Y describe que con los varones que llegan por orden judicial, “se hace un primer trabajo para que esa obligación se convierta en una demanda personal. Queremos que sientan que este es un lugar donde se lo escucha, donde puedan resolver su problemática, y pensar que los conflictos se pueden solucionar sin recurrir a la violencia”.
Desarmar lo naturalizado
De acuerdo a una planificación que se fue sistematizando con la experiencia, el proceso dura ocho meses. Comienza con entrevistas de admisión y luego se establecen encuentros quincenales grupales. Pero si el varón desea charlar alguna cuestión de manera privada o individual, también se habilita esa instancia.
“Creemos que debe ser así porque las violencias naturalizadas se desarman naturalmente y entre varones. Somos una herramienta para la Justicia, pero el dispositivo no llega a ser una política como la estamos pensando”, marcó Rodríguez.
Se refiere a un programa más abarcativo “preventivo y de promoción”, puntualiza, que se articula desde el área de Masculinidades, a cargo del médico Daniel Tepazz, que participó de la charla con La Capital junto a Martín Illía, coordinaron general de la Secretaría de Género y Derechos Humanos de la Municipalidad.
Illía reconoce que al principio el espacio despertó ciertas controversias al interior de algunos movimientos feministas, pero logró genuina legitimación avalada por un trabajo arduo y de intercambio constante con la sociedad civil, partidos políticos y feminismos.
“Nuestra determinación era poder asumir desde el Estado que la violencia de género se trata de una clave relacional que las estructura. Debíamos pensar en ampliar las políticas públicas para que los varones pensemos, reflexionemos y rectifiquemos nuestras posiciones”, repasó el funcionario.
Marcó la creación del programa de Masculinidades como un mojón importante “para pensar un programa que tenga varias líneas de acción y un eje en la trasversalización de la perspectiva de género con otras áreas, en el marco de talleres y diferentes políticas que comenzamos a implementar el año pasado, y terminamos con la semana de las Masculinidades”.
En clave "relacional"
Para Rodríguez, cualquier taller o actividad que se piense “no es pedagógica ni punitiva. La reflexión y el cambio personal no viene de una bajada de línea o saber autoritario. Tiene que ver con la horizontalidad, con generar espacios para revisar conductas, estereotipos o mandatos que ejercieron en sus relaciones, y ver qué resultados han tenido”.
En el camino de proyectar un cambio, Rodríguez visualiza que “a esas personas no tuvieron un espacio de reflexión, y priorizan la impulsividad, la reacción, el enojo como único sentimiento posible o manifestable. Poner en cuestión estas lógicas patriarcales de construcción de subjetividades tiene que ver con generar espacios para el diálogo, el habla”.
Y sostiene que “hay una legitimación social de entender la violencia de género en clave relacional. Siempre que esté garantizada la respuesta para la víctima o para quien sufre violencia de género, hay que apostar a más, a cambiar esa relación trabajando con quien la ejerce, sino queda una pata invisibilizada”.
¿Qué parte te toca?
Cada caso es una historia singular, aunque se distinguen rasgos comunes. “Algunos vienen enojados y resistentes, porque ven al dispositivo como una medida punitiva. Por eso el primer trabajo es que puedan pensar el espacio como un lugar reparatorio para sí mismos, no como algo que le impone la justicia”.
En el mismo sentid resalta fundamental que asimilen que los equipos primero los alojan, y luego les explican que no es un espacio moralizante. “No somos parte de la Justicia. No vamos a juzgar lo que hizo, pero sí apuntamos a que se responsabilice sobre el ejercicio de su violencia. La culpabilidad se le asigna al sistema de Justicia, pero la responsabilidad es un trabajo subjetivo”.
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Recuerda que en algunos situaciones grupales, los hombres demuestran su enojo, y luego se suman otros y arman complicidades, por sentirse víctimas del sistema judicial. Y “Ahí es donde uno interviene y le pregunta ¿«qué parte te toca a vos»”?, describe Rodríguez sobre un interrogante que abre el juego.
Una vez superada esa instancia, se sueltan. “Comienzan a hablar, a historizar, qué juegos jugaban cuando eran niños, cómo se relacionaban con los demás. Vamos hacia atrás”, repasa. “Parece tan mínimo pero es mucho sentarse a hablar de lo que hicieron, o sobre cómo se relacionan. Sino, pasan la vida repetitivos, sin reflexión posible”.
Entre pares, sin juzgar
Rodríguez cree que no se puede generalizar respecto a las intervenciones tan personales. Aunque dice que “cada uno de esos varones encuentra un espacio que no han atravesado en toda su vida. Y con otros varones. Poder hablar de lo que se siente con otros varones sin ser juzgado, encasillado o estigmatizado, es que pueda tomar distancia de su acto, y eso es ponerlo en palabras”.
El dispositivo recibió en 2019 a 42 varones. En 2020 fueron 78, y el total de atendidos fue de 96. Y en el 2021 fueron 120, lo cual demuestra un incremento de la demanda en los últimos años. Aunque hasta hace poco sólo se recibía a personas derivadas de la justicia penal, ahora el programa es voluntario y abierto a la comunidad a partir de un convenio con la Universidad Nacional de Rosario (UNR).
“Tampoco está mal hablar de los varones como sujetos de derechos”
El coordinador del programa de Masculinidades de la Municipalidad, Daniel Tepazz, médico y ex funcionario de Salud y activista de los derechos sexuales y reproductivos, indicó que al pensar un programa integral de masculinidades, “se toman otras violencias que no van al extremo de la judicialización. Trabajamos con todo aquellos que sin ser derivados de la Justicia, son situaciones de violencia y que tenemos que abordar”.
Tepazz remite a un concepto que atraviesa la problemática. “Hay que pensar la violencia como estructurante de la masculinidad. Como cuestión que está legitimada, de hacerse valer a través de situaciones de violencia que la sostienen”. Y por eso propone “trabajar en la mayor cantidad de ámbitos posibles donde concurran los varones, para entender cómo nos socializan y cómo estamos todo el tiempo repitiendo estos patrones”.
Alienta que la Secretaría de Derechos Humanos, debe “estar al servicio de la instituciones de la sociedad civil para ayudar a pensar cómo se estructuran esas relaciones de poder dentro de las mismas organizaciones, cómo se ocupan los roles jerárquicos, como se trabaja la violencia dentro de cada institución, sea educativa, sindicatos, clubes de fútbol, la mayor cantidad de ámbitos posibles”.
Para el médico, “el ejercicio de las masculinidades es un riesgo para mujeres niños y diversidades sexuales, todo aquello que se considera dentro de lo feminizado. Pero también hay un riesgo para otros varones, porque la resolución de los conflictos es de manera violenta, y vaya si lo sabemos”.
Y sostiene con naturalidad que “tampoco está mal hablar de los varones como sujetos de derechos, que no pueden quedar por fuera de las políticas del Estado. Es pensar una política de género donde los varones también estamos generizados, en clave relacional, sino no hay manera de abordarlo”.