La importancia de la primera dama en un país como Estados Unidos es crucial. Jackie Kennedy, Nancy
Reagan, Hillary Clinton o Laura Bush fueron mujeres cuyo cargo trascendió el ser las esposas de los
presidentes del país y se hicieron un lugar en la historia. Michelle Obama, esposa del candidato
demócrata a la Casa Blanca, lo sabe.
La ingente cantidad de perfiles y reportajes que la prensa norteamericana dedica a esta
exitosa abogada de 44 años coinciden en varias cosas: Michelle es una mujer de carácter que no sólo
acompaña a Obama, sino que es también su referencia, la voz que le habla al oído, la que se atreve
a decir lo que el senador no debe y, además, el gancho para muchos miles de votos: los de la clase
obrera y las mujeres.
Tan fuerte es su carácter que ha metido en algún que otro lío a Obama. "Por primera vez en mi
vida adulta, estoy orgullosa de mi país", espetó sin pensárselo durante el pasado mes de febrero.
Las críticas y la respuesta de los republicanos fueron inmediatas: "Nosotros siempre nos hemos
sentido orgullosos de América". En aquellos momentos, la candidatura de Obama necesitaba una
demostración de fuerza que, a ser posible, no viniera de labios del propio candidato. Pasado aquel
momento crucial, las declaraciones se suavizaron: "Sólo puedo ser quien puedo ser", comentó
Michelle lamentándose de haber tenido que responder a las malas interpretaciones.
Ella fue la encargada de disputarle a Clinton los sectores en los que la ex primera dama
llevaba ventaja, y lo hizo diciendo que alguien que no puede dirigir su propia casa, "no podrá
tampoco dirigir la Casa Blanca". Aquello fue como invitar a Monica Lewinsky al mitin, pero sin
hacerlo. Ese medido interés por lo doméstico (sólo hay que ver el video en el que cuenta cómo
conoció a su marido) no es nada casual. Bajo su promesa de que si ella era la próxima primera dama
seguiría teniendo conversaciones "con esas mujeres increíbles que hay en todo el país para
asegurarme de que sus voces no son ignoradas nunca más en Washington" se escondía un guiño dirigido
al amplio colectivo de amas de casa de EE.UU.
La verdadera rival de Hillary Clinton
Los asesores de Obama sabían que para derrotar a Clinton debían robarle sus fuentes de votos,
debían captar a las amas de casa, no sólo por su número, sino por la influencia que tienen en sus
casas. Dicho y hecho, Michelle Obama, que gana más que su propio marido según algunas
publicaciones, combinó sin pestañear los trajes que le han hecho ser considerada una de las mujeres
con más estilo del momento con un collar de perlas falsas que escondía un mensaje inequívoco hacia
las clases más humildes, un claro "soy como ustedes".
Esta imagen de mujer moderna y fuerte, pero con las mismas limitaciones que el común de las
amas de casa no ha pasado desapercibida para la prensa norteamericana. Tanto The Washington Post
como The New York Times se han fijado en la estudiada fotografía que ofreció el matrimonio Obama
después de que el senador consiguiera la nominación demócrata, especialmente en lo referente a
Michelle, que iba "vestida para ganar" .
La historia dice que el duelo entre McCain y Obama no sólo se decidirá entre ellos, sino
también entre sus esposas. El contrapeso de las primeras damas siempre ha sido fundamental para el
éxito de una candidatura. Sólo hay que fijarse en el contrapunto que la moderada Laura Bush ha
supuesto para el actual presidente, o la fuerza que mostró Hillary Clinton ante la debilidad de su
marido en el 'affaire' Lewinsky.