La puesta, realizada en el día del décimo aniversario de la partida de Roberto Fontanarrosa, tiene un guiño de homenaje y también de respeto y afecto hacia una figura impar. "Al mundo hay que mirarlo a los ojos, no desde el obligo, si lo mirás desde ahí vas a hacer una mirada individual. El Negro hacía culto a eso, a la amistad, a lo solidario y a abrir los brazos y abrazar", dijo Bonín.
—¿Qué te representó hacer una obra sobre la figura del negro.
—Hacer un espectáculo sobre la figura del Negro, interpretando al Negro y yendo a Rosario hacerlo, lo que me da es un julepe de aquellos, un compromiso enorme y un cagazo tremendo (risas). Eso te puedo decir, porque cada uno de nosotros tiene una mirada sobre él y su poética, pero esta hecha desde el lugar de la admiración, del respeto y del afecto. Y desde un espacio,que uno no lo puede mensurar, cada vez que hablaba con un amigo y le decía que íbamos a hacer un tributo a diez años de la muerte de Fontanarrosa, todos decían «¿diez años ya?». Porque sigue siendo parte de nosotros, sigue estando acá, sigue siendo un integrante más de las conversaciones, del grupo de amigos, de la mesa familiar.
—Y desde ya, en ese imaginario aparecen sus personajes.
—Es que esos personajes son una referencia constante en él, y se verá en la obra, a través de Mendieta, a través de Inodoro, a través de Boogie, y de todos los personajes que él nos fue dejando. Y un poco es eso, sumar al Negro con sus personajes y el diálogo, o el posible diálogo que él podría haber mantenido con sus todos ellos.
—¿Qué es lo que más destacás de ese encuentro con sus criaturas?
—Hay una conversación, que para mí es la más profunda y mucho más necesaria, que es con Boogie. Creo que Boogie, el aceitoso, es su alter ego, es como la antítesis de él. Toda esa cosa que el Negro tenía de pacífico, de sereno, de reflexivo e irónico la deposita en Boogie en un diálogo que a mí me divierte mucho. Después hay un espacio posterior, donde él esta en un bar celestial, y mostramos el misterio de ese tránsito del espacio terrenal al celestial.
—En qué hizo hincapié Carlos Ares?
—En las potencialidades humanas, esa es la guía que nos pone Ares, la negociación que establece con Rosa y con Boogie para tratar de entender cómo será su tránsito, y se desprende que es a través del humor, por momentos, de la impaciencia, por otros, pero siempre con el respeto que ha tenido para con el espectador. Porque si bien es un escritor irónico y con un estilete, que se mete en un lugar, no es un tipo agresivo ni mucho menos, al contrario. Y todo ese espíritu es lo que tratamos de cuajar del querido Negro, del querido Roberto.
—¿Se encontraron con algún inconveniente a la hora de plasmar este trabajo?
—Mirá, el único inconveniente es que yo no entiendo nada de fútbol. Y hay mucha alusión y relación con lo futbolero, hay una cantidad de cosas que yo decía ¿qué es esto? Aparece un Jesús que es absolutamente futbolero, yo me pongo hablar de fútbol y me pierdo, puedo pasar 200 o 300 años hablando de fútbol. Se hicieron muy divertidos los ensayos, pero fue el único inconveniente que vimos, además Leonor y Carlos ya habían trabajado juntos y se conocen, pero quedó algo muy interesante.
—¿La impronta creativa del Negro atraviesa la obra?
—Sí, y el afecto que le tenemos hacia él sobre todo. Yo tuve la suerte de tener tres cuatro encuentros con Roberto, y fue en los 90 cuando le pedí una ilustración para el programa de mano de una obra llamada "Salvavidas de plomo", que contábamos cómo a una pareja, a la manera de "Bailando por un sueño", le iban renovando un crédito que cada vez les salía más caro pagarlo. Era una metáfora sobre el Fondo Monetario, y Roberto se cagaba de risa.
—¿Qué anécdota viviste con él?
—Mirá, recuerdo que la obra tenía siete cuadros y le dije que los personajes eran Luli y Cheché, que era un matrimonio encerrado en un departamento tratando de cumplimentar una serie de pruebas. A las dos semanas recibo en mi casa un sobre con siete ilustraciones de los personajes. Y yo no podía creerlo, lo llamé y le dije: "Mirá Roberto, esto es una cooperativa, no tenemos un puto peso". Y me contestó: "Pero no, dejate de joder, no quiero nada, para mí es una alegría poder colaborar con ustedes". Y nos regaló eso, y cuando yo lo cuento a gente que lo conoce, siempre me dicen "sí, él era así". Y fue así para el conciudadano, y esto lo coloca en un lugar de afecto enorme y de aprecio con la gente, y es esto queremos destacar en el marco de los diez años de su partida.
—¿En momentos de grieta política y de tantos ánimos crispados, toman un valor agregado actitudes como las que contás y justo en la semana del Día del Amigo?
—Totalmente, la mirada solidaria que tenía él. Al mundo hay que mirarlo a los ojos, no desde el obligo, si lo mirás desde ahí vas a hacer una mirada individual. El Negro hacía culto a eso, a la amistad, a lo solidario, a abrir los brazos y abrazar, no a cerrarse en sí mismo. Estamos atravesando situaciones muy duras, muy rígidas, muy egoístas y uno se enoja con eso, pero si me enojo más provoco una situación violenta. Entonces poner arriba del escenario a una figura como Roberto, que es un tipo que miraba todo desde lo solidario es positivo y suma a que haya más gente que integre esa mirada.
Tributo de actores locales en Empleados de Comercio
"Borges y Fontanarrosa en un bar del Paraíso", de Dalí López, se presenta hoy, a las 20, en el teatro Empleados de Comercio (Corrientes 450), en otra de las propuestas teatrales en homenaje al Negro. "Más que un homenaje, esta obra quiere ser el abrazo que ya no le podremos dar. Sueña retener a Fontanarrosa un poco más entre nosotros poniendo al espectador de compinche en su mesa de El Cairo", reza la invitación a este encuentro en el que Jorge Luis Borges y Roberto Fontanarrosa son el disparador de la trama. En esta propuesta se alternan situaciones "mágicas" y humorísticas, en el marco de una "comedia afectiva", como destaca López, quien además de ser el autor, también actúa, hace la puesta en escena y es uno de los directores. Actúan Raúl Calandra, Juan Carlos Capello, Mario Herrero, Nelson Cabrera y Daniel Vitantonio.