La intensa persecución policial de un vehículo que emprendió una loca carrera desde la Casa Blanca al Capitolio por motivos aún desconocidos desató hoy todas las alarmas en pleno corazón de Washington, en momentos en que la capital estadounidense está cargada de tensión por la fuerte disputa política que ha llevado al cierre administrativo del gobierno federal.
El incidente, que acabó con la muerte por heridas de bala de la mujer que conducía el vehículo fugitivo, provocó el acordonamiento del Capitolio durante casi una hora. En ese tiempo legisladores, empleados y visitantes recibieron órdenes de buscar refugio de inmediato mientras que decenas de agentes fuertemente armados ayudaban a evacuar a quienes los hechos habían sorprendido en plena calle.
Pero pese a las alarmas inciales, la policía descartó rápidamente que se tratara de algún tipo de ataque o acto terrorista. “Es un incidente aislado, no tenemos ninguna información acerca de que esto esté relacionado con terrorismo”, dijo el jefe de la policía del Capitolio, Kim Dine. Aun así, la jefa de la policía de Washington, Cathy Lanier, subrayó que se descarta sin embargo que el suceso, que también dejó dos agentes heridos, fuera producto de un “accidente”.
Poco a poco se fueron conociendo detalles del incidente, provocado presuntamente por una mujer que, en un vehículo utilitario negro y con un bebé de un año a bordo, trató de saltarse uno de los puestos de control que rodea la Casa Blanca por motivos desconcoidos.
Cuando agentes del servicio secreto trataron de detener el vehículo, éste emprendió una loca huida que acabaría apenas un par de kilómetros más lejos, en los alrededores del Capitolio.
Varias cámaras de televisión captaron algunos de los momentos más dramáticos del incidente, como cuando el vehículo se detiene abruptamente en un lugar próximo al Capitolio y es rodeado por agentes que apuntan con armas a su interior pero no disparan. A continuación, el coche vuelve a escapar y continúa su loca carrera seguido de cerca por varios coches de policía, mientras se escuchan varios tiros, presuntamente disparados por la policía.
La escena podría haber correspondido a alguna de las típicas películas de acción que tan a menudo tienen como escenario las calles que concentran el poder político de Washington.
Pero las consecuencias fueron más que reales y reavivaron la alarma en una ciudad que aún no ha conseguido olvidar otro reciente tiroteo, el que hace menos de un mes provocó un ex reservista de la Marina que ingresó en una base naval de la capital y asesinó a 12 personas antes de ser abatido.
En este nuevo suceso la única víctima fatal fue la conductora del coche, que según la policía murió por las heridas de bala que recibió durante la persecución. El bebé que viajaba con ella está en “buenas condiciones” y bajo custodia oficial, de acuerdo con la información oficial. Tampoco se teme por la vida de los dos agentes heridos, uno en la Casa Blanca y otro en el Capitolio, cuando el vehículo que conducía chocó contra una barrera.
Con todo, el suceso volcó una vez más toda la atención sobre el Capitolio, la sede parlamentaria que ha estado en el punto de mira de todo el país y de medio mundo los últimos días, a raíz de la disputa partidaria que se libra y que mantiene el cierre administrativo del gobierno por tercer día consecutivo.
De hecho, nada más levantarse la alerta del Capitolio, la Cámara de Representantes retomó la acalorada discusión para buscar una salida a un impasse que cada vez amenaza con repercusiones más graves que la ya de por sí severa falta de presupuesto para seguir financiando el gobierno federal.
Demócratas y republicanos seguían hoy negándose a hacer concesiones en sus demandas, lo que ha llevado a un empate virtual que, según expertos, tiene todo el potencial de provocar una crisis mucho más allá de las fronteras estadounidenses.
Y es que a la batalla por la financiación del gobierno se une la inminente negociación para elevar el techo de la deuda. El Departamento del Tesoro ya ha advertido de que Estados Unidos se quedará sin dinero para pagar sus deudas alrededor del 17 de octubre, por lo que, a menos que eleve su techo de la deuda, podría caer en impagos.
En el trasfondo está el intento republicano, impulsado por un sector minoritario pero muy poderoso en las bases del partido, el ultraconservador Tea Party, de obligar al gobierno de Barack Obama a ceder y hacer alguna concesión, aunque sea ya sólo un retraso en su implementación, en la reforma sanitaria aprobada durante su primer mandato.
Algo a lo que los demócratas se niegan en redondo, afirmando que no sólo es una ley refrendada una y otra vez -por las urnas y hasta por la Corte Suprema-, sino que, si ceden ahora ello, se podría convertir en un elemento de constante chantaje político cuando aún les quedan varios años de gobierno y muchas negociaciones pendientes.
Mientras que los republicanos de la Cámara de Representantes, donde son mayoría, exigen alguna concesión para negociar la financiación del gobierno y por tanto su reapertura, los demócratas y la Casa Blanca reclaman primero que se solucione la crisis antes de sentarse a hablar de temas más amplios. (DPA)