campaña oficialista. Márquez, por su parte, es abogado y biógrafo oficial de Milei. Ambos son reconocidos por promover la "batalla cultural" de la nueva derecha contra la "ideología woke" y el progresismo.
Además de asesorar al mandatario libertario en cuestiones vinculadas a la "batalla cultural", Laje y Márquez son figuras influyentes en los círculos de la ultraderecha en Latinoamérica y han coescrito libros.
En el evento organizado por Laurta el 10 de abril de 2018, Laje y Márquez presentaron El libro negro de la nueva izquierda: ideología de género o subversión cultural, publicado en 2016.
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Militancia misógina y victimización
La conexión con Laje y Márquez se enmarca en la intensa actividad que Laurta desarrollaba como presidente de "Varones Unidos", un espacio desde el cual se dedicaba a denunciar supuestas "falsas denuncias" por violencia de género y a atacar al feminismo.
Utilizando esta plataforma, Laurta construyó una narrativa de victimización entorno a la disputa que mantenía con su expareja, Luna Giardina. En un artículo fijado en la cuenta de X del movimiento, titulaba su caso: "Cómo la justicia feminista de Córdoba mantiene a un niño secuestrado en Argentina en un contexto de extorsiones y explotación infantil".
En una entrevista televisiva en Uruguay años atrás, Laurta llegó a apuntar contra la ley de violencia de género de ese país, argumentando que establecía una "asimetría" y violaba el "principio de igualdad ante la ley" al crear un sistema diferente para hombres y mujeres.
Un discurso alineado con la ultraderecha
El perfil ideológico de Laurta, reflejado en sus publicaciones, se alinea directamente con el discurso de la nueva derecha. Mostraba su admiración por figuras como Javier Milei y Donald Trump.
Este historial de activismo y sus vínculos con referentes de la "batalla cultural" exponen un patrón de radicalización que, según la investigación, culminó en el brutal asesinato de Luna Giardina —a quien había intentado ahorcar años atrás—, el de su madre, Mariel Zamudio, y el secuestro de su propio hijo.
Qué es "Varones unidos"
En su página web, el movimiento se presenta como una organización que busca “incorporar la perspectiva masculina a las discusiones de género”, y denuncia lo que considera una “discriminación judicial y social” hacia los hombres. Bajo consignas como “#MasculinidadPositiva”, sus publicaciones apuntan a temas como el suicidio masculino, el aislamiento social, el fraude parental y la supuesta misandria (odio hacia los hombres).
“Consideramos necesario incorporar la perspectiva masculina a las discusiones de género. Las mismas actualmente dejan de lado graves problemáticas que afectan mayormente al sexo masculino”, plantean en su manifiesto fundacional.
“Varones Unidos” sostiene una visión complementaria y jerárquica de los géneros, al afirmar que “la feminidad es el complemento natural de la esencia masculina” y que la pareja y la familia son el ámbito de “más íntima unión y cooperación entre los sexos”.
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Aunque aseguran promover “la armonía entre varones y mujeres”, el discurso del grupo reproduce estereotipos tradicionales y ha sido señalado por colectivos feministas y especialistas en género como una forma de reacción organizada al avance de los movimientos por los derechos de las mujeres.
En los últimos años, este tipo de organizaciones —que se autodenominan “profamilia” o “antifeministas”— han ganado visibilidad digital en América Latina. Según especialistas, operan bajo un mismo patrón: apropiarse del lenguaje de los derechos humanos y desplazar la discusión sobre violencia de género hacia el victimismo masculino, borrando las asimetrías reales que viven las mujeres y disidencias.